Coto, la saga del apellido más conocido de los supermercados

     

    coto
    es la tercera cadena de supermercados en el país en cuanto a facturación
    (entre $ 3.100 y 3.200 millones anuales), desplazada del segundo lugar por
    la fusión de Disco y Jumbo, y, como empresa individual, es el mayor
    empleador de Argentina, con unos 19.000 trabajadores.
    De perfil conservador en cuanto a los créditos que pedía y
    a la relación de su facturación con su deuda, la empresa quedó,
    a decir del propio Alfredo Coto, en una trampa tras el descalabro económico
    de fines de 2001 y la devaluación del peso. Poco antes, Coto había
    sido el último empresario en tomar un préstamo en dólares
    que –devaluación mediante- triplicó su valor en pesos.
    A fines de 2004, después de casi tres años, la empresa logró
    repactar los plazos de los créditos, sin ninguna quita y sin haber
    dejado de pagar los intereses en ningún momento.
    “Cuando vino el tema del crédito calificamos a nivel internacional
    como una empresa que sabe trabajar y nos dieron un préstamo en dólares-pesos.
    No voy a decir que me sorprendí con una devaluación, pero
    había una ley que a uno lo cubría y un sistema de créditos,
    necesario para inversiones de US$ 30 millones como la del mercado del Abasto.
    Los que nos quedamos en el país e invertimos caímos en una
    trampa: vino la inflación, el dólar pasó a 3 a 1 y
    el Estado no se hizo cargo de nada. Los que teníamos una deuda de
    US$ 200 millones pasamos a tener una deuda de $ 600 millones”, recuerda
    el dueño de la cadena de supermercados.
    “Ese castigo y vender lo mismo en pesos fue terrible. Seguimos trabajando,
    invirtiendo y hablamos con los bancos para decirles que seguiríamos
    pagando los intereses y pedirles más tiempo, porque en lo que es
    la facturación de la compañía no corremos peligro.
    Se negoció el plazo, con diálogos muy cordiales, y logramos
    un plan de refinanciamiento de 6 a 8 años”, resume Coto la larga
    negociación y asegura: “Vamos a cumplir con los bancos, honrar
    totalmente la deuda y les agradecemos haber confiado en nosotros”.

    Legado
    paterno

    Además de ser el mayor empleador privado del país, Coto
    es la tercera cadena de supermercados en facturación y volumen
    de ventas (superada por Carrefour-Norte y Jumbo-Disco). El empresario
    cuyo apellido es sinónimo de supermercadismo llegó a ese
    lugar siguiendo la herencia paterna. “Mi padre tenía carnicerías.
    Con el conocimiento del oficio me hice abastecedor de carne, después
    matarife abastecedor, y en los años ’70 fui creando el sistema
    de comercialización directa, en el que hacíamos todo el
    ciclo de producción y vendíamos en nuestras propias carnicerías”.
    Coto recuerda que en esa época “el supermercado todavía
    no estaba desarrollado y era la propuesta comercial que venía en
    todo el mundo. En los ´80 ya teníamos 40 carnicerías
    y frigoríficos de distribución directa y veíamos
    que se iba modernizando la comercialización. Nuestro primer supermercado
    lo pusimos en Mar de Ajó en 1987”.
    Coto inauguró su primer hipermercado en 1996 en el barrio de Pompeya.
    “Ahí entramos a pelear con las grandes cadenas del exterior,
    que venían con un enorme capital de financiamiento”, comenta
    y enseguida destaca que “lo mejor que le pudo pasar a la Argentina
    fue la gran competencia” comercial registrada en la década
    pasada, ya que “el país pasó por todo tipo de sistemas,
    de precios dirigidos, máximos, populares, congelados, y ninguno
    dio resultado; lo único que fue exitoso fue que las cadenas compitieran
    entre sí”.

    Además de ser el mayor empleador privado
    del país, Coto es la tercera cadena
    de supermercados en facturación y ventas (detrás de Carrefour-Norte
    y Jumbo-Disco).

