Biocombustibles a partir de algas

    En efecto, el biodiésel de algas parece ser el único biocombustible alternativo capaz de sustituir al petróleo y convertirse en una gran alternativa como fuente energética.
    Actualmente, la obtención de biodiésel a partir de las algas marinas es ya una realidad, pero el entusiasmo político y comercial para lograrlo osciló siempre con el precio del petróleo.
    Muchas especies de algas son ricas en lípidos, moléculas grasas que son fácilmente procesadas en biodiésel. Otras son ricas en carbohidratos, que se pueden fermentar para convertirse en biocombustibles basados en alcohol como el etanol y el butanol. Teóricamente, una granja de algas podría rendir anualmente hasta 10.000 galones de petróleo por acre. Además, las algas consumen dióxido de carbono, nitratos y fosfatos generados por la agricultura, la generación de energía y otras actividades comerciales. O sea, que además ayudan a reducir la contaminación ambiental.
    Si son tantas las ventajas, ¿por qué no fluye combustible algal en todas las estaciones de servicio del mundo? Porque a pesar de sus ventajas todavía no se ha encontrado una forma eficiente de cultivar y cosechar algas o de convertirlas en petróleo a gran escala y a un precio que compita con el del petróleo convencional.
    Según informa William Cooke, profesor de física del College of William & Mary, Virginia, las algas ya son una fuente primaria de petróleo. Antes del surgimiento evolucionario de las bacterias que provocan descomposición, las algas se hundieron y sus aceites fueron preservados. De esa forma, gran parte del petróleo convencional que se extrae actualmente de la tierra proviene de algas muy antiguas.
    Una industria joven
    La industria tiene muchos modelos diferentes. En un extremo, explica el físico, hay una empresa llamada Sapphire Energy que está construyendo una instalación inmensa para cultivar algas en el desierto de Nuevo México. Comienza cultivando una semilla en un bioreactor, luego la pone en estanques circulantes al aire libre y luego cosecha y procesa las algas. Sapphire, que está manejada por una mujer llamada C.J. Warner que viene de la industria petrolera, va en busca de lípidos. La compañía quiere “crudo verde” y ha tomado el camino más directo para hacer biodiésel.
    En el otro extremo hay un emprendedor llamado Paul Woods al frente de Algenol, tal vez la compañía más productiva en este terreno. A Algenol no le interesa cosechar algas. Lo que hace es cultivar un alga genéticamente modificada en estanques cubiertos con plástico, como si fuera un invernadero. Las algas despiden etanol, que es bombeado y condensado. Eso podría usarse para reemplazar el etanol producido a base de maíz, que es un mercado muy grande.
    Entre esos dos extremos hay compañías como Solazyme, manejada por Jonathan Wolfson, que usa algas para convertir carbohidratos en biodiésel. Mantiene las algas en la oscuridad y las alimenta con azúcares. Las algas comen esos azúcares y generan lípidos.

    Dióxido de carbono
    El gran obstáculo para el crecimiento de esta prometedora industria no está en el procesamiento, aunque todavía no se sabe muy bien cómo hacerlo a gran escala. Lo difícil es cultivar las algas. El National Research Council [NRC] publicó recientemente un análisis técnico-económico que puntualiza exactamente dónde están los problemas. Para cultivar algas se necesita luz solar, tierras planas y agua. Si el agua es salada o salobre mejor todavía. Se necesitan además nutrientes; nitratos y fosfatos. Y finalmente, dióxido de carbono.
    Obtener dióxido de carbono, aunque parezca increíble, es una gran limitación para la industria. “Cuando aislamos las algas en estanques circulantes y bioreactores, tenemos que introducir dióxido de carbono. Por ahora es imposible pensar en trasladar dióxido de carbono. Pero además, la idea de que hay que usar dióxido de carbono para hacer un biocombustible capaz de reducir el dióxido de carbono es sencillamente ridícula”.
    De todas maneras, concluye el especialista, no hay nada que descarte definitivamente el desarrollo de una industria viable de biocombustible algal, pero todavía no se ha conseguido.