La vida en consorcios en 2025 se configura como un escenario complejo, marcado por conflictos tradicionales, el impacto de nuevas tecnologías y dificultades económicas. Martín Eliçagaray, especialista en Tecnología aplicada a la Propiedad Horizontal y fundador de Simple Solutions, ofrece un diagnóstico pormenorizado de las problemáticas más frecuentes en edificios y urbanizaciones cerradas.
Entre las disputas más recurrentes, los ruidos molestos encabezan la lista. El especialista advierte que “no hablamos sólo del típico vecino que pone música fuerte”. En la actualidad, las fuentes de ruido se diversificaron e incluyen máquinas de gimnasio en pisos superiores, niños que toman clases de música por Zoom y herramientas eléctricas utilizadas en reformas. “Lo peor es cuando ocurre todo eso en horarios de descanso”, señaló Eliçagaray.
Otro foco de tensiones son las mascotas. En ciertos edificios la cantidad de perros supera a la de niños, lo que genera enfrentamientos entre quienes los aman, los toleran o los rechazan. Además, se suman inconvenientes como “los ladridos nocturnos, pelos en ascensores o perros sueltos en espacios comunes”.
Espacios comunes y seguridad
La disputa por el uso de espacios comunes también cobra relevancia. El salón de usos múltiples (SUM), la pileta, el quincho y las parrillas se convirtieron en escenarios de conflicto, especialmente en edificios que cuentan con amenities que funcionan como válvulas de escape social. Eliçagaray explicó que “las reservas se agotan, los turnos se pelean y los criterios de uso se discuten a diario”.
En materia de seguridad, considerada la problemática más significativa, la tendencia a reemplazar porteros tradicionales por sistemas digitales o vigilancia tercerizada avanza. Esta transformación genera tensiones gremiales, además de debates éticos y afectivos. “Cada vez más consorcios evalúan esta alternativa”, indicó el especialista.
La falta de controles adecuados en accesos pone en riesgo la seguridad. Muchos consorcios permiten la entrada de personas no autorizadas, como trabajadores o desconocidos, no solo por las puertas principales, sino también en áreas comunes como el SUM, el gimnasio o la piscina. Eliçagaray advirtió que “la falta de controles adecuados puede llevar a que personas ajenas al consorcio accedan a estos espacios comunes y generen conflictos por el uso no autorizado”.
Tecnología y costos
La obsolescencia o el mal mantenimiento de los sistemas de control de acceso constituyen otra fuente de vulnerabilidad. El especialista señaló que “los sistemas que no se actualizan con frecuencia o que no se mantienen en condiciones adecuadas pueden dejar de ser funcionales”.
En cuanto a las expensas, la suba de costos se registra incluso en edificios sin amenities. Los gastos en luz, gas, limpieza, seguros y mantenimiento hacen que las expensas se conviertan en una carga difícil de sostener para muchas familias. Eliçagaray explicó que “lo que antes era manejable hoy se volvió una carga insostenible para muchas familias”.
El fenómeno de los alquileres temporarios representa un desafío adicional. El especialista afirmó que Airbnb llegó para quedarse y que este fenómeno impulsa a los edificios a implementar sistemas de control de ingreso para gestionar mejor estos alquileres.
Participación y gestión consorcial
Por último, la falta de participación en las asambleas genera problemas en la toma de decisiones. Muchos vecinos delegan, lo que deriva en decisiones poco consensuadas, gestiones ineficaces o incluso conflictos judiciales. Según Eliçagaray, “muchos vecinos no se involucran. Delegan. Y eso lleva a decisiones poco consensuadas, a gestiones ineficaces o, peor aún, a conflictos judiciales”.












