Una nueva y prolongada era





    Los recursos naturales baratos estuvieron en la base del crecimiento económico de gran parte del siglo 20. Pero el 21 será diferente. ¿Será que la economía global ha entrado en una era de precios persistentemente altos y volátiles en materias primas? Un reciente estudio muestra que solo los últimos ocho años revirtieron la declinación del siglo anterior elevando los precios a niveles nunca vistos desde principios de 1900.

    En la última década el mercado de las materias primas avanzó con gran rapidez y fuerza. Nunca en la historia moderna de la economía global el precio de tantos insumos básicos –petróleo, metales, productos de la agricultura– creció tanto ni se mantuvo tan alto durante tanto tiempo.
    A ese increíble aumento de precios se lo llamó el súperciclo de los commodities: un singular periodo de costos altos apuntalados en el lado de la demanda por la industrialización y urbanización de países emergentes, especialmente China; y en el lado de la oferta, por años de baja inversión durante los 80 y 90.
    En los primeros meses de este año comenzó un nuevo debate: si bien hasta ese momento ese ciclo parecía lo suficientemente fuerte como para continuar por años, si no décadas, no faltaron quienes pronosticaron su pronto fin.
    Pero aunque China haya alcanzado un nivel industrial y urbano, otros países como India e Indonesia están en proceso de seguir ese ejemplo.
    Pronto algo quedó en claro. Aunque el ciclo está mostrando señales de fatiga, sería un error decir que ha terminado completamente. Más bien, está entrando en una fase menos intensa, en la cual los precios podrían amesetarse en su actual nivel alto en lugar de continuar subiendo como ocurrió en la fase anterior entre 2002 y 2012. Por lo tanto, no es probable que se derrumbe el precio de las materias primas. Y con un fino equilibro entre oferta y demanda, cualquier caída violenta en la producción causada por mal tiempo, huelga o conflicto militar, por ejemplo, podría enviar violentamente los precios hacia arriba, a nuevos récords.
    Luego de una década de permanente alza de precios interrumpida brevemente por la crisis financiera global de 2008-2009, los precios de muchos commodities retrocedieron en los últimos meses de sus niveles récord. Pero todavía siguen en un nivel mucho más alto del anterior al comienzo del ciclo 10 años atrás. El petróleo crudo, por ejemplo, se está comerciando aproximadamente a US$ 100 el barril, muy por debajo de los US$ 147 de 2008. Pero se mantiene muy por encima del promedio de US$ 18,5 de los años 90. Lo mismo ocurre con casi todos los productos primarios. El hierro está a alrededor de US$ 135 la tonelada, debajo del pico de casi US$ 200 pero todavía muy por encima de los niveles anteriores, de US$ 15 y US$ 20 la tonelada. Lo mismo pasa con la soja y otros productos agrícolas, centrales en el esquema exportador argentino. En síntesis: los precios se van a estabilizar altos, con picos periódicos alrededor de su nuevo nivel “normal”.
    Equivocadamente ya se habló en el pasado de la muerte de este ciclo alcista. En la crisis financiera global de 2008-2009 el Banco Mundial dijo que había que entenderlo como “otro ciclo más en la larga historia de los precios de las materias primas”. Comparaba el aumento que comenzó en 2002, cuando se aceleró la demanda china de productos primarios y la economía global gozaba de un sostenido crecimiento, con anteriores ciclos de “auge y caída”, como el que siguió a la crisis petrolera de los años 70 del pasado siglo.
    Otros se hicieron eco de esa teoría, lo cual terminó desplomando los precios a futuro y las acciones de las compañías de recursos naturales. Sin embargo, los commodities se recuperaron con fuerza, dando a entender que la crisis financiera sería poco más que un contratiempo temporal, cuyos efectos serían compensados por una fuerte demanda.
    A medida que se vaya recuperando el crecimiento económico global en los próximos años, también lo harán los precios de las materias primas. Desde esa perspectiva, la actual fase es solo una pausa en el desarrollo del ciclo alcista.
    Los precios podrán saltar de cuando en cuando, como lo están haciendo ahora los de las materias primas alimentarias. Sin embargo, las ganancias ya no serán para todos los sectores a la vez: energía, alimentos, metales y minerales. El cambio significaría menos oportunidades para traders e inversionistas.
    Los inversionistas que seguían los índices de precios para ver, por ejemplo, qué daba más ganancia, si el cacao o el aluminio, ya no harán tanto dinero.


