Por Pedro G. Migueles (*)
Hablamos del interés teórico porque, en la práctica, las medidas tendientes a proteger, administrar y/o fomentar la actividad fabril no fueron abandonadas en casi ninguna economía, si bien es cierto que, en muchos casos, las manifestaciones oficiales y los anclajes “doctrinarios” sobre la cuestión tendían a despreciar o minusvalorar la importancia de estas medidas y, lo más sorprendente, también a la propia actividad manufacturera.
Una muestra del rol irrelevante que, en algunos ámbitos, se le sigue dando a la industria la podemos encontrar en la página oficial del BID – Banco Interamericano de Desarrollo (http://www.iadb.org/es) en español. En efecto, en la solapa “temas”, en la que se consignan 40 rubros por orden alfabético, figuran por supuesto la agricultura, el comercio, el transporte, pero también los deportes, la forestación, las microfinanzas, etc., pero la actividad fabril no está presente (bajo ninguna denominación). Este prejuicio, cuyos orígenes ideológicos podrían (y debería) ser el objeto de otro ensayo, para algunos autores se agudizó en algunas de las glosas más extremas del “Consenso de Washington”.
En el interesante artículo de Ramón Padilla Pérez y Jennifer Alvarado Vargas (en el marco de la CEPAL) “El resurgimiento de la Política Industrial”, se señala que, entre las definiciones y clasificaciones hay una que se ubica como “NO política industrial” (las políticas horizontales pasivas).
En este sentido se ha escuchado y leído en innumerables ocasiones aseveraciones del tipo de “la política industrial es el régimen tributario” o “no es necesaria otra cosa que la estructura arancelaria”
A esta altura del siglo 21, insistir en la necesidad de que la industria forme parte básica de las estructuras productivas y, por ende, de diseñar y aplicar políticas a tal fin, debería ser redundante, sobre todo por la obvia necesidad de contar con un entramado productivo diversificado en el que el papel de las manufacturas fabriles es insustituible, tanto en la creación de puestos de trabajo de calidad como en el vehículo de difusión de los avances sociales y tecnológicos en la sociedad.
Además, en casos como en nuestro país, el papel de las actividades de localización indistinta (como es gran parte de la industria en la actualidad) en la estructura de ocupación del territorio y al aumento o disminución de las asimetrías en este aspecto es fundamental.
Es cierto y obvio que las características actuales de la actividad fabril son diferentes y que su rol como creador de puestos de trabajo directos no es el mismo que en épocas pasadas. Pero también es cierto y obvio que gran parte de la ocupación en servicios es derivada de la demanda del sector manufacturero. Por otra parte, la frontera entre industria y servicios es, en muchos casos, difusa y que cada vez más los productores de bienes acompañan la entrega de éstos con servicios de diversa índole.
También es cierto que la imagen tradicional de fábrica como núcleo productivo ha cambiado y hoy es más una “organización productiva” en que la elaboración de bienes está basada en la posesión de un conjunto de conocimientos técnicos específicos, que incluyen las secuencias completas de fabricación así como las características de los insumos y suministros, etc.
Tecnología y organización
En este sentido, debe recordarse que, si bien algunos bienes que se incorporan al proceso son productos de serie, muchos de los componentes e insumos tienen especificaciones técnicas precisas y exclusivas y, por lo tanto, solo pueden ser fabricados por quien tenga acceso a los planos, memorias, diseños, etc., los que, a su vez, en muchos casos están protegidos por derechos de propiedad intelectual.
Solo aquella empresa que posea la tecnología y organización pertinente puede estar en condiciones de fabricar productos específicos.
Hoy es posible encontrar organizaciones productivas en esas condiciones que no requieren estrictamente de un local único (la “fábrica” en el sentido tradicional). Por el contrario, también aparecen en el escenario actual establecimientos únicos bajo cuyo “techo” se desarrollan producciones diferentes de diferente titularidad empresaria, es decir: proveedores y adquirente fabril se agrupan en el mismo local.
Es en estas condiciones en que se desenvuelve el sector fabril en estos tiempos. Muchas veces es más demandante de mano de obra indirecta que directa y es por eso que aparece el “espejismo” de su pérdida de peso relativo.
Sin embargo, son los propios requerimientos industriales los que motorizan en muchos casos el desarrollo de investigaciones y conocimientos aparentemente no relacionados directamente. Así, la informática y, en general, los instrumentos físicos y virtuales de comunicación (“tecnologías de aplicación múltiple y uso difundido”) están ligados íntimamente con las necesidades de la actividad fabril.
