La inteligencia artificial (IA) continúa avanzando, pero para muchas organizaciones argentinas sigue siendo una promesa lejana. Según un estudio de Microsoft, solo seis de cada diez pymes en el país utilizan esta tecnología. El verdadero desafío, especialmente para quienes están dando sus primeros pasos, no es tecnológico sino estratégico: diseñar una hoja de ruta que conecte visión, cultura y resultados.
Para la empresa argentina RMR, implementar IA no se limita a adoptar herramientas, sino que implica transformar la manera en que una compañía piensa, decide, potencia a sus talentos y evoluciona. En palabras de Mauro Kessler, director de RMR, “la verdadera pregunta no es qué tecnología vamos a usar, sino cómo vamos a seguir siendo nosotros mismos en esta nueva etapa”. Kessler destaca que el éxito de la automatización depende no solo de herramientas como RPA o inteligencia artificial, sino de cómo se integran en la cultura y estrategia de cada organización.
Muchas empresas sienten la presión de incorporar IA, pero no saben por dónde empezar o temen quedar rezagadas. En este contexto, el gobierno de automatización surge como un marco estratégico que organiza, guía y conecta cada proyecto con los objetivos del negocio, desde la selección tecnológica hasta la gestión del cambio cultural. Este modelo permite no solo mejorar la eficiencia operativa, sino también medir el impacto, escalar soluciones y empoderar a los equipos humanos. Según Kessler, “no hace falta tener todo resuelto: hace falta tener una estrategia flexible, una visión clara y aliados que comprendan tanto de tecnología como de cambio organizacional”.
El gobierno de automatización no implica necesariamente sumar más personal, sino que puede comenzar con referentes internos que dediquen parte de su tiempo a la transformación, adoptando nuevas formas de trabajo que permitan adecuarse al entorno actual. Así, se crea un ecosistema donde tecnología y personas conviven con un propósito. Alessandro Veronesse, Digital Solution Leader en RMR, advierte que “el error más común es automatizar sin un modelo de gobernanza. Eso impide escalar, genera soluciones aisladas y limita el retorno de inversión”.
Los beneficios de una automatización bien gobernada son concretos. Según Forrester, puede liberar hasta un 20% del tiempo operativo (FTE). Además, aporta trazabilidad en tiempo real, reducción de errores, mayor eficiencia operativa, agilidad en la toma de decisiones, alineación tecnológica con los objetivos del negocio y empoderamiento de los equipos, que pueden enfocarse en tareas de mayor valor.
La automatización no reemplaza a las personas, sino que las potencia. Construir un gobierno de automatización es una decisión estratégica para aquellas organizaciones que buscan liderar en entornos digitales y humanos. Kessler concluye: “Las organizaciones exitosas no son las que más automatizan, sino las que lo hacen con propósito. Que usan la tecnología como un medio, no como un fin”.
