Opinión |

Reflexionar y entender una crisis 50 años después de ocurrida tiene un alto valor histórico y una escasa significación práctica. Ahora, cuando la interpretación de lo acaecido ocurre a poco más de 40 meses de los hechos estudiados, cobra otra vigencia.
La crisis financiera sistémica global (entre 2007 y 2009), que algunos llamaron la “gran recesión”, se ve con otra luz con un libro aparecido recientemente. Que es relevante porque se concentra en la prevención de este tipo de colapsos y en los beneficios que tiene un diagnóstico correcto cuando es oportuno y puede ser compartido por los reguladores del momento.
Lo que no fue el caso. Pero que podría serlo en la próxima oportunidad.
Algunos sostienen que el reciente Slapped by the Invisible Hand: the Panic of 2007 (Oxford University Press), de Gary Gorton, es lo mejor del momento en su tema. Esencialmente, detalla el paso de la crisis a la recesión en Estados Unidos.
El autor procede de Yale y Un cachetazo de la mano invisible o el pánico de 2007 se centra en agosto de ese año. Entonces, los mercados especulativos se encontraban en las garras de un fenómeno que la sapiencia convencional consideraba imposible. Nada menos que un pánico bancario del tipo que había golpeado al capitalismo occidental una docena de veces entre 1837 y 1907.
En esta oportunidad, no se trataba de depositantes e inversores haciendo colas ante las puertas cerradas de instituciones financieras minoristas, sino de banqueros generando corridas sobre otros banqueros. En lugar de domicilios físicos, el juego sucedía en una intersección letal: el negocio de titulización y un sistema bancario tan grande como poco diáfano. Son dos sectores casi inexistentes hace unos 25 años.
Resulta fascinante seguir la historia de un período calmo de la banca estadounidense, casi 75 años sin un solo pánico y cómo abrió paso a un semisísmico colapso. No sin varios años de tumultuosos cambios entre bambalinas. También son sugestivas las implicaciones si las autoridades hubiesen actuado en forma diferente. Después de todo, si la licuación de activos creó un pánico “tradicional” en un nivel superior de abstracción, controlarlo debía haber sido más fácil.
La gran virtud del libro, a juicio de los analistas, es haber sido escrito originalmente casi en tiempo real. Eran dos ensayos que Gorton redactó para dos conferencias de la Reserva Federal. La primera, anual, fue la edición 2008 en Jackson Hole, agosto. La segunda se reunió en isla Jekyll, mayo de 2009. El texto también incorpora una tercera parte, 15 años anterior, cuando el actual sistema financiero recién se gestaba. La forma final constituye el libro de 2010.
El conjunto se cierra con “un mensaje para lectores de 2107”. Ahí queda claro –en el planteo de Gorton– que “la reforma Dodd-Frank y la de protección al público probablemente no hayan alcanzado, solas, a impedir futuros pánicos”.
Un pánico clásico
Según el ensayista, lo de 2007 fue pues un pánico clásico. Excepto que, en este caso, un terror a los “activos tóxicos” se filtró en la economía occidental. Recién hoy, la mayoría de los observadores está llegando a similares conclusiones en todo tipo de textos y medios. Dado que Gordon estuvo entre los primeros en tocar esos temas, intervino en diciembre entre quienes expusieron ante el comité de investigaciones sobre la crisis financiera de 2007/09. Lo acompañó Filippos Angelidis, ex tesorero de California.
En otras palabra y con cierto retraso, en 2011 irá surgiendo un consenso merced, en mucho, al libro de Gorton. Tal como su narración se desenvuelve, el Cachetazo de la mano invisible desemboca en una clave: prevenir. El lector, en efecto, concluye que las cosas habrían sido muy distintas si los reguladores hubiesen visto la luz a tiempo.
¿Por qué el autor se centra en 2007? Porque no es un economista ordinario: amén de dos títulos en humanidades (uno de ellos en literatura china), obtuvo el doctorado con una tesis –Rochester, 1983– sobre pánicos financieros en EE.UU. durante el siglo 19, asunto nada común en esos tiempos. Después de varios años en la RF de Filadelfia, pasó a Wharton y luego a Yale.
Sus experiencias más interesantes –admite Gorton– fueron como consultor de la división Finanzas de la aseguradora American International Group (su rescate costó en 2008 al fisco unos US$ 170.000 millones. A partir de 1986, se dedicó a armar mercados de rubros exóticos para el gigante, tarea donde descollaron sus conocimientos de historia oriental y su práctica profesional. “Desde ese ángulo –apunta Angelidis–, pudo seguir de cerca los acontecimientos a partir de 2006”.
Precisamente, por entonces recordaba a la RF historias olvidadas. Por ejemplo, media docena de cracs durante la época de los bancos estadounidenses de alcance nacional. Esta abarcó 50 años, desde 1863 (cuando el Congreso autorizó patentes bancarias y creó una moneda uniforme) hasta 1913, cuando se organizó el sistema de Reserva Federal tras el pánico financiero de 1907.
Por lo común, los pánicos ocurrían cerca de picos en ciclos cortos de negocios. Cualquier noticia inesperada hacía que los depositantes corrieran a los bancos exigiendo la restitución del dinero. Claro, las instituciones lo tenían colocado y, por ende, caía una tras otra. Lo sucedido a partir de 2007 no fue otra cosa que un pánico corregido y aumentado.