    Por qué
    no vendió

    En el grupo de grandes empresarios argentinos, Coto integra esa rara lista
    de los que decidieron no vender sus empresas. “Vengo de padres inmigrantes
    que no volvieron a España más que de visita. Si no teníamos
    nada y este país nos dio oportunidades y nos convertimos en empresarios,
    no era (cuestión de) vender todo e irse. Creo que tenemos un gran
    país en el que hay que apostar”, responde al ser consultado
    sobre por qué rechazó las ofertas de compra.
    Al mismo tiempo, en tono de broma, asegura que cuando llegaban los competidores
    internacionales “los inteligentes vendieron y me decían ‘Alfredito,
    ¿qué hacés vos en esta pelea?’. Con excepción
    de La Anónima, vendieron casi todos. Nosotros nos empecinamos en
    quedarnos porque veíamos que podíamos… Y pudimos”.
    “Yo no vendí porque soy empresario, pero si lo veo sólo
    como negocio, no vender no fue un buen negocio. El negocio fue entrar
    y salir de Argentina rápidamente. Algunos quedaron enganchados
    con los bonos en default, pero también han ganado mucha plata los
    bonistas que apostaron a Argentina con intereses de 14 o 15% anual”,
    agrega.
    Sobre la devaluación, opina: “Había una convertibilidad
    que se había agotado y que habría que haber ajustado. (En
    la segunda mitad de los ’90) las industrias ya no nos vendían,
    comprábamos al exterior porque resultaba más barato. Cuando
    veía que comprábamos afuera porque estaba más barato
    que acá, decía ‘algo está pasando, algo está
    mal’. Con haber ajustado 30 o 35% el dólar, la economía
    se habría arreglado, pero se dejó pasar hasta que colapsó
    y nos hundió a todos”.

    Economía
    previsible

    Coto ve necesario “armar una economía previsible para que
    invertir en nuestro país no sea un castigo”, y cree que a
    partir de allí “lo demás va a venir solo”. En
    cuanto al momento actual, señala: “Las variables económicas
    dan bien, tenemos a favor la balanza comercial, el déficit fiscal
    está muy acotado aún pagando la deuda externa. Si esas variables
    están bien, ¿por qué estamos reacios a invertir?
    En el caso de las empresas que tienen que devolver dólares precisamente
    porque tienen que devolver dólares; en el caso de otras empresas,
    como las que están sustituyendo importaciones, porque están
    asustados y no saben qué va a pasar dentro de un año”.
    “Otro motivo es el rechazo a incorporar más empleados ante
    la vigencia de la doble indemnización y la ART (Aseguradora de
    Riesgos del Trabajo) que no se sabe si va a cubrir íntegramente
    los riesgos”, plantea y opina que “la salida va a venir después
    de que se arregle el default argentino”.
    También señala que, ahora que repactó los plazos
    de su deuda, el problema es en base a qué financiamiento seguir
    creciendo. “Todo lo que era financiamiento renovable no está
    más. Ahora se está reconstruyendo una banca nacional, que
    confía en nosotros pero da créditos a corto plazo. Tenemos
    más de 26 proyectos sin terminar, entre ellos el frigorífico
    de exportación, pero no puedo llevar la compañía
    a tomar un crédito de corto plazo porque si no me lo renuevan quedamos
    en default”, explica. “Eso es lo que se tiene que resolver en
    2005, el tema del plazo de los créditos.”
    Aunque siempre vendió al exterior, Coto resalta que no es “un
    exportador neto”, entre otras cosas porque en el pasado “no
    daban las variables”. “Siempre fuimos exportadores de carne
    y tenemos como finalidad comprar un frigorífico exportador y ser
    un referente de la exportación de carne. Por el momento, con la
    situación macro ya bastante tenemos con los supermercados, pero
    que no quepa ninguna duda de que lo vamos a hacer. En nuestro rubro es
    fácil exportar, porque quieren comprar carnes argentinas, sobre
    todo ahora que los valores nos dan un poco mejor”.
    En torno a las críticas al peso de las exportaciones primarias
    en la balanza comercial del país, coincide en que “hay que
    darle valor a los productos y pelear en donde haya que hacerlo para que
    no nos pongan tantos aranceles a los productos con valor agregado, porque
    la materia prima va fácil”
    J.RP