Sí, es tecnología, pero con mucha estrategia de negocio

    TECNOLOGÍA |

    Por Mario Lia


    Steven Mills

    Mercado estuvo presente en el evento Pulse 2011 que IBM realizó en la ciudad de Las Vegas, Nevada, EE.UU. Esta compañía reunió unos 7.000 asistentes, en su mayoría socios de negocio y clientes de todas partes del mundo.
    Las empresas y organizaciones de toda clase, incluyendo a las de gobiernos, enseñanza y atención de la salud, ejecutan sus operaciones utilizando activos físicos, como oficinas, plantas, equipamientos, vehículos, artefactos de iluminación, calzadas y una lista interminable. Son los activos que componen la infraestructura de empresas, universidades, hospitales, ciudades, redes eléctricas, redes de distribución de agua y otros. La infraestructura concreta cuyo producido es capaz de satisfacer o no a clientes de empresas, usuarios de servicios y ciudadanos. La que da los resultados de la vida real.

    Infraestructura inteligente
    Generalmente, estos activos físicos de los que hablamos están presentes en los sistemas de información. Tienen número de inventario, una descripción y algunos datos de mantenimiento, cuando los hay. Son bienes que se amortizan de diferentes maneras y suele ser difícil determinar el retorno que entregan a cambio del dinero invertido.
    Lo que IBM plantea es un monitoreo y análisis permanente de ese mundo físico y lo hace utilizando plataformas que nacieron en la administración de redes, como es el caso del software Tivoli. Este software fue creado para mantener la salud de las redes de computadoras. Es un producto que ha evolucionado desde hace unos 20 años y que ahora, aprovechando la posibilidad de sensores, medidores, etiquetas de radio frecuencia (RFID) y toda clase de conectividad digital inalámbrica con redes 4G, puede colectar en tiempo real lo que esos activos físicos operativos van informando. Los objetos físicos son ahora “inteligentes” en su mayoría y pueden participar en un sistema de información.
    Esta posibilidad de una infraestructura inteligente abarca industrias como las telecomunicaciones o el transporte. Pero también es utilizable en el control de funcionamiento de ascensores, escaleras mecánicas, cajeros automáticos, cadena de frío, equipamiento hospitalario y administración del consumo de recursos de energía en general.
    No solo se puede racionalizar el uso de los activos físicos para optimizar su aprovechamiento. También se evitan situaciones críticas, como las de un equipamiento hospitalario que agota su capacidad ante una urgencia o un desperfecto en un vagón de tren, donde un sensor de vibración puede predecir un desperfecto.
    “Ciudades de todo el mundo son cada vez más inteligentes mediante el monitoreo y análisis de datos de sus calles, cañerías y edificios. Esto se aplica a ciudades grandes, viejas o nuevas, que pueden ser más eficientes con operaciones sustentables,” dijo David Barlett, VP de soluciones por industria de IBM. Y esta cita la traemos porque “viejas o nuevas” es una definición clave: ya se cuenta con la tecnología necesaria para que la inteligencia se pueda agregar a toda clase de infraestructura.
    Activos físicos que informan su utilización, redes eléctricas que evitan pérdidas innecesarias o cañerías que reportan caudales y presiones son fuentes de generación de datos. Es por eso que este enfoque “smart” no tendría demasiado sentido sin las herramientas para el análisis de esos datos. En este aspecto, IBM cuenta con su plataforma de software de Cognos, una de las empresas de business intelligence que adquirió hace pocos años.