Por otra parte, la sociedad actual demanda cada vez más bienes manufacturados. Un ejemplo de ello es el crecimiento que se observa en el consumo de alimentos con algún grado de elaboración previa, que van reemplazando la adquisición de productos básicos a ser preparados en el hogar. Los cambios en la utilización del tiempo y la estructura familiar, en la que las mujeres se incorporan masivamente al mercado laboral, así como las nuevas tecnologías y equipamientos, tanto a nivel productivo como doméstico, de conservación y mantenimiento, hacen posible este fenómeno.
Pero este ejemplo en lo que hace al sector alimentario es extensible a gran cantidad de rubros, por lo que puede preverse un aumento relativo de la demanda de bienes manufacturados en el mediano y largo plazo.
Este reverdecimiento del interés por la industria se da en un contexto internacional distinto del observable desde el fin de la Segunda Guerra mundial hasta fines de los 70. Se pueden señalar varios aspectos significativos:
• Está claro que la etapa de reconstrucción posterior a la guerra implicaba una aceptación tácita y difundida del rol esencial del Estado en este proceso; además el papel de la actividad fabril era considerado básico. Así se puede entender el efecto del Plan Marshall, que, además de la ayuda financiera –importante pero no “exagerada”– implicaba la voluntad y aceptación de la reindustrialización de los vencidos, especialmente Alemania, lo que no era visto con buenos ojos por parte de los vencedores, sobre todo Francia.
• La diversidad de instrumentos de política activa casi no era objeto de restricciones.
• El mantenimiento del proteccionismo como forma de defender el “trabajo local” era objeto de críticas teóricas más que impedimentos a su aplicación.
Pedro G. Migueles
Nuevas herramientas
La situación actual caracterizada por el libre comercio y la circulación de flujos importantes de bienes, servicios y, sobre todo capitales, además de las restricciones a la aplicación de instrumentos, derivadas de los acuerdos internacionales (Marrakech en la OMC, los tratados de liberación comercial, etc.) dan origen al diseño de nuevas herramientas, que se anuncian y se aplican tanto en Estados Unidos y la Unión Europea como en economías con menor grado de desarrollo relativo como la India, Brasil o China.
Debe destacarse que en el marco del Tratado de Marrakech (1994), el Acuerdo sobre Subvenciones y Medidas Compensatorias estableció una serie de limitaciones en la aplicación del tipo de medidas de fomento, incentivo y/o protección casualmente utilizadas históricamente desde tiempo atrás y hasta avanzada la posguerra por las economías desarrolladas. Es decir, que los países que pretenden, a partir de 1994, acelerar su crecimiento basándose en la actividad industrial y el incremento del comercio, cuentan con menos herramental disponible que sus competidores ya fuertemente industrializados.
En Estados Unidos, a pesar de los reclamos históricos sobre la “no intervención estatal” en el desarrollo del sector industrial, ha sido evidente y cuantiosa la injerencia pública, sobre todo a través de las compras gubernamentales (armamento, carrera espacial) que no solo significaban una enorme demanda sino que también, por las características de los bienes requeridos, un gran estímulo a la investigación y desarrollo tecnológico.
En los últimos años, sobre todo después de la crisis, las medidas han sido más acompañadas desde el discurso, reconociéndose la importancia de la actividad fabril en el crecimiento y en la creación y mantenimiento de empleos bien remunerados.
Así, las administraciones de los presidentes Bush y Obama destinaron más de US$ 65.000 millones al sostenimiento de las automotrices General Motors y Chrysler.
En el año 2009, Obama propuso un plan de acciones y objetivos tendientes a fortalecer la industria local como forma de crear empleos y afrontar el siglo 21: A Framework for revitalizing American Manufacturing, Washington DC dic. 2009.
Entre los objetivos establecidos se pueden citar:
• “Proporcionar a los trabajadores la oportunidad de obtener las habilidades necesarias para ser altamente productivos”.
• “Invertir en la creación de nuevas tecnologías y prácticas de negocios”.
• “Desarrollar mercados de capital estables y eficientes para la inversión empresarial”.
• “Invertir en infraestructura de transporte avanzada”.
• “Garantizar el acceso al mercado y la igualdad de condiciones”.
• “Mejorar el clima de negocios en general, espacialmente para la manufactura”.
