ANÁLISIS | Escenario global
A fines de 2010, la segunda economía del globo contaba con 45 megavatios de capacidad eólica instalada, nada menos que 73% sobre los 26 de apenas un año atrás. Entretanto, a diciembre último Estados Unidos sumaba 40 megavatios. Todas estas cifras provienen del Consejo Mundial de Energía Eólica (CMEE), Bruselas.
No satisfecho con ello, el Gobierno chino se propone elevar todavía más la oferta disponible. Sus metas son ambiciosas: 100 megavarios para 2016 y el doble para 2020.
Louis Schwartz, abogado estadounidense especialista en el campo energético oriental, señala que –en privado– sus colegas locales hablan de 150 megavatios ya en 2015 y de 250 cinco años después. “Soy muy optimista en lo tocante al crecimiento de la energía eólica en China. Sus autoridades no tendrán obstáculos para poner en juego una enorme capacidad”.
El letrado preside China Strategies, una consultoría de Pittsburgh. “Como sea que vengan las estadísticas o los pronósticos en danza –subraya Schwartz–, la expansión está asegurada”. Pero ¿por cuánto tiempo y a qué precio? Sucede que tener alta participación del mercado es una cosa y otra, muy distinta, es ser una compañía rentable, bien manejada.
Gracias a los habituales vaivenes chinos, la realidad de su negocio eólico es tan contradictoria como compleja. Al igual que muchas otras industrias, la oferta en el sector de turbinas se halla saturada y por demás fragmentada. Una gran cantidad de operadores relativamente antiguos o nuevos, locales o extranjeros, pujan por más lugar en el reparto.
Ventajas en casa
“Antes de que el mercado chino de energía eólica remontase vuelo, hace alrededor de cinco o seis años, lo cubrían unos 10 fabricantes de turbinas propios y ajenos”, apunta Jens Tommerup, presidente de la filial en Beijing de la danesa Vestas. Con US$ 9.800 millones en ingresos totales (2010), la empresa ocupa casi 15% del mercado global. En 2005, “las manufacturas no chinas dominaban la plaza”.
Pero, el año pasado, los operadores extranjeros eran casi los mismos y los locales habían aumentado a más de 70”. Sin embargo, tan fluido es el contexto que los operadores extranjeros casi no sufrían los cinco años de contracción en el mercado.
Si bien ese ritmo de crecimiento tiene serias probabilidades de continuar, es muy posible que lo haga en condiciones distintas. Una reciente medida del Gobierno –abrir completamente el mercado a fabricantes extranjeros– comporta el fin de los subsidios a sus rivales chinos.
Ello resulta de reclamos formales estadounidenses ante la Organización Mundial de Comercio (OMC), tras años de tensiones alrededor del tema. Pero también refleja la sostenida confianza de Beijing en sus empresas domésticas y su capacidad de competir apelando a nuevas tecnologías en materia de energía eólica. Por cierto, el gigante figura efectivamente en los proyectos de inversores institucionales. No obstante, la presencia de la manufactura china en el mapa mundial es aún flaca, pues su avance aún prefiere la dimensión local.
En 2010, solo una compañía local ubicada entre las cuatro mayores, Goldwind, exportó turbinas eólicas (4,5 megavatios), pero a un cliente cautivo de Beijing, Cuba. Para la empresa, representaba apenas 0,12% de las nuevas instalaciones, que sumaron 3.739 megavatios el año pasado.
Pero Goldwind apunta ya a los mercados de EE.UU.-Canadá, Unión Europea y Australia. Su meta es que esos destinos absorban entre 20 y 30% de ventas en el curso del quinquenio 2012/16. No pide poco la empresa, pues en 2010 tenía solo 9,5% del mercado global. El resto del segmento incluye Sinovel (11,1% de participación) y Dongfang (6,7%). Entre las foráneas se destacan la estadounidense GE Wind (9,6%), la alemana Enercon (7,2%) y la india Suzion (6,9%). Eso según cifras del informe sobre Desarrollo del mercado para energía eólica de la firma danesa BTM Konsult.
El compromiso chino de expandir el empleo de energía eólica y otras formas renovables está fuera de duda. Al incrementar la parte de combustibles no fósiles en su modelo mixto, el país busca reducir la intensidad de emisiones de monóxido (carbón) y dióxido de carbono (petróleo) de 40 a 50% hacia 2020. Para conseguir ese objetivo, deberá elevar las fuentes de energía renovable en el total generado de 8,5% en 2011 a 15% en 2020 (ER). De los 41.900 gigavatios de consumo eléctrico nacional, apenas 1,6% proviene del viento.
Diversos obstáculos
Pero existe una cantidad de obstáculos. Por ejemplo, según David Dai –jefe regional de investigaciones sobre energía y servicios limpios en Daiwa Capital Markets, Hong Kong–, China “malgasta más de 30% de la electricidad producida. En buena parte, por los cuellos de botella en las redes transmisoras. El grueso de los mayores recursos eólicos se ubica al norte y al oeste del territorio, en tanto la demanda eléctrica se centra al este y al sudeste. Por ende –agrega el experto–, hacen falta proyectos para líneas de alta tensión si se pretende promover un crecimiento a largo plazo”.
Las provincias con mayores instalaciones de energía eólica en 2010 eran Mongolia interior (“la saudiarabia china”), con 13,4 mV, Gansü, Hebei (4,9 ambas igual), Jilin (2,9), Liaoning (4.1) y Shandong (2,6 mV). Mientras las instalaciones han venido expandiéndose a tasas exponenciales, “la inversión en grillas energéticas se retrasaba. Por tanto –señala Dai–, existe solo un máximo de capacidad adicional asequible por año”. De acuerdo con la corporación estatal respectiva (CEG), menos de 30 gigavatios (sobre un total de 45) de capacidad instalada se conectaba a fin de 2010. Tres cuartos del total no conectado funcionaban en Mongolia interior, admite la comisión reguladora eléctrica (CRE).
Entretanto, un déficit general de capacidad transmisora entre las grillas estatales norte y sudeste contribuye a agravar los problemas. Empero, las distancias geográficas no son el único desafío. Así, pequeñas explotaciones energéticas (menos de 50 megavatios) han proliferado sin orden ni concierto.
¿Por qué? Porque los proyectos superiores a ese nivel exigen hasta dos años para tramitarse. Ergo, la comisión nacional de desarrollo y reformas (CNDR), regulador principal en la materia, analiza transferir al nivel provincial los proyectos bajo 50 megavatios. De ese modo, “la grilla estatal podrá planear y controlar conexiones”, apunta Feng Zhao, asesor en BTM Konsult.
Durante el trienio 2008/10, “China añadió entre 16 y 17 gigavatios por año, mientras 12 a 14 gV entraban en conexión”, indica Dai. En 2012/13 la grilla estatal invertirá unos US$ 77.000 millones tendiendo líneas transmisoras de alta tensión entre el norte y el sudeste más tres líneas con 30 gV de capacidad total. Exactamente, alcanzarán para dos años de crecimiento. Pero el país “necesita una línea nueva por año –señala Dai– y el Gobierno declara estar dispuesto a invertir unos US$ 3.300 millones en armar una “grilla inteligente” entre 2011 y 2015”.
Siguiendo al yüan
Otro problema para la actividad eólica se relaciona con la intermitencia y veloz expansión económica. El contexto “se parece mucho al capitalismo perfecto: se impulsa tremendamente un mercado –sostiene Schwartz– y todos se precipitan a usufructuarlo. Así, demasiadas empresas se lanzaron sobre el segmento de turbinas eólicas. No obstante, la mayoría de las 80 o más firmas en el sector no está fabricando turbinas”.
“He verificado datos financieros de ese grupo y descubrí –revela Zhao– que solo 30 realmente instalaron turbinas durante los tres años que median entre 2008 y 2010. Nadie quería perderse buenos negocios y les interesaba amasar yüan. Algunos de esos actores estaban en pequeñas, remotas poblaciones o carecían de tecnología suficiente para manufacturar turbinas. Otras creyeron que podrían asociarse a compañías extranjeras y obtener licencias. Esos tratos no prosperaron y los yüan no aparecieron.
El informe BTM muestra que las cinco máximas fabricantes de turbinas eólicas –Sinovel, Goldwind, Dongfang, United Power, Mingyang– dominan más de 70% del mercado local. Pero, con la competencia recalentándose, los precios han cedido 50% en el quinquenio 2006/10. Hoy representan la mitad de los niveles en la Unión Europea, o sea 3.800 yüan por kilovatio “Los valores medios –subraya Schwartz– son tan exiguos que las compañías extranjeras no pueden competir”. Muchos empresarios chinos creen lo mismo.
Por otra parte, “esos niveles son tan bajos que resulta difícil hacer diferencia, generar fondos extras para cualquier futura investigación y desarrollo”. Así observa Li Zhidong, de la universidad tecnológica japonesa de Nagaoka y experto en energías renovables chinas. “Hay un peligroso exceso de competencia salvaje”.