viernes, 5 de diciembre de 2025

Drones en la guerra de Ucrania: el cielo como nuevo frente de batalla

Ucrania y Rusia transformaron el uso del dron en una herramienta estratégica y simbólica. Su bajo costo, precisión y autonomía los convirtieron en piezas decisivas de un conflicto donde la inteligencia artificial, la logística y la moral se disputan el control del aire.

spot_img

La guerra en Ucrania ha mutado hacia una forma inédita de combate: un enfrentamiento donde los drones —vehículos aéreos no tripulados, de fabricación civil y militar— definen el ritmo, la eficacia y hasta la moral de las tropas. A medida que el conflicto se prolonga, estas aeronaves han pasado de ser instrumentos de vigilancia a convertirse en armas ofensivas y plataformas de guerra psicológica.

Desde el inicio de 2025, los enfrentamientos en la línea del Dniéper muestran un patrón constante: ataques coordinados con enjambres de drones, tanto ucranianos como rusos, capaces de localizar objetivos, dirigir fuego de artillería o lanzar explosivos con precisión quirúrgica. Este escenario, documentado por los medios europeos, marca una nueva etapa en la automatización del conflicto.

En un extremo, el ejército ucraniano ha desarrollado una red de operadores entrenados en unidades tácticas descentralizadas. En otro, las fuerzas rusas emplean modelos de mayor autonomía y alcance, en muchos casos abastecidos por Irán y China.

Publicidad

Los soldados ucranianos, muchos de ellos jóvenes civiles reconvertidos en técnicos de vuelo, operan desde zonas seguras, lejos del frente. Participan incluso en competencias nacionales, como la celebrada este mes en Kamianets-Podilskyi, destinada a mejorar las habilidades de control y orientación. El evento fue descrito como un momento de “descanso activo” para quienes, cada día, arriesgan su vida en un conflicto donde la guerra se libra tanto en tierra como en la nube.

Por su parte, Rusia invierte en drones kamikaze y aparatos de reconocimiento con inteligencia artificial capaz de detectar patrones térmicos. Ambos ejércitos compiten también en el terreno simbólico: la supremacía tecnológica se ha vuelto sinónimo de soberanía.

Las competencias de drones y los entrenamientos intensivos se realizaron durante octubre de 2025 en el oeste de Ucrania, lejos de las zonas más castigadas del frente. Mientras tanto, en el este, los drones operan sobre ciudades destruidas como Bájmut o Mariúpol, donde su zumbido constante se ha vuelto parte del paisaje sonoro de la guerra.

En Rusia, las ofensivas con drones se intensificaron a partir del verano, con ataques coordinados sobre Kiev y sobre infraestructuras energéticas críticas. Según fuentes ucranianas, cerca del 45 % de la capacidad nacional de refinación de petróleo se encuentra afectada por estos ataques.

El uso masivo de drones responde a una doble necesidad: reducir pérdidas humanas y compensar déficits logísticos. La prolongación del conflicto desgastó la capacidad operativa de ambos ejércitos, que encontraron en la tecnología una forma de sustituir el riesgo humano por la eficacia mecánica.

Los drones de fabricación civil, adaptados con explosivos improvisados, permiten a las fuerzas ucranianas atacar objetivos precisos sin depender de grandes inversiones militares. En el caso ruso, su despliegue busca mantener la presión sobre ciudades estratégicas y desorganizar el sistema energético del enemigo.

Detrás de esta transformación late un cambio profundo en la naturaleza de la guerra: la automatización del combate y la creciente integración entre software, inteligencia artificial y hardware militar.

El ejército ucraniano ha establecido una infraestructura educativa y logística destinada a la formación de pilotos. Los entrenamientos incluyen pruebas de velocidad, destreza y orientación, bajo la supervisión de organizaciones como Kholodnyi Yar y la ONG Wild Drones. Las competencias reproducen escenarios reales de combate, con obstáculos, interferencias electrónicas y simulacros de ataque.

El objetivo es doble: mantener la moral de las tropas y desarrollar capacidad técnica. Cada piloto debe aprender a manejar distintos tipos de drones: de observación, de ataque y FPV (First Person View), estos últimos controlados mediante visores de realidad aumentada.

Según informes recogidos por la prensa francesa, los ejercicios incluyen también la reparación rápida de equipos dañados y la recuperación de unidades abatidas. Se trata de una guerra donde la improvisación y la innovación son tan importantes como la disciplina.

El dominio del aire mediante drones está redefiniendo la estrategia militar moderna. Su bajo costo permite ataques constantes; su precisión, una reducción del margen de error. Pero la ventaja tecnológica también multiplica los riesgos: vulnerabilidad a la guerra electrónica, saturación del espacio aéreo y dependencia de componentes importados.

En el plano social, la generalización del uso de drones militariza la vida civil. Los aparatos empleados para filmar bodas o transportar paquetes ahora se transforman en armas. La línea entre lo civil y lo militar se borra, y con ella, la idea misma de retaguardia.

“Nuestro trabajo consiste en destruir todo lo que pueda avanzar hacia nosotros. Cada vuelo puede ser el último”, confesó un joven operador ucraniano durante una pausa en el entrenamiento.

Lejos de los campos de batalla tradicionales, la guerra de Ucrania y Rusia se libra en un territorio invisible: el cielo bajo. En él, las máquinas sustituyen a los soldados y los algoritmos aprenden a matar con mayor precisión. El resultado es un conflicto cada vez más técnico, más autónomo y más persistente.

El futuro del combate ya no depende solo del valor humano, sino de la capacidad de programar y pilotar desde la distancia. En la guerra moderna, el dron dejó de ser un accesorio táctico: se convirtió en el símbolo de una era donde la estrategia se mide en megabytes y la victoria, en datos transmitidos en tiempo real.

Compartir:

spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img

CONTENIDO RELACIONADO