sábado, 23 de noviembre de 2024

El Gran Chaco es el segundo pulmón para conservar y producir

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El Gran Chaco Sudamericano tiene una superficie de alrededor de 110 millones de hectáreas. Un 50% se encuentra dentro de territorio de Argentina, el 15% en Bolivia y el 35% restante en Paraguay.

Por Alejandro Radrizzani  (*)

 

Después de la Amazonía, es la mayor área boscosa que queda en América del Sur. En ambas regiones, la expansión de la frontera agropecuaria ha generado deforestación, cambios de uso de suelo para la producción de commodities, expansión de la explotación petrolera y una gran competencia por el acceso y uso del agua.

Además de un mosaico de culturas indígenas (entre ellos los Wichí, Toba Qom, Moqoit, Pilagá, Guaraní, Ava Guaraní, Sanapá y Enxet Sur) en el Gran Chaco históricamente han confluido, producto de procesos migratorios de diversos orígenes, comunidades de origen europeo o provenientes de otras latitudes del continente americano.

Se trata de una región esencialmente rural y quienes la habitan sostienen fuertes lazos con el ambiente, su principal fuente de vida.  Muchas veces por falta de tierra y trabajo, sus habitantes emigran a los centros urbanos, perdiendo sus vínculos familiares y culturales.

El potencial productivo del Gran Chaco es elevado, aunque el desarrollo económico ha estado tradicionalmente asociado con el uso extensivo de los recursos naturales, generando serios problemas de deterioro de los ambientes naturales, especialmente muy graves en el Chaco semiárido, donde existen procesos avanzados de desertificación, que se vinculan directamente con los elevados niveles de pobreza de la población.

¿Puede conciliarse la necesaria mejora en la calidad de vida de los pobladores con la preservación de los bosques y la biodiversidad del Gran Chaco?

Entre los más afectados por los cambios estructurales de las últimas dos décadas en los sistemas de producción del Chaco se encuentran las y los productores familiares, cuyas capacidades financieras, tecnológicas y políticas mínimas contrastan con las de los productores de commodities agrícolas a gran escala.

En efecto, un estudio reciente que utilizó imágenes satelitales de alta resolución, identificó las explotaciones individuales y rastreó su dinámica durante 30 años (entre 1985 y 2015).

Los datos revelaron que las explotaciones de pequeños productores están muy extendidas en todo el Gran Chaco, pero también que su número disminuyó notablemente durante el período estudiado. En efecto, la proporción de bosque bajo la influencia de los pequeños productores fue de aproximadamente el 45% en 1985, suponiendo un radio de impacto (recolección de leña, el pastaje del ganado y la caza) de 5 km alrededor de las viviendas.

A pesar de la considerable deforestación debido al avance de la agricultura de commodities, la proporción de bosques influenciada por los pequeños productores permaneció en gran medida estable hasta 2015, pero el número de productores disminuyó. En el Chaco argentino, por ejemplo, las explotaciones familiares desaparecieron drásticamente a fines de la década de 1990 y en la década de 2000, con la tasa de desaparición máxima entre 2005 y 2010, especialmente en las provincias de Santiago del Estero, Chaco y Formosa. En general, se encontró un mayor número de pequeños productores en áreas con bajas tasas de deforestación y alta cobertura forestal. Las áreas de frontera de deforestación activa contaban con una proporción mayor de los productores que desaparecieron.

Pero, a pesar de la creciente marginación ecológica de los pequeños productores del Chaco argentino, estos continúan muy extendidos e influyen todavía sobre la mitad del bosque restante. Si bien es cierto que ellos también pueden ejercer una presión considerable sobre los bosques que rodean sus viviendas, sus actividades rara vez conducen al cambio total del uso del suelo. La pérdida de bosques impulsada por los pequeños propietarios se limita al entorno inmediato de sus casas y es pequeña en comparación con la deforestación impulsada por la expansión de la agricultura de commodities en su entorno más amplio.

En otras palabras, apoyar la persistencia de los y las productoras familiares del Gran Chaco resulta una manera indirecta de proteger sus bosques.

 

La propuesta del Proyecto FONTAGRO “Productividad bovina en la región del Chaco Sudamericano”

La agricultura en esta gran región requiere, inevitablemente, la eliminación de toda la cubierta forestal y ha desplazado a las tierras de ganadería sobre pasturas que, a su vez, fue desplazada hacia tierras con bosques.

Históricamente, el uso ganadero en los bosques se viene resolviendo mediante la ganadería extensiva o el desmonte y siembra de pasturas manteniendo una escasa cobertura leñosa, compuesta por árboles adultos sin capacidad de regeneración. Sin embargo, una ganadería más sustentable puede desarrollarse si se realiza un raleo selectivo de árboles y eliminación de arbustos, dejando en pie los árboles de mayor porte.

En la región del Gran Chaco, en efecto, los sistemas silvopastoriles (SPS) en bosques nativos mixtos y sabanas degradadas están siendo diseñados para abordar específicamente el problema asociado con espesos matorrales de arbustos y bosques secundarios sobrepoblados causados por el sobrepastoreo del ganado, la tala excesiva, cambios en el régimen de incendios y cercado.

“En las últimas décadas se ha producido una rápida expansión e intensificación de la producción agropecuaria en la región del Chaco Sudamericano. En este contexto, se busca mejorar la eficiencia, estabilidad y resiliencia de los sistemas ganaderos familiares en la región Chaqueña, mediante la incorporación de alternativas tecnologías para la gestión y el manejo ganadero. Participan investigadores, extensionistas y productores de los tres países que comparten el Chaco Sudamericano, Argentina (INTA-ArgenINTA), Bolivia (INIAF y FeGaSaCruz) y Paraguay (IPTA-IICA)”, comenta Eugenia Saini, secretaria ejecutiva de FONTAGRO

La propuesta central del proyecto se basa en la adopción y combinación de tecnologías de bajo impacto ambiental, propiciando un punto de equilibrio entre la capacidad productiva del sistema, su integridad y sus servicios, bajo el principio de mantener y mejorar el bienestar de los y las productoras familiares y las comunidades asociadas

Los SPS se establecen utilizando un tratamiento mecánico llamado “rolado de baja intensidad” y la siembra de pasturas megatérmicas, que mejora la productividad del sistema mientras se preserva la biodiversidad, las propiedades del suelo y la regeneración anticipada de árboles[2].

El proyecto determinó, además, que las principales limitantes de estos productores están asociados a la falta de reservas forrajeras; el inadecuado ajuste de la carga y del manejo del pastoreo y la existencia de pasturas y pastizales degradados. Se determinó también una deficiente estrategia de manejo de los vientres; escasa planificación de los servicios; y un manejo inadecuado de las vaquillonas de reposición. En temas sanitarios, se observan deficiencias en el control de enfermedades infecciosas causales de aborto o mortandad post parto y deficiente control de parásitos internos y externos. También existen serios problemas de falta de infraestructura predial; escasez de capital y financiamiento disponibles; falta de acceso al agua de bebida de los animales; una escasa planificación y gestión de la explotación y la necesidad de asesoramiento técnico.

La base del proyecto la constituyen 90 sistemas productivos–piloto donde se implementan las tecnologías propuestas para superar esas limitantes. Alrededor de ellos se generan ámbitos de aprendizaje e intercambio de experiencias entre productores, agentes de extensión, investigadores y asesores privados.

Se concretaron hasta el momento un total de 103 instancias grupales de capacitación en las que participaron 2467 productores ganaderos de los 3 países participantes. Los primeros resultados ya están a la vista.

Una conclusión clara es que la reducción de la deforestación y de las emisiones de GEI en la región del Gran Chaco puede alcanzarse con una mayor productividad ganadera, yendo de la mano con el desarrollo sostenible y la mejora de la calidad de vida de las comunidades locales. La implementación de políticas y estrategias integradas, junto con la participación y colaboración de diversos actores, resulta esencial para lograr un enfoque más sostenible en todas las actividades económicas de la región.

(*) Coordinador de programa en INTA Argentina

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