    Visibilidad, control y automatización
    ¿Qué tan buena puede ser una infraestructura inteligente si su manejo es trabajoso y lento? Seguramente el impacto de su utilización no sería el esperado. Las organizaciones de hoy deben ser flexibles, adaptables, innovadoras. Digamos que, además, deben serlo en dar respuesta y también en forma proactiva.
    Esa infraestructura inteligente, donde una empresa no compra nuevos activos físicos cuando tiene unidades con baja o ninguna utilización en su inventario, no sería factible si se generara un contrapeso de costo en el departamento de Tecnología de Información (TI).
    Los departamentos de TI tienen presupuestos apretados. Los accionistas y directivos de las empresas y otras organizaciones quieren hacer más con menos. “Es por eso que hay que hacer lo correcto en términos de visibilidad, control y automatización,” dijo David Sabbah, VP de la división Tivoli de IBM.
    La integración de los servicios que hacen a la administración del TI es una de las piezas básicas en esta convergencia de infraestructuras físicas y digitales. Esa integración es la que permitirá tener casos de negocio rentables cuando la organización deba enfrentarse a este nivel de cambio sin paralelo que hoy vive.
    Ese cambio continuo exige reacciones inmediatas; demanda una excelente ejecución y mecanismos para detectar oportunidades antes que la competencia. Ni la infraestructura de TI, ni la de los activos físicos, deben ser obstáculos o elementos difíciles de adaptar y alinear.
    Las empresas, organizaciones y Gobiernos deben producir cambios que mejoren lo que reciben sus clientes. Hacer más y mejor con lo que se tiene. IBM presentó el ejemplo del Distrito de Columbia, donde sus cañerías de agua y cloacas, construidas en el siglo 19, fueron integradas a un sistema de monitoreo y análisis de datos, reduciéndose los reclamos de usuarios en 36% anual. Eso equivale a menor costo de reparaciones y mayor satisfacción de clientes.
    ¿Y cómo se logra que la tecnología de información sea una herramienta con impacto económico positivo en el negocio? Una de las respuestas a esta pregunta es la promesa de cloud computing, un concepto del que mucho se habla y que tal vez convenga desarrollar un poco.

    Las ventajas de andar por las nubes
    Estudios realizados por consultoras especializadas indican que durante 2010 se gastaron US$ 17.000 millones en proyectos de cloud computing (computación desde la nube)
    Pero, ¿qué es cloud computing? Los especialistas la definen como a un entorno desde el que se obtienen los recursos necesarios sin “ver” los detalles de la infraestructura que los provee y sin tener que ocuparse de ellos. Ejemplo: se necesita un servidor para una nueva aplicación y no hay que salir a comprar uno, buscarle lugar en el centro de datos, hacer que el administrador lo configure, instalar la seguridad, la conexión a las redes, el backup, etc. Uno “solicita” la máquina que necesita y esta se crea virtualmente. Alguien o algo nos da CPU, espacio en discos, memoria y todo lo que hace falta. Nosotros, desde afuera de la nube, lo usamos.
    Hay varias formas de tener nubes. Hay nubes públicas como las de Google o Microsoft; hay nubes privadas que son para uso exclusivo de una empresa u organización y tenemos también nubes híbridas, que son un modelo mixto.
    Simplificando, adentro de la nube existen recursos físicos como servidores, dispositivos de almacenamiento, switches, routers, etc., sobre los cuales se van generando máquinas virtuales.
    Como las máquinas físicas en general son subutilizadas, lo que aquí ocurre es que todo se aprovecha al máximo. Los datos se comprimen; se eliminan los duplicados; cada aplicación utiliza recursos según el nivel de respuesta esperado en velocidad y volumen, etc. Todo ocurre dentro de la nube.
    Si un esquema de esta clase necesitara de la administración tradicional, solo estaríamos ahorrando en hardware, energía y espacio. Pero afortunadamente existen elementos que automatizan gran parte de la tarea, provisioning (provisión automatizada) y otros recursos de administración dinámica. Una compañía puede obtener así grandes economías en el costo total de propiedad (TCO) de su TI.
    ¿El equipamiento ideal para abastecer la nube? Idealmente sería una máquina grande y poderosa, capaz de alojar cientos o miles de servidores virtuales. Sería algo así como un mainframe… de esos que tiene IBM.