En el año 2013, Obama lanzó un segundo plan, como continuación del anterior, cuyas metas son incentivar las inversiones en la industria manufacturera, las energías limpias, la infraestructura y la educación.
Con respecto al sector industrial, se propende a su reactivación a través de un programa de tres puntos:
“1) la alianza con empresas y comunidades para invertir en tecnologías de fabricación estadounidense y en los trabajadores estadounidenses mediante una red de institutos de innovación en la manufactura; 2) poner fin a los beneficios tributarios para las empresas que envían empleos al extranjero y aumentar la competitividad de Estados Unidos mediante la reforma del código tributario, y 3) traer de vuelta los empleos y fomentar la inversión en Estados Unidos”.
La instrumentación de este programa implica, por ejemplo, una inversión de US$ 1.000 millones para la creación de una red de institutos y fábricas destinadas a la innovación tecnológica.
El empleo, siempre presente
Como puede verse, y tal como es usual en el discurso y la normativa institucional estadounidense, la cuestión del empleo está siempre presente en una ubicación destacada.
En el caso de China, la simbiosis entre una economía centralmente planificada y monopolio político del partido comunista (verticalista, pero con derivaciones regionales de amplio poder local) y componentes capitalistas en áreas productivas, financieras y comerciales ha permitido que, en un ámbito aparente de economía de mercado, el Gobierno y las empresas estatales sigan siendo el motor principal impulsor del crecimiento.
Dos elementos básicos han sido las inversiones en infraestructura y los créditos con tasas de fomento. Por otra parte, el Gobierno ha creado grandes empresas locales que se internacionalizaron, fundamentalmente en empresas de alta tecnología y ha promovido la inversión extranjera directa, para impulsar la incorporación de tecnología y desarrollar la propia.
La restricción a la propiedad foránea en algunos sectores industriales obligó a que las inversiones solo pudieran realizarse a través de asociaciones con firmas locales.
Habitualmente, la política china se dirige a privilegiar algunos sectores seleccionados. Así, en el duodécimo plan (2011-2015) destaca la producción de algodón, la industria textil, los productos bioquímicos, los bienes de capital, los electrodomésticos, la industria del calzado, la innovación en tecnología ecológica, la industria petrolera, la producción de acero y los generadores de energía.
En Brasil es tradicional y conocida la vocación por la utilización “sin timidez” de una profusión de instrumentos de fomento, tanto para el sector industrial como para el comercio exterior. Estas herramientas se han aplicado y se aplican a escala federal y estadual, permitiendo, en este último caso, muchas veces soslayar las restricciones vigentes a nivel internacional para el uso de algunas medidas.
En los últimos tiempos, la política brasileña impulsa una estrategia que alcanza cuatro actividades intensivas en conocimientos: producción de semiconductores, software, farmacéuticos y medicinas, y bienes de capital.
Posteriormente, el Plano Brasil Maior, 2011-2014 incorpora medidas horizontales destinadas al desarrollo de la infraestructura, el fortalecimiento de las cadenas productivas y la diversificación de las exportaciones con mayor valor agregado. Este plan se compone de 6 programas tecnológicos, siete programas centrados en sectores líderes y 12 programas de competitividad industrial. Los instrumentos previstos son, principalmente, de índole financiera y de apoyo a la innovación tecnológica.
Solo como mención sin detallar, en el caso de India se pueden comentar la educación avanzada, el apoyo a la investigación tecnológica, las desgravaciones tributarias, tanto para la incorporación de equipamiento de última tecnología como de aliento a la inversión, así como –al igual que en algunas economías desarrolladas– el impulso a través de las compras gubernamentales en algunos sectores claves como la actividad nuclear.
Por último, y en este pantallazo sobre el estado del tema política industrial en el mundo, es interesante lo que se plantea en la Unión Europea.
Tal como se desprende de los documentos oficiales de la UE “La política industrial de la UE tiene por objeto aumentar la competitividad de la industria europea para que esta pueda mantener su papel impulsor del crecimiento sostenible y del empleo en Europa… se han adoptado distintas estrategias, la más reciente de las cuales se describe en la Comunicación titulada ‘Por un renacimiento industrial europeo’, de enero de 2014” (Fichas técnicas de la UE – Principios generales de la política industrial de la UE)
“…La política industrial de la UE está específicamente encaminada a: 1) acelerar la adaptación de la industria a los cambios estructurales; 2) fomentar un entorno favorable a la iniciativa y al desarrollo de las empresas en el conjunto de la Unión y, en particular, de las pequeñas y medianas empresas; 3) promover un entorno favorable a la cooperación entre empresas, y 4) favorecer un mejor aprovechamiento del potencial industrial de las políticas de innovación, de investigación y de desarrollo tecnológico.” (Artículo 173 del TFUE)
En el año 2005, una comunicación llamada “Implementación del programa comunitario de Lisboa: Un marco político para fortalecer la industria manufacturera de la UE – hacia un enfoque más integrado de política industrial” estableció por primera vez un enfoque integrado de la política industrial, basado en un programa de trabajo concreto con iniciativas intersectoriales y sectoriales.
Sendero de desarrollo
A partir de ese momento se pueden citar una serie de comunicaciones sobre el tema, que fueron constituyendo un sendero de desarrollo de las estrategias e instrumentos específicos sobre los objetivos industriales:
• “Revisión intermedia de la política industrial” (COM 374/2007)
• “Plan de acción sobre consumo y producción sostenibles y una política industrial sostenible” (COM 397/2008)
• “La iniciativa de las materias primas” (COM 699/2008)
• “Preparar nuestro futuro: desarrollo de una estrategia común en la UE para las tecnologías facilitadoras esenciales” (COM 512/2009)
En el año 2010, la Estrategia de Lisboa fue sustituida por la Estrategia Europa 2020: “Europa 2020 – Una estrategia para un crecimiento inteligente, sostenible e integrador” (COM 2020/2010). Cuatro de las siete iniciativas básicas son pertinentes respecto al aumento de la competitividad industrial en la UE:
• “Unión por la innovación”(COM 546/2010)
• “Una agenda digital para Europa” (COM 245/210)
• “Una política industrial integrada para la era de la globalización” (COM 614/2010)
• “Nuevas capacidades para nuevos empleos” (COM 868/2008)
Finalmente, y para resumir, citamos la comunicación denominada “Por un renacimiento industrial europeo” (COM 0014/2014). El título es altamente sugerente e implica tanto un diagnóstico como la decisión de revertir la situación.
Un objetivo explícito es alcanzar 20% del PBI para el sector industrial en el año 2020. Para ello se dice que para atraer nuevas inversiones y crear un mejor entorno empresarial, la UE necesita políticas más coherentes en el ámbito del comercio interior, incluida la infraestructura europea para las redes de energía, transporte e información.
En definitiva, sobre el tema industria y las políticas destinadas al sector, están en debate su diseño y aplicación en, prácticamente, todo el mundo. El recorrido que, a modo de pantallazo, hemos realizado aquí revela la vitalidad de la cuestión y su reubicación en las líneas principales de las agendas de los agentes públicos, las entidades empresarias, sindicales y de reflexión teórica, lo que, probablemente se acentúe en los próximos tiempos.
Está claro que la revalorización de la actividad industrial (con sus actuales características de “superposición” con los servicios y la dispersión de los procesos físicos) y la consiguiente puesta sobre la mesa de las discusiones sobre las herramientas muestra las históricas discrepancias conforme al soporte teórico (ideológico, conforme los intereses tácitos o explícitos que se defiendan) que se utilice.
Seguramente esta situación puede hacer más interesante la cuestión. Sin embargo, la discusión instrumental debería siempre tener en cuenta (lo que no ocurría habitualmente en las etapas anteriores de estos debates) que el diseño y selección de instrumentos solo tiene sentido si se ajusta a los objetivos específicos que se busquen y si se encuadra en un marco general coherente. Esta obviedad no siempre fue respetada en la formulación de políticas industriales en el último cuarto del siglo 20, generando no pocos fracasos que normalmente se atribuyeron a la inutilidad de la política industrial más que a la inconsistencia interna y externa.
En nuestro país es necesario ampliar el espectro productivo, especialmente para lograr un equilibrio entre el nivel de actividad y la necesidad de divisas lo que, necesariamente, requiere un perfil sectorial diverso, sin pretender la autarquía, por supuesto.
Esto significa que se deben incorporar, modernizar y/o expandir actividades de todo tipo para que, en el intercambio externo, los resultados sean equilibrados, en un marco de crecimiento del comercio y de los acuerdos económicos internacionales.
Como hemos dicho, la selección de instrumentos debe estar acorde con los objetivos específicos que se pretendan alcanzar. Así, por ejemplo, no se pueden aplicar las mismas medidas para remediar la escasez de capital que para compensar deseconomías externas o para incrementar la creación de puestos de trