lunes, 25 de noviembre de 2024

El retorno del tren nocturno, una alternativa más ecológica

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Utilizar el ferrocarril emite casi 20 veces menos CO2 por kilómetro que viajar en avión por el mismo trayecto. En el caso de los trenes nocturnos es 30 veces menos. Este regreso se explica por el auge de lo que en inglés llaman “flygskam”, el sentimiento de vergüenza o culpabilidad de quien toma el avión.

Al principio muy populares en Europa, luego abandonados en los años del 2010 luego de un déficit creciente en las décadas anteriores, los famosos trenes nocturnos han vuelto a ocupar un lugar importante en los debates medioambientales y territoriales desde hace algunos años. Este regreso se explica por el auge de lo que en inglés llaman “flygskam”, el sentimiento de vergüenza o culpabilidad de quien toma el avión. Este reciente fenómeno, que surgió en Suecia hacia 2018 y se extendió rápidamente por Occidente, beneficia a la causa de los trenes nocturnos, la alternativa para los viajes largos. Gracias a la gran movilización del colectivo “Sí al tren nocturno” en Francia y a su petición, lanzada en 2017, consiguieron reunir cerca de 201.500 firmas, acelerando las consultas en el seno del Estado.

 

La larga historia de los trenes nocturnos

Uno de los primeros y más míticos trenes nocturnos conocidos fue el Orient-Express, que inició su servicio en 1883. Lugar de muchas ficciones, como Muerte en el Orient Express, la famosa novela policial de Agatha Christie, su último viaje tuvo lugar en 2007. Hasta 1981, los trenes nocturnos crecieron mucho en Francia, con casi 550 estaciones conectadas en el territorio. Pero ese mismo año apareció el tren de alta velocidad que cambió por completo la forma de hacer uso de la movilidad dentro de los territorios, por reducir enormemente el tiempo de viaje.

Otra razón del declive del tren nocturno fue el aumento del uso del avión para los desplazamientos nacionales e internacionales: rápido y barato, atrajo cada vez más viajeros.

 

Una alternativa más ecológica al avión

El ecologismo lo ha vuelto a poner en el candelero. Aunque la Unión Europea se ha comprometido a reducir al menos 55% las emisiones de gases de invernadero, el uso excesivo del avión para los desplazamientos internos de corta o media distancia parece hoy demasiado contaminante. En efecto, según varios estudios, utilizar el tren emite casi 20 veces menos CO2 por kilómetro (de 5 a 45g emitidos) que viajar en avión por el mismo trayecto, y 30 veces menos en el caso de los trenes nocturnos.

Este fenómeno de favorecer el tren se llama “Train bragging” o “Avihonte” en francés. Este principio se extendió rápidamente por toda Europa Occidental, especialmente a través de las redes sociales, y poco a poco condujo a la reapertura de algunos de estos trenes nocturnos.

Aunque la mayoría de los viajeros encuestados afirman que utilizarían los trenes nocturnos sobre todo para entretenimiento y turismo, la opción por una movilidad más ecológica va de la mano del creciente sentimiento de “Flygskam”. Con el telón de fondo de la creciente notoriedad de Greta Thunberg, una joven activista sueca por el clima, Suecia asistió en 2018 a la aparición de la “flygskam”. Este fenómeno hace referencia a la vergüenza o culpabilidad de una persona por tomar el avión, debido a la contaminación generada.

Volviendo a Francia, según el colectivo “Sí a los trenes nocturnos” en 2017, con la construcción de 30 nuevas líneas, 15 de ellas intraeuropeas, Francia podría evitar casi 1,9 millones de toneladas de CO2 al año, mientras transporta a casi 10 millones de pasajeros. Además del evidente beneficio ecológico, los trenes nocturnos también reconectarían los territorios de la “Francia periférica”, regiones a las que no llegan las estaciones de TGV y que carecen cruelmente de medios de transporte alternativos para desplazarse por todo el país.

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