ESTRATEGIA | Portada
Por Andrea Miranda
Muchos motivos pueden llevar a una pareja hasta el altar. Comenzando por el amor y el deseo de fortalecer el compromiso de estar juntos, la idea de formar una familia a partir de la institución del matrimonio hasta, incluso, satisfacer las expectativas de tradición –propias y ajenas– arraigadas culturalmente.
Una constante que se repite alrededor del mundo es que, más allá de cuál sea el fundamento y el rito de cada matrimonio, generalmente detrás de él llega una celebración que, probablemente, sea la más importante en la vida de esas personas. ¿Cuál es el significado de esa celebración? “Una boda es juntar a la gente que más quiero para decirle bien fuerte: ‘Ésta es la persona que elijo para compartir el resto de mi vida’”, resume Bárbara Diez, una de las wedding planners más reconocidas del país.
“Las fiestas, los eventos, siempre fueron acciones con las que la gente rubrica un momento de felicidad”, define el ambientador Martín Roig, quien además destaca cómo el día de la boda “se transforma en un hito y se instala como un momento emblemático: once in a lifetime”.
Según recuerda Rebecca Mead, autora del libro Un día perfecto: la venta de la boda americana, “las bodas lujosas con la novia vestida de blanco comenzaron en 1840, en Inglaterra, con el casamiento de la reina Victoria y el príncipe Alberto”.
Función extraordinaria
Bárbara Diez contabiliza “123 rubros” a los que se les debe prestar atención en una boda, entre los que están el maquillaje, el peinado, la mantelería, el coche de alquiler, el traje del novio, el vestido de la novia, el ramo, el tocado, los souvenirs y un largo etcétera. “Son un sinfín de proveedores que los novios y sus familias tienen que elegir para que todo salga bien y coordinado”, agrega.
Con semejante diversidad de proveedores, parece acertado buscar un buen CEO: justamente, el wedding planner, proveedor del servicio asistencia, asesoramiento coordinación y, finalmente, dirección de esa enorme orquesta que tiene sólo una oportunidad para sonar afinada. “Un wedding planner –describe Diez– es un organizador profesional de eventos, una especie de hada madrina que acompaña y vela porque todo salga tal cual lo imaginaron los novios”.
“Minimizamos el margen de error y le prestamos mucha atención al detalle. Nuestro servicio es para aquellos novios que están en los detalles, que quieren disfrutar de todo el proceso de organización de su evento y también del día del evento sin estrés ni imprevistos de último momento”, agrega la organizadora. No hay espacio para el error; como dice Roig, se trata de una puesta única: “En el teatro hay otra función; acá, no”.
Entre los más de 100 ítems de la fiesta, los centrales son el lugar, la ambientación, el disc-jockey con su sonido e iluminación y el catering.
Dónde hacerlo
“Hacemos eventos en todo tipo de espacios. Nos piden mucho hacer eventos en casas particulares, en salones de fiestas y también en hoteles cinco estrellas. Cada lugar tiene su encanto. Yo prefiero las casas y espacios propios. De esa manera, los anfitriones invitan a ‘su’ lugar y esto es definitivamente mucho más cálido”, señala la wedding planner.
Roig comenta que puede ambientar cualquier locación, desde hoteles y salones tradicionales hasta jardines de museos y carpas en el medio de un campo. Es que otra de sus especialidades son los eventos tailor made (a medida).
Bárbara Diez
La puesta en escena
Como ambientador, Roig se dedica a una buena parte de la organización –y a una de las más caras, también–. Él se define como un proveedor de un producto de lujo relacionado con la atención que presta “un servicio muy sofisticado, con contenidos de muchísimo valor”. Su trabajo –es pianista y viene del teatro– está muy relacionado con el arte dramático: dirige el equipo, el montaje y la iluminación.
Parte esencial de su tarea es conocer al cliente, pero también “educarlo para que pueda disfrutar de la celebración y conecte con el placer”. Comenta que puede proveer de todo “pero no de actitud”, y que un eje central es que en la fiesta su cliente “no se angustie por nada” porque tiene un equipo ocupándose de cada detalle.
El sello de este “proveedor de lujo”, reconocido en los eventos de alta gama, está en el uso de arañas, alfombras, terciopelo negro y un espíritu “con una fuerte impronta teatral y mucho glam”. Sentado en su estudio –ambientado en negro y crudo, con un piano, candelabros altos con caireles, mesas bajas con velas en jarrones de vidrio y una original iluminación sobre los sillones– él promociona, además, sus puestas de luces y su visión escénica.
Según el ambientador, las fiestas de lujo evolucionaron hasta convertirse en “un producto en sí mismo”. “Hoy el lujo es ser dueño de uno mismo y del tiempo. Una fiesta de lujo está vinculada a una cantidad de contenidos relacionados al poder adquisitivo, como la capacidad de contratar productos de valor y proveedores exclusivos. El cliente de lujo quiere exclusividad, quiere sentir que tiene lo mejor del mercado, quiere nombrar a sus proveedores y que todo el mundo los conozca”, detalla.
Todo previsto
Para que todo funcione a la perfección se toman precauciones: tener a alguien disponible para coser un vestido en caso de urgencia o arreglar el taco de un zapato; disponer de un auto con chofer en la puerta para quien lo precise o contar siempre con grupo electrógeno, son algunas de ellas. “Hay mucho back up de todo. Todo está previsto y hay mucho personal ‘por las dudas’”, detalla Roig. En este caso, “el lujo es poder tener todo disponible y previsto, y eso lo podés hacer con dinero”, analiza.
En cuanto al estilo, Diez dice que “todo se puede hacer”, aunque los organizadores deben “tener sentido común y saber a quién se le ofrece qué”. “Hemos tenido todo tipo de pedidos, desde entrar a la fiesta colgados en arneses, en moto, en globo aerostático o en elefante. Pedidos e ideas hay muchas, no todas son aconsejables para todos los clientes y salones”, resume.
Por eso, Roig explica que la experiencia ligada al talento permite que se tome “un riesgo controlado”. Y que es fundamental que el cliente confíe en su proveedor y que pueda delegar.
Sonidos posibles
Un eje central de la fiesta es el manejo de los tiempos y el clima. Del timing se ocupa el organizador, mientras que el clima tendrá que ver con una buena relación entre la música y los invitados.
“Nuestros clientes eligen qué tipo de show quieren, e inclusive algunos no quieren shows sino sólo un buen DJ. Nosotros los aconsejamos y guiamos de acuerdo a lo que vinieron a buscar, al perfil que le quieran dar al evento y al presupuesto con el que cuentan. Cada fiesta es muy distinta a la otra”, detalla Bárbara Diez.
Entre los líderes de este segmento, Roig menciona a Alejandro Massei, Osvaldo Mahler, Pont Lezica y el grupo de DJ Sarapura, todos con una altísima inversión en equipos. Los escenarios giratorios y las pistas de baile también son una opción para atraer la atención; las hay “súper desarrolladas (de bronce, con leds)” y su alquiler puede costar $40 mil.
En estos eventos –dice Roig–, “el factor sorpresa es lujo”. Por eso, y para animar la fiesta, los novios pueden elegir distintos tipos de shows, algunos infalibles. “Palito Ortega es uno de los mejores shows que se pueden tener: les gusta a jóvenes y a mayores, es magnético, la gente se vuelve loca”, describe el ambientador. Dice que si hay tango, sucede lo mismo con Mariano Mores y su orquesta. Otros shows de estas bodas pueden aparecer de la mano de Diego Torres o Los Auténticos Decadentes (en estos casos, a un costo de alrededor de US$ 500 el minuto).
Otra posibilidad en ascenso para impactar en eventos de alta gama (aunque más para 15 años, Bar y Bat mitzva) son las producciones de video, por ejemplo imitar uno de Britney Spears (la agasajada se transforma en la protagonista y bailarines contratados terminan de dar el marco al videoclip que se proyectará en la fiesta; puede costar $ 50.000).
El catering
Lo que se degusta en las fiestas es un punto muy importante. EAT Catering es una de las empresas líderes para el segmento. Tommy Perlberger, uno de los dueños de la empresa, explica que todas las bodas para las que trabajan “son de lujo” en tanto proveen a “clientes gourmet que quieren algo especial y distinto”. Atienden alrededor de 40 bodas al año, además de otros eventos.
Según si el evento es más tradicional (en mesas) o más moderno e informal (en livings, por ejemplo), se ofrece un menú tradicional o un menú para comer sólo con tenedor. Y apuntan a distinguirse por “la originalidad, el diseño, la estética de la presentación de los platos: bandejas con luces o carritos iluminados”.
En el cóctel se sirven “bocaditos muy frescos, con materias primas de muy buena calidad” que cambian una vez por año y son “parte de la marca registrada de la empresa”. También puede haber puestos de comida a cargo de especialistas: la barra de sushi está a cargo de un japonés, la mesa hindú, de una cocinera india, en tanto un sirio se encarga del shawarma. Otras opciones son las mesas de bruschettas y de blinis, pequeños panqueques, sobre los que se apoyan diferentes pescados.
En las bodas más tradicionales, la entrada puede incluir un “tapeo giratorio” que se combina con una ensalada verde previamente servida a cada comensal. Para el plato principal, EAT “juega con diferentes carnes: cordero, carnes braseadas en cocciones largas en su propio jugo, codornices, mini pollos o pescados como salmón”. En las bodas con armado de livings, para evitar el cuchillo, aparecen los risottos y los platos salteados al wok. Y la mesa dulce –momento muy esperado en la fiesta– se luce con 20 tipos de dulces “que, más allá de la producción grande, son y tienen aspecto de artesanales”, explica el chef.
Perlberger señala que “es muy distinto un casamiento judío y un casamiento católico: en los católicos se le da mucha importancia a la fiesta en sí, al baile, y no tanto a la comida; en los judíos es muy importante la comida, hay mucho énfasis en su cantidad y calidad, en que sea distinta y en que se diferencie por todo”.
El rol central de los invitados
Roig resalta la idea de que el invitado va a la fiesta “con una altísima expectativa, como cuando va a un espectáculo”. “Te da un voto de confianza para que vos lo sorprendas (como en el teatro). El invitado quiere ser actor”, describe.
Generalmente, quienes pueden darse el lujo de hacer una boda de lujo ya participaron en muchos eventos de características similares. Por eso, siempre se piensa –y ofrece– algo más de lo que se espera. Y se mima permanentemente a los novios.
El desafío de un evento de estas características es que, aun con un enorme despliegue, “se vea natural y el invitado no sea sometido al poder económico de su anfitrión”, sino, por el contrario, “se sienta cómodo y relajado”. “Finalmente, el éxito lo da el invitado”, apunta Roig.
Las bodas emblemáticas Quizás la boda del príncipe Rainiero de Mónaco con Grace Kelly sea una de las más emblemáticas del mundo. De hecho, según Martín Roig, “no hubo boda más espectacular”. Como ella, la boda de la princesa Máxima Zorriagueta con el príncipe Guillermo de Holanda, la de Letizia y el príncipe Carlos de España y demás enlaces de la realeza. Y otras, con gran despliegue, provenientes del mundo de las celebrities como la boda de Paul Mc Cartney con Heather Mills (en un castillo irlandés) y la de Tom Cruise con Katie Holmes (en un castillo italiano). |