Más allá de lo tecnológico, el anuncio se inscribe en un tablero geopolítico de alta sensibilidad. Groenlandia, isla de apenas 56.000 habitantes, es un territorio de soberanía danesa con autogobierno que se ha convertido en pieza clave en la competencia entre potencias. En 2019, Donald Trump expresó abiertamente la intención de que Estados Unidos adquiriera o anexara Groenlandia, argumentando razones estratégicas vinculadas a recursos naturales y a su posición frente al Atlántico Norte. El episodio, que generó fricciones diplomáticas con Dinamarca, dejó en claro que el futuro de la isla está inevitablemente atravesado por los intereses de seguridad global.
El acuerdo con Tusass le da a Europa una carta propia en un mercado donde Estados Unidos y China marcan el paso. Starlink, de SpaceX, domina hoy el negocio global de internet satelital y ofrece un servicio con fuerte impronta militar, especialmente valorado por la OTAN y por Ucrania en el marco del conflicto bélico con Rusia. China, por su parte, acelera el despliegue de su constelación Spacesail para proyectar influencia en latitudes polares. OneWeb, bajo control de Eutelsat, busca consolidarse como la alternativa europea, capaz de garantizar soberanía tecnológica y reducir la dependencia de proveedores extra regionales.
La elección de Groenlandia como terreno de despliegue es estratégica. El Ártico concentra reservas de hidrocarburos y minerales críticos, al tiempo que se perfila como una nueva ruta marítima por el deshielo. En ese escenario, la conectividad satelital no solo habilita servicios comerciales, sino que constituye un componente esencial de la infraestructura de seguridad. Para la isla, implica reducir la brecha digital y fortalecer la resiliencia de un territorio disperso y con condiciones climáticas extremas. Para Europa, significa enviar un mensaje político de presencia efectiva en un espacio en disputa.
La competencia con Starlink es directa. Mientras el sistema de SpaceX exhibe capacidad de despliegue masivo y flexibilidad operativa, OneWeb se apoya en la cobertura polar de su constelación, diseñada para latitudes altas. Esta ventaja técnica es particularmente relevante en Groenlandia, donde otras redes encuentran limitaciones. El desafío para Eutelsat será transformar esa ventaja en contratos sostenibles y en confianza regulatoria, en un contexto donde la presión estadounidense para expandir su influencia en el Ártico es permanente.
El acuerdo con Tusass, en definitiva, no solo responde a una necesidad local de conectividad. Es una jugada que coloca a OneWeb en el centro de la competencia por el dominio tecnológico y político del Ártico. En esa región donde confluyen ambiciones de soberanía, explotación de recursos y proyección militar, la capacidad de ofrecer un servicio satelital confiable equivale a ocupar una posición en la mesa donde se decide el futuro de uno de los territorios más disputados del siglo XXI.












