domingo, 7 de diciembre de 2025

La nueva economía del sonido: El gran remix de la música con IA

Cómo las discográficas buscan cobrar sus regalías antes de que los “robots” se queden con todo

Por Norberto Luongo.

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Durante años, la inteligencia artificial estudió los catálogos musicales del mundo sin pagar un centavo: analizó los grooves de Aretha, los beats de Drake y las armonías de Mozart. Ahora que las máquinas empiezan a componer y cantar, las discográficas han pasado del silencio a la acción.

Universal Music y Warner Music, los dos gigantes del sector, negocian acuerdos con empresas de inteligencia artificial como Suno, Udio, ElevenLabs y Stability AI, además de con Google y Spotify. ¿El objetivo? Crear un sistema de licencias que garantice regalías cada vez que una IA utilice material protegido, ya sea para entrenarse o generar nueva música.

La estrategia es simple: cada nota producida por un algoritmo debería activar un micropago, tal como ocurre con las reproducciones en Spotify. Las discográficas también quieren la implementación de sistemas de detección que rastreen el uso de su repertorio. “Esta vez no dejaremos que la tecnología devore la industria antes de reaccionar”, declaró un ejecutivo de Universal.

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El recuerdo de Napster y la nueva fiebre del oro

La herida de Napster sigue abierta. En 1999, el famoso servicio de intercambio gratuito de canciones derrumbó los ingresos del sector a la mitad. Hoy, las discográficas no quieren repetir el error: en lugar de pleitear, buscan monetizar la IA.

Y hay mucho en juego. El mercado de música generada por inteligencia artificial, valuado en 300 millones de dólares en 2023, podría crecer diez veces, hasta superar los 3.000 millones en 2030, según Goldman Sachs. En plataformas como Spotify o Deezer, hasta un 15 % de las canciones reproducidas ya proviene de algoritmos. La avalancha incluye desde pistas de relajación hasta falsos duetos de estrellas; basta recordar el caso del tema viral “Heart on My Sleeve”, con imitaciones de Drake y The Weeknd, que recaudó 10.000 dólares en un fin de semana antes de ser eliminado.

Pago por solicitud y artistas sintéticos

El nuevo modelo que se discute se conoce como pay-per-prompt: cada vez que una IA utilice un fragmento o melodía de un repertorio autorizado, se pagará una micro-regalía. Para las tecnológicas es un costo asumible; para las discográficas, una nueva fuente de ingresos.

Mientras tanto, las plataformas intentan contener el tsunami de contenido artificial. Spotify eliminó este año aproximadamente… ¡75 millones de temas generados por IA! Mientras tanto, surgen los llamados “artistas sintéticos”, intérpretes virtuales que no duermen, no cobran cachet y no renegocian contratos. Algunas iniciativas, como la de la empresa alemana Endel, ya firmaron acuerdos reales con Warner Music.

La productora y cantante Grimes, pionera en la colaboración con IA, lo resume así: “La inteligencia artificial no reemplazará a los artistas, pero creará nuevos… y necesitarán nuevas reglas.”

Una ley que llega tarde

En Estados Unidos, las obras creadas íntegramente por máquinas no tienen derechos de autor, aunque sí están protegidas las grabaciones usadas para entrenarlas. Este vacío legal ha desatado un debate global: ¿usar canciones para entrenar una IA es una infracción o un uso legítimo?

Europa avanza con la Ley de Inteligencia Artificial, que obligará a las empresas a revelar qué datos utilizan para entrenar sus modelos, una medida que entusiasma a las discográficas y preocupa a las tecnológicas.

El dilema moral y económico

Más allá del dinero, surgen preguntas más profundas: si un algoritmo puede crear una canción que suene exactamente como The Beatles, ¿debería pagarle algo a los herederos? “No se puede registrar un estilo”, explica la abogada Katherine O’Brien, “pero sí una grabación. El problema es lo que queda en la zona gris entre ambas cosas.”

Los artistas también están divididos. Algunos, como Drake y Bad Bunny, rechazan el uso de sus voces en imitaciones digitales; otros, como Grimes y Holly Herndon, permiten que los fans las remezclen legalmente a cambio de compartir regalías.

Pero la desigualdad económica es evidente: mientras una reproducción humana en Spotify paga apenas 0,003 dólares, una canción generada por IA puede producirse gratis en segundos.

La nueva economía del sonido

La batalla por la música con inteligencia artificial no trata solo de copyright, sino de quién controla la materia prima de la cultura. La música siempre se adaptó a los cambios tecnológicos —del vinilo al streaming—, pero la IA introduce algo distinto: una creatividad sin autor humano.

Para las discográficas, la lección de Napster sigue clara: no luches contra la tecnología, monétizala. Y para los artistas, el desafío será garantizar que el futuro de la música aún tenga espacio para ellos.

Porque si los algoritmos terminan escribiendo, interpretando y poseyendo las canciones… ¿quién quedará para cantar sobre lo que todo eso significa?

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