El agro argentino atraviesa un escenario de alta volatilidad, donde cosechas históricas y la indefinición sobre retenciones generan expectativas en toda la cadena de valor. La interacción entre factores locales y las señales mixtas de los mercados externos configura un contexto desafiante para productores y exportadores.
Dante Romano, profesor e investigador del Centro de Agronegocios y Alimentos de la Universidad Austral, destaca el protagonismo de la soja, que exhibe precios con un diferencial favorable tras la eliminación temporal de los derechos de exportación. Sin embargo, dichos valores han comenzado a moderarse. Romano señala: “La originación está más difícil y eso sostiene los precios de la nueva cosecha, que llegaron a superar los 310 dólares por tonelada”. A su vez, advierte que alcanzar esos niveles resulta improbable si no se concretan los recortes esperados, y que los productores podrían postergar ventas en ese caso.
En cuanto al maíz, la siembra cubre el 30% del área prevista, aunque el exceso de humedad en el norte bonaerense complica las tareas. Las ventas permanecen muy por debajo del promedio histórico y una porción importante del grano continúa almacenada. El especialista detalla: “Hay zonas con exceso de maíz y dificultades logísticas, sobre todo en los puertos del sur bonaerense. Con los costos de flete actuales, mover ese grano hacia el norte tampoco es competitivo”.
Respecto al trigo, la cosecha se activa desde el norte con rindes que superan los 20 quintales por hectárea. No obstante, solo el 9% se vendió con precio, frente al 22% habitual. Romano considera que la mayor liquidez de los productores podría amortiguar eventuales caídas y propiciar un rebote posterior.
El mercado internacional suma incertidumbre, con la interrupción de reportes oficiales en Estados Unidos y la retención de soja por parte de productores norteamericanos. China mantiene compras moderadas y Brasil sostiene embarques activos. Además, el anuncio de Indonesia sobre biocombustibles anticipa una demanda global creciente de aceites vegetales.
“La transición hacia biocombustibles y energías más limpias empieza a marcar la agenda de los grandes consumidores. Es un cambio estructural que, más allá de la coyuntura, puede beneficiar a los países productores de soja”, concluye Romano.