    Raúl Prebisch

    Los próximos 20 años
    Un estudio reciente realizado por el McKinsey Global Institute muestra que solo los últimos ocho años revirtieron toda la declinación del siglo anterior elevando los precios a niveles nunca vistos desde principios de 1900. Además, la volatilidad es ahora mayor que nunca desde los años 90 sacudidos por el shock del petróleo porque los precios de las materias primas se han movido, cada vez más, todas juntas.
    El análisis sugiere que los precios seguirán altos y volátiles durante por lo menos los próximos 20 años si se mantienen las tendencias actuales, mientras los mercados globales de recursos oscilan en respuesta al aumento de la demanda global y a la inelasticidad de la oferta.
    La demanda de energía, alimentos, metales y agua debería aumentar inexorablemente a medida que 3.000 millones de nuevos consumidores de clase media vayan entrando en escena durante los próximos 30 años. Se calcula, por ejemplo, que el número de automóviles se duplicará hasta llegar a 1.700 millones en 2030.
    En India, se estima que la ingesta calórica por persona crecerá 20% durante ese período mientras que el consumo de carne per cápita en China podría subir 60% a 80 kilogramos por año. La demanda de infraestructura urbana también subirá. China, por ejemplo, podría construir una superficie equivalente a 2,5 veces la superficie residencial y comercial de la ciudad de Chicago, mientras India podría agregar una superficie igual a otra Chicago cada año.
    En realidad, semejante crecimiento en la demanda de commodities no es inusual. Se observaron factores similares durante todo el siglo 20 a medida que se triplicaba la población del planeta y la demanda de varios recursos naturales saltó de 600 a 2.000%. Si la oferta se hubiese mantenido constante, los precios de los commodites se habrían ido a las nubes. Sin embargo, las impresionantes mejoras logradas en técnicas de exploración, extracción y cultivo mantuvieron la oferta por delante de las crecientes necesidades globales con lo que se redujo casi a la mitad el precio real de los principales productos primarios. Esta capacidad para acceder a recursos cada vez más baratos fue lo que permitió a la economía mundial crecer 20 veces.

    Las nuevas diferencias
    Hoy hay tres diferencias. Primero, sabemos del posible impacto climático de las emisiones de carbono asociadas al aumento en el uso de los recursos. Sin grandes cambios, las emisiones globales de dióxido de carbono seguirán significativamente superiores al nivel requerido para mantener los aumentos en las temperaturas globales por debajo de los 2 grados centígrados, el umbral identificado como potencialmente catastrófico.
    Segundo, se está volviendo cada vez más difícil aumentar la oferta de materias primas, especialmente en el corto plazo. Si bien podría no haber escasez absoluta de recursos –ese posible peligro generó históricamente innovaciones que aumentaron la eficiencia– estamos en un punto donde la oferta es cada vez más inelástica. Los costos marginales de largo plazo están aumentando para muchos recursos mientras se aceleran las tasas de agotamiento y las nuevas inversiones se realizan en lugares más complejos y menos productivos.
    Tercero, los nexos entre los recursos están adquiriendo importancia. Consideremos, por ejemplo, los posibles efectos de propagación de la escasez de agua en un momento en que aproximadamente 50% de toda el agua es consumida por la agricultura y 12% por la producción de energía. En Uganda, la escasez de agua llevó a una escalada en el precio de la energía, lo cual a su vez incrementó la quema de madera para combustible, lo cual produjo la deforestación y degradación del suelo y puso en peligro la oferta de alimentos.
    Mantener los precios altos es una forma de acercar la oferta y la demanda a un casi equilibrio, pero no un medio deseable para políticos y empresarios, pues eso puede sacrificar ganancias y crecimiento. Otro método es extraer más productividad de los recursos naturales mejorando, por ejemplo, las tasas de recuperación de la minería haciendo los hogares más eficientes en el uso de la energía y capturando y reusando el agua potable.
    La investigación sugiere que la mayor productividad de los recursos podría, por sí sola, satisfacer más de 20% de la demanda que se prevé para 2030 de energía, acero, agua y suelos. Además, si los precios de los recursos se mantienen altos en el largo plazo podrían crear los incentivos necesarios para hallar grandes avances, especialmente en tecnologías relacionadas con la energía que podrían reducir las emisiones de dióxido de carbono.
    Habrá mucho más para hacer, y el informe no sugiere que sea fácil; habrá que superar grandes barreras políticas, de conducta e institucionales. Sin embargo, a medida que entramos en una nueva era de los commodities, lo único que queda por hacer es actuar.

    Cuatro áreas de acción

    Las que siguen son cuatro de algunas de las prioridades que identifica el estudio de la consultora McKinsey para aumentar la productividad de las empresas. Son oportunidades que darán a las empresas la posibilidad de crear negocios rentables y ayudar a otros a mantener los costos y los riesgos bajo control.
    Eficiencia energética para edificios. Mejorar el uso energético de los edificios residenciales y comerciales es la oportunidad más grande identificada en la investigación. Equiparlos con un adecuado sistema de aislación –combinado con sistemas de calefacción y refrigeración– es una enorme oportunidad especialmente en países desarrollados.
    Desperdicio de alimentos. El mundo genera unos 10 millones de toneladas de desperdicios alimentarios por día –20 a 30% de toda la comida en la cadena de valor–. En los países desarrollados, la vasta mayoría del desperdicio se produce durante el procesamiento, empaque y distribución. Los países en desarrollo pierden una parte importante de sus alimentos luego de la cosecha por deficiencia en los depósitos e insuficiente infraestructura de distribución. Hay una gran oportunidad en mejorar los depósitos y los sistemas de transporte.
    Vehículos de próxima generación. En el futuro la competitividad de costos de los vehículos eléctricos e híbridos dependerá de la eficiencia de las baterías y motores electrificados frente a los motores de combustión interna, que tampoco se están quedando quietos. El estudio sugiere que si el costo de las baterías cae a US$ 100 kilowatts por hora para 2030 (US$ 500 hoy), las ventas de autos eléctricos podrían representar 30% o más de todas las nuevas ventas.
    Acero de alta resistencia. ArcelorMittal, la siderúrgica más grande del mundo, estima que el acero de alta resistencia reduciría el peso de las columnas y vigas en 32% y 19% respectivamente. Este nuevo acero representa una oportunidad de aumento de ventas para las compañías productoras y de gran ahorro para los consumidores del acero de construcción. .