El segundo trimestre de 2025 mostró una leve mejora en la ocupación, pero con una composición que plantea interrogantes sobre la calidad del empleo. De acuerdo con el último informe del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), la cantidad total de puestos de trabajo creció 1,2% interanual, impulsada principalmente por el aumento de los empleos no asalariados, que se expandieron 3,2% respecto del mismo período de 2024.
El avance del empleo formal fue mucho más modesto: los asalariados registrados aumentaron apenas 0,7%, mientras que los no registrados lo hicieron 0,1%. En conjunto, la economía alcanzó los 22,5 millones de puestos, distribuidos entre 11,1 millones de trabajadores registrados (49%), 5,6 millones no registrados (25%) y 5,8 millones no asalariados o por cuenta propia (26%).
Esta estructura refleja una realidad persistente: la recuperación laboral en la Argentina continúa sustentada en la informalidad. La proporción de asalariados no registrados se mantiene en torno a uno de cada cuatro trabajadores, una cifra que no se modifica significativamente desde hace más de una década.
Salarios que crecen en proporción, no en estabilidad
En términos del valor agregado bruto (VAB), la remuneración al trabajo asalariado representó el 46% del total, una suba de 2,7 puntos porcentuales en comparación con el segundo trimestre de 2024. Sin embargo, esa mejora no proviene de una expansión del empleo formal, sino de un incremento nominal de los salarios tras la aceleración inflacionaria del primer semestre.
El ingreso mixto bruto —que incluye los ingresos de los trabajadores por cuenta propia— representó el 13,7% del VAB, cifra similar a la del año anterior. Esto sugiere que el peso de los emprendimientos individuales y del autoempleo en la estructura económica se consolida como una fuente principal de ingresos para una parte creciente de la población activa.
El informe también detalla la evolución de las horas trabajadas, que aumentaron 1,3% en términos interanuales. Pero el crecimiento se concentró en los segmentos más vulnerables: las horas de los asalariados no registrados subieron 3,8%, mientras que las de los registrados lo hicieron solo 0,3%.
Un patrón compartido con Brasil
La expansión del trabajo informal no es un fenómeno exclusivo de la Argentina. En Brasil, el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) informó que en 2024 los trabajadores por aplicación y por cuenta propia alcanzaron 1,7 millón y 40 millones de personas, respectivamente, un aumento de 25% en apenas dos años.
Al igual que en el mercado laboral argentino, la creación de empleo brasileña se sostiene en actividades de baja productividad y alto grado de informalidad. Las plataformas digitales, la tercerización y la fragmentación de las cadenas productivas amplían las oportunidades laborales, pero reducen las garantías de estabilidad y protección social.
El paralelismo regional evidencia una tendencia común: la recuperación del empleo tras la pandemia se apoya más en la expansión del trabajo autónomo o precario que en la generación de empleo formal. La consecuencia es una aparente mejora estadística acompañada por un deterioro en la calidad del trabajo y en la seguridad social.
Sectores impulsores y rezagados
En la Argentina, el crecimiento de los puestos se concentró en sectores con alta incidencia de la informalidad, como construcción (+3,2%) y comercio (+2,3%). En cambio, actividades tradicionalmente intensivas en empleo formal, como la industria manufacturera o la intermediación financiera, mostraron escasa variación.
El sector público —que reúne 3,7 millones de puestos— mantuvo su peso sin cambios significativos, en línea con la política de contención del gasto. Por lo tanto, la totalidad del incremento en la ocupación se explica por el empleo privado, especialmente aquel que opera fuera del sistema previsional o bajo esquemas de autoempleo.
Un desafío estructural
La expansión del trabajo informal plantea un dilema central para la política económica. A corto plazo, la informalidad actúa como un amortiguador social: permite absorber mano de obra y mantener cierto nivel de ingresos en contextos de desaceleración. Sin embargo, a largo plazo debilita la base contributiva, limita la productividad y erosiona el financiamiento del sistema de seguridad social.
En la distribución funcional del ingreso, la remuneración al trabajo asalariado creció, pero el excedente de explotación bruto —indicador del rendimiento empresario— cayó a 41,2% del VAB, señal de márgenes más ajustados. No obstante, el empleo que crece no necesariamente mejora la calidad de vida de los trabajadores ni fortalece el tejido productivo.
El diagnóstico del INDEC coincide con la evidencia regional: el crecimiento del empleo sin formalización consolida una recuperación de baja calidad. La región enfrenta el mismo desafío que Argentina: transformar la expansión cuantitativa en una mejora cualitativa del trabajo.
Mientras tanto, la informalidad sigue siendo el verdadero termómetro del mercado laboral del Cono Sur: un empleo que crece, pero que cada vez protege menos.












