viernes, 27 de diciembre de 2024

La pobreza territorial condiciona el futuro

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La situación generada en torno a la pobreza, sus características más notables así como el esbozo de algunas medidas que se podrían adoptar constituyen partes del abordaje de uno de los conflictos más críticos de la realidad social que vive nuestro país.

Por Alberto Ford

La pobreza es un proceso complejo cuya influencia depende en gran medida del lugar donde se manifiesta.

En la Argentina la pobreza alcanza masa crítica en el Gran Buenos Aires generando una persistente saturación demográfica cuyo volumen contribuye a desequilibrar la geografía política y económica de nuestro país.

Esa combinación de factores interactivos establece una secuencialidad de bucle que se puede desplegar de la siguiente manera: pobreza / migración / conurbanización / incremento poblacional / desequilibrio territorial / aumento de la pobreza.

El abordaje de la problemática requiere de un marco teórico adecuado; asimismo, el diseño eficiente de políticas públicas se debe combinar con las oportunidades provenientes de vectores exógenos que son parte de la globalización en cuya agenda la pobreza es un ítem fundamental.

Las consecuencias de la pobreza son de lo más diversas. Con respecto a las elecciones generales habidas el mes de octubre de 2023 algunos analistas han puesto en evidencia la relación sinérgica entre pobreza, territorio y demografía.

Según esos puntos de vista el repunte del peronismo en las elecciones generales del mes pasado es consecuencia entre otras cosas de la activación de ese círculo vicioso que ha sido aprovechado al máximo por la primera minoría del espectro político de nuestro país.

El 80% de la pobreza existente en el país se concentra en los conurbanos. Si la lucha para reducirla ha sido infructuosa cabe preguntar qué parte del fracaso se debe a la calidad de las políticas públicas y cuánto a la propia existencia de esa malformación ecosistémica.

Existe la llamada paradoja de los conurbanos por la cual todo lo que se haga para “mejorar” la situación actúa en sentido contrario: los recursos asignados aunque las intervenciones estén bien concebidas obrarán inexorablemente para atraer familias desde lugares donde la pobreza roza la indigencia esterilizando por saturación las medidas adoptadas.

En la búsqueda de mejores condiciones de existencia, las familias pobres migran no solo desde el interior sino también desde los países vecinos hacia las villas y asentamientos del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA).

En destino las espera una vida hogareña y barrial igualmente riesgosa… pero con algunas facilidades que no tenían en sus lugares de origen: acceso gratuito a la salud y la educación, la posibilidad de conseguir un plan, sobrevivir del cartoneo o haciendo changas.

En esas condiciones límites entran a jugar los factores políticos. Desde esa óptica más que un problema a resolver el conurbano pasa a ser una oportunidad.

En 2014 el peronismo presentó una iniciativa parlamentaria por la cual se instituye el 7 de octubre de cada año como el día nacional de la identidad villera.

La pobreza es un sistema multidimensional de índole compleja que muestra muchas facetas y la diversidad de puntos de vista hace posible abordar el flagelo de la pobreza en sus distintos aspectos.

Se puede distinguir, en primer lugar, la familia directamente afectada, pero también los diversos intereses del entorno donde la pobreza se manifiesta a los que se les asigna importantes recursos del presupuesto nacional.

Ese conglomerado está constituido por los políticos encarnados en los punteros, los sucesivos eslabones de las burocracias estatales a cargo de la implementación de los programas sociales (diseño, ejecución, evaluación), las iglesias de distinto signo que tienen un intenso protagonismo, el medio académico que destina muchas horas al estudio de la misma, y el enfoque de los medios de comunicación a través de los cuales se forma la opinión pública sobre uno de los aspectos de mayor incidencia en la marcha de nuestra sociedad.

El hogar pobre es un sistema homeostático queriendo significar con ello que la reacción operada frente a un estímulo negativo hace que ese organismo se acomode rápidamente a la nueva disposición en el diagrama de las fuerzas resultante, para terminar quedando más o menos como estaba al principio pero con una cuota adicional de frustración.

En esas circunstancias opera un sentimiento bastante extendido que es el de la resignación que hace que el descreimiento habitual se afirme en la idea de que nada puede cambiar.

Como cualquier cuerpo vivo, la pobreza pensada como sistema construye sus propios mecanismos autorreferenciales y justificatorios. Obra de esa manera para hacer más llevadera una situación dura y configurar, en un juego de recursividades, un componente de sentido al que ni siquiera se le confiere un carácter transitorio.

Hay fatalismo, y sobrellevarlo implica crear mecanismos de compensación. Esta simbiosis es abarcativa; no solo se refiere a la estructura en sí sino que, invasivamente, compromete a todas las partes integrantes y sus interrelaciones con el entorno.

Aunque un sistema autopoiético se mantenga en desequilibrio, es capaz de conservar una consistencia sistémica al metabolizar permanentemente la energía de su medio; en este caso, los impactos que reciben las familias incluso, paradójicamente, y en no pocas oportunidades, las adversidades que obran para incrementar el sentimiento fatalistas pero también una cuota de resistencia sorda, las ayuda a desenvolverse en situaciones de hostil adversidad. La pobreza termina siendo un estilo de vida al que no es del todo malo pertenecer.

Las condiciones de vida se deben mejorar en los lugares de origen de las familias. Retener la población y recuperar una parte de la que ya ha emigrado amerita generar fuentes de trabajo, acceso a una vivienda digna, fuertes inversiones en salud y educación.

Las mejoras deben tener escala regional mediante la federalización productiva en el ámbito donde se producen las migraciones: el NOA, el NEA, así como en Paraguay y Bolivia. Para ello podemos inspirarnos en la forma en que la Unión Europea encara la problemática de la pobreza y las migraciones.

La reconfiguración territorial y poblacional no necesariamente implica el masivo traslado de las familias que libremente opten por iniciar una nueva vida.

En los tableros de un aeropuerto las luces se prenden y apagan pero están siempre en el mismo lugar; sin embargo esas ondas visuales contienen información que comunicada fehacientemente facilitan la toma de decisiones en el momento oportuno.

Las familias pueden y deberían ir haciendo sus cálculos y los programas anti-pobreza intensificando sus propuestas las que deben ser cada vez más tentadoras y atractivas. El factor movilizante fundamental en las familias pobres son las expectativas favorables en tanto no sean defraudadas.

Algo que se quiera transformar debe arrancar de una inquietud estimulante; el auto conformismo o la resignación homeostática no movilizan.

Empero, el tiempo insumido hasta el logro de resultados sustentables, implica que hay un periodo en el que se debe asistir a las familias. El tipo y calidad de la vivienda transitoria es una variable clave.

La pregunta es si efectivamente la vivienda cumple el rol que se le asigna. En la ciudad de La Plata, se han levantado casas de dos plantas, de buena construcción, que se pueden ver al final de la autopista viniendo de Buenos Aires.

A su frente, en improvisados palenques, pacen atados ejemplares de esa sufrida raza de petisos que a diario, con lluvia o fuertes vientos, tiran sin descanso del carrito de los cartoneros por las calles de la ciudad. Hace años que la situación permanece estable sin haberse modificado y no se vislumbran perspectivas de serlo.

Con ese tipo de desatinos la familia se ve anclada en un lugar donde carece de perspectivas serias de superar su condición. Por el contrario, si esa misma vivienda se levanta en el lugar adecuado, entonces cumple una doble función: responde a una justa reivindicación, pero al mismo tiempo deviene punto de partida para incrementar las opciones de progreso para el núcleo familiar.

Las políticas sociales deben ser una herramienta eficaz para dotar al beneficiario de los recursos necesarios para desenvolverse en el mercado laboral. Una política social no puede concebirse en sí misma al margen de otras variables que hacen a la evolución de la familia.

Por su trabajo debe recibir una paga que alcance para mantener a su familia. Pueden ser microemprendimientos más o menos informales en sus primeros tramos, con una particular tolerancia para dar tiempo a la normalización.

El ascenso social es un proceso de alta complejidad que, en los grandes números, no se da sin la proclividad de un entorno. Eso es ambiente favorable, un estado de ánimo colectivo que se instala a partir de la política y la comunicación.

El tratamiento de la pobreza debe ser específico, a nivel de cada familia. Para ello existen bancos de datos que pueden ser utilizados para una eficaz tarea de promoción de las oportunidades de progreso en cada hogar. Con el big data de hecho ya están funcionando algoritmos que bombardean cada celular para promover el consumo (des)personalizado.

Existe hoy en nuestro país, en sus institutos y universidades, la capacidad suficiente para dotar de las herramientas más modernas para la implementación y gestión de una política como la que estamos imaginando.

En el caso de una política pública de “erradicación de la pobreza/reubicación de la población/desarrollo local” se requeriría un trabajo específico de:

  • diseño de los programas en función de los objetivos gubernamentales;
  • elección de variables a controlar y formulación de los indicadores adecuados;
  • ingreso de la información recopilada a las bases de datos;
  • formulación de los algoritmos y diseño de los modelos
  • simulación de escenarios;
  • elaboración de los modelos operativos (hojas de ruta).
  • evaluación de los resultados y comunicación de lo actuado
  • adecuación iterativa de las políticas públicas

Preliminarmente, podemos ver cómo se pueden gestionar las alternativas de reconfiguración social, demográfica y territorial incorporando indicadores de flujos y reflujos poblacionales, políticas federales de crecimiento, marcha de las inversiones nacionales e internacionales, resultados de las medidas impositivas implementadas, variación de las oportunidades de negocio, creación de puestos de trabajo, etc.

En suma, un modelo de circulación de oportunidades, implementado en forma transparente, puede ser una herramienta para comenzar a reconstruir el país con un aprovechamiento al máximo de las excepcionales condiciones que se nos irán presentando en esta fase de la globalización.

Reinsertarse en el mundo global y establecer relaciones de nuevo tipo implica concebir una macrorregión socio-económica sudamericana y apoyarse en los factores exógenos, básicamente el comercio y la producción a ese nivel, y en las facilidades que brinda la cooperación internacional bien ejecutada.

Acceder a los escenarios deseados y factibles en una política a largo plazo no implica que debamos esperar que emerjan por sí solos. Hay muchas cosas para hacer mientras tanto en torno a la pobreza sin las cuales las soluciones radican en un horizonte que siempre se va alejando.

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