Protagonismo no buscado y con una firme convicción

    Por Miguel Ángel Diez


    Juan José Aranguren
    Foto: Gabriel Reig

    En la era Kirchner hubo algunos empresarios que por la dinámica de los acontecimientos, por malentendidos o por mala fortuna, tuvieron enfrentamientos de distinta intensidad con la figura y el entorno presidencial. El rasgo común en todos estos casos es que después del encontronazo, todos los actores privados retrocedieron y se llamaron a silencio.
    Menos uno, el ingeniero Juan José Aranguren, presidente de Shell Argentina.
    Ya forman parte de la mitología empresarial las disputas sobre precios de productos de la petrolera, el boicot a sus estaciones de servicio, las frecuentes inspecciones, multas e intimidaciones desde el sector oficial.
    Con lo cual han surgido atisbos de leyenda. Hay quienes advierten el nacimiento de un nuevo liderazgo empresarial. Otros creen que en algún momento la casa central lo dejará sin apoyo. Algunos de los empresarios que opinan lo hacen con admiración, otros con suspicacia y hasta con envidia.
    Para indagar realmente los contornos de este fenómeno que sigue dando que hablar, Mercado entrevistó al polémico –a pesar suyo– Aranguren. La entrevista tuvo dos ejes temáticos diferentes: uno, exclusivamente sobre temas de management, liderazgo, y todos los aspectos de la gestión de una empresa. El otro versó sobre el negocio petrolero y energético en general.
    ¿Conclusiones? Aranguren es una persona amante del bajo perfil (como lo demuestra que hasta el primer enfrentamiento era casi un desconocido fuera del sector en el que actúa). No le interesa el primer plano ni el protagonismo. Entonces, ¿porqué está en esa posición?
    Es hombre de fuertes convicciones, y está convencido de que está haciendo lo correcto. Por lo tanto, ¿por qué hacer malabarismos? Tanta reciente notoriedad –que no lo alegra ni lo envanece– es producto de esa posición, honesta pero por la que hay que pagar un precio que ningún otro empresario preferiría enfrentar.
    Esta es –por su extensión– la versión condensada de la entrevista.

    –Una investigación de McKinsey llega a la conclusión, a través de una encuesta que realizó, que la mayoría de los directivos de empresas creen que sus líderes empresariales deben tener mayor participación en moldear el debate sobre los temas sociopolíticos y todos aquellos que induzcan al cambio. O sea que deberían opinar sobre los temas que están en la agenda pública. ¿Está de acuerdo?
    –¿En su rol de dirigentes de una determinada empresa? No necesariamente. Creo que eso queda para el rol de ciudadano. Las inquietudes son de cada uno en temas de interés de tipo social, dentro del área de conocimiento o del lugar en el que le toca desempeñarse. Primero tenemos que saber hacer bien nuestros deberes dentro del propio sector en el cual operamos como para después ocupar nuestro tiempo y esfuerzo en áreas que a lo mejor son de un debate más profundo.

    Demandas de la sociedad
    –Mirando hacia el futuro, ¿qué será más difícil, evitar escándalos que empañen la imagen de una empresa cualquiera o afrontar la creciente sensibilidad que tiene la sociedad a temas y prácticas contables, laborales o ambientales? ¿Cuál es el límite entre lo jurídicamente aceptable y las exigencias éticas planteadas por los consumidores más exigentes?

    –Primero hay que plantearse el tema de cuáles son los principios éticos por los cuales una empresa o una persona decide operar en un determinado país o en una determinada circunstancia temporal. No creo que haya diferencia, por cuanto el primer principio ético que nos tenemos que plantear es el de operar dentro de los marcos de la ley vigente en el país en el cual uno decide operar. Y tratar de perseverar en el cumplimiento y en la exigencia del cumplimiento de ese marco. Existen en la Argentina, por ejemplo, regulaciones que no cumplen con la ley suprema, que es la Constitución Nacional. Mientras existan como regulación, uno las tiene que cumplir pero también tiene que perseverar en el esfuerzo de modificarlas y de lograr que los principios básicos, como el de libre comercio garantizado por la Constitución, sean efectivos y de práctica común en la Argentina.
     
    –La pregunta apunta a esclarecer si aun cumpliendo 100% con el marco jurídico, las demandas de la sociedad, en un momento dado, son más exigentes que lo que le plantea la ley…
    –Es el revés, hay empresas que tienen un conjunto de principios que son hasta más exigentes, muchas veces, que el marco jurídico del país donde se opera. La sociedad en ciertas áreas puede estar reclamando algo, pero no hay que olvidar que, a pesar de que nos podemos considerar el centro del mundo, y nos gustaría serlo, tenemos mucho aprendizaje por delante; somos todavía un país de la periferia, no somos un país central. En ese aspecto empresas que tienen años de experiencia pueden contribuir al mejoramiento de la sociedad. Hay una posibilidad de estar adelantándose a las demandas que van a venir de la sociedad. No le temo a que haya demandas –en el caso específico de la empresa que presido– que sean más exigentes que aquellas que nosotros mismos imponemos.
     
    –Hay un debate muy intenso en el mundo en torno al propósito y la responsabilidad social de las empresas. Unos sostienen (como decía Milton Friedman) que el fin último es obtener ganancias para los accionistas. Otros afirman que las ganancias deben existir, pero si son compatibles con el interés público. ¿Cuál es su posición en este debate?
    –La certeza que existe en una compañía es que el único que le aporta dinero es el cliente. Todo el resto de los que participamos extraemos dinero de la empresa. Los empleados, bajo la forma de salario, los Gobiernos como impuestos, los proveedores a través de una factura por el servicio o el producto que compramos, y el accionista también lo obtiene en la forma de dividendos, porque busca mayor rentabilidad que el capital invertido. En cambio, el cliente es el único que realmente deja y aporta dinero a la empresa y es a él a quien debemos proteger y servir.
    A veces uno se equivoca cuando piensa que tiene que complacer a un accionista, a un Gobierno; a quien tenemos que complacer y conquistar es al cliente. Porque si no está el cliente, tampoco estará la rentabilidad del accionista ni los impuestos que luego el Gobierno distribuirá como lo considere conveniente.
     
    Liderazgo actualizado
    –Desde la perspectiva de los cambios veloces que ocurren en la vida de las empresas, ¿usted cree que los empleados de Shell en la Argentina piensan que su líder empresario actual comprende lo que ocurre y mantiene a la organización a tono con los cambios y listo para aprovecharlos?

    –Espero que así sea, pero si tuviera una señal que dijese lo contrario, mi obligación sería adelantarme. Pero refiriéndome a lo que definió como líder empresario, quiero diferenciar muy bien el significado, como se hace con el banquero y el bancario. Soy un empleado, porque el accionista de la compañía está en otro lado. No soy propietario de la empresa, como sí hay otros empresarios que lo son. Mi rol es ese: ser dirigente de la empresa, como otro podría serlo en un partido político, en un club social. Se resume a indicar el camino, aunar esfuerzos, tratar de encontrar los puntos positivos, los débiles de cada organización; tratar de fortalecer los primeros y cambiar los segundos. Este es el rol de los que formamos parte del grupo de liderazgo de la compañía, y concretamente el mío como presidente de Shell.
      
    –En cuanto a las herramientas de management, ¿dónde habrá que poner énfasis en los próximos años? ¿Por ejemplo, en planificación de escenarios, por lo que Shell ha sido históricamente destacada; en el conocimiento que demanda saber quién es el nuevo consumidor; sólo en la gestión del riesgo empresarial; en la medición efectiva del desempeño…?
    –El tema es dónde poner la prioridad en cada momento. Sigo pensando en que para una empresa de consumo masivo, la prioridad tiene que pasar por el cliente. Podemos ser muy buenos desarrollando escenarios, evaluando y atendiendo las necesidades del personal, tratando de evaluar otros factores de poder, como pueden ser las organizaciones no gubernamentales, los Gobiernos. Pero al final del día hay que conquistar al cliente. Esto vale para una empresa que vende servicios, como para la que vende productos. Si bien uno puede formar la necesidad del cliente, hay que tratar de no perderlo de vista, hay que seguir evaluando y atendiendo las distintas demandas que va manifestando ese cliente, esa sociedad que demanda productos de mejor calidad, servicio, etc.

    –En el management, ¿qué se privilegia? ¿El manejo de relaciones externas, la gestión del cambio, la gestión del riesgo, la organizativa, la organización de los recursos humanos…? ¿En qué área el directivo tendrá que poner más énfasis?
    –La gestión del riesgo es tal vez un tema que hoy, especialmente en tiempos de cambios, concentra mayor preocupación. No se trata sólo de realizar un beneficio de corto plazo, sino de que ese beneficio sea sustentable en el tiempo y requiera, por lo tanto, que el nivel de ruido de un negocio se amortigüe. Uno de los problemas que tenemos en nuestro país y en Latinoamérica es la alta volatilidad. Y las grandes empresas internacionales no se sienten cómodas en este marco.

    Mayor presencia estatal
    –Hay una nueva realidad en la Argentina y en toda América latina que es el creciente papel del Estado y su creciente intervención en la economía. ¿Cómo hacen para insertarse y funcionar empresas que han sido siempre campeonas del libre mercado?

    –Habría que ver si éste no es un ciclo, ¿no? Porque si nos retrotraemos 25 años el Estado tenía una presencia muy importante; después vino otro ciclo en el que la presencia fue menos relevante, ya que en todo el continente se registró una ola de privatizaciones como motor de cambios estructurales en la economía, y ahora de nuevo vemos una presencia más activa del Estado.
    También está vinculado con el tema del precio del petróleo crudo. Hoy alguien puede pensar que para extraer el crudo a estos niveles de precios, con el actual nivel de regalías que se paga en un determinado país, el dueño del recurso (que al final del día somos los ciudadanos, a través del Estado) pueda participar de una mejor manera. A la vez, eso que es cierto debe atender otras circunstancias: el capital que se requiere invertir para poder prever que esos recursos vean la luz cada en cantidad adecuada. Puede ocurrir que el Estado necesite de aquellos que puedan aportar el capital privado. Y no es patrimonio de América latina, sino que sucede en otras partes del mundo.
     
    –Ocurre con Evo Morales, quien pretende una porción mayor del precio internacional que cobran las petroleras que extraen en Bolivia…
    –Sí, pero hay que tener en cuenta, y esto es importante para la Argentina porque parte de nuestra tranquilidad energética futura dependerá de los suministros de gas desde Bolivia, que hoy este país no supera una producción de 32 millones de metros cúbicos diarios, cuando en el pico nosotros consumimos 145 millones. Neuquén sola duplica la producción de Bolivia; tiene reservas pero para aprovecharlas hay que invertir. La pregunta es quién lo hará. Si se halla un justo equilibrio entre el riesgo del que invierte y el beneficio de quien recibe aparecerá la participación en la forma de impuesto a las ganancias, en la de regalías, o en la participación accionaria de una sociedad.

    –¿Y cuál sería ese equilibrio en esta coyuntura?
    –Está clarísimo que hay una mayor participación estatal, y por qué no pensar que el péndulo forma parte de los ciclos de la historia. La sociedad va ajustando por prueba y error. A lo mejor se había ido a una exagerada privatización, con algunos errores. Ahora hay que corregir esa situación, aunque habría que evitar una exagerada estatización. Tal vez en el punto medio se encuentre el camino.
     
    –¿Cómo percibe el futuro petrolero y gasífero de la Argentina?
    –Preferiría hablar del futuro energético, que está totalmente vinculado, porque a partir del gas y del petróleo se genera energía eléctrica. No se trata de una cuestión de voluntarismo, sino de que recibamos señales desde la sociedad y el país de hacia dónde queremos ir.
    Tendría que haber un reconocimiento de la realidad, en el sentido de que el motivo que hoy alimenta la demanda de los distintos recursos energéticos no es otro que el nivel de precios muy bajo. Porque si vemos los países de la región, que también son autosuficientes en hidrocarburos como Brasil, –después de una política energética muy clara–, observamos que tienen precios más altos en comparación con la Argentina. Por lo tanto hay necesidad de establecer reglas de juego, dejar que las fuerzas del mercado operen. Simplemente poner controles adecuados dentro del marco de la ley.
     
    –¿Cree posible que recuperemos la autosuficiencia?
    –Estoy convencido de que se pueden hacer los esfuerzos para recuperarla. Que la tengamos va a depender de si realmente en nuestro subsuelo o en la plataforma continental ese petróleo está, cosa que no conozco adecuadamente y que sólo la exploración determinará. Hoy, mantener niveles de precios bajos lo único que consigue es exacerbar el problema.
    En nuestras casas consumimos gas natural, por el que estamos pagando (depende del caso) cinco veces menos que lo que paga una persona que vive en un lugar que no tiene acceso a la red y depende de comprar una garrafa.
    Puesto de otro modo: las refinerías no están exentas de sufrir un accidente, hoy en el país están al máximo de su producción, en particular las de gasoil. La nafta es otro tema porque sobra al no haber suficiente demanda en el mercado interno y se exporta. Si por una mala maniobra o defecto de un equipo por más previsiones que se tomen, se produce un accidente, hay un serio problema. Digamos que si las dos refinerías más grandes del país –que no son de Shell– y que cubren 22% del mercado se frenaran de golpe por dos días, se para la economía… Por eso digo que para que un país tenga la capacidad de absorber picos, tiene que tener siempre entre 25 y 30% de capacidad excedente, no utilizada, para moverse en ese pico, y hoy estamos casi al límite.

    –Teniendo en cuenta los cambiantes ciclos políticos que caracterizan al continente, ¿es posible ofrecer reglas de juego tan estables como las que piden para invertir?
    –En nuestro país, no podemos pensar que todo lo que se hizo en la anterior administración está mal, y empezar todo de vuelta. Tenemos que tratar de ir construyendo sobre lo que hizo el antecesor, cambiando lo que se tiene que cambiar pero dejando lo bueno que hoy tenemos. Y esto en algún momento va a ocurrir. En el sector energético tenemos una maraña de regulaciones, decretos, resoluciones, disposiciones, que algún día habrá que sentarse y decir “hagamos un presupuesto base cero”.
    Cuando los políticos se transformen en estadistas o éstos superen en cantidad a los políticos, ahí va a empezar el progreso. Normalmente uno extraña a Presidentes como Arturo Frondizi, porque daban una visión de más largo plazo. No se quedaban en la coyuntura porque veían un país que iba más allá de su gobierno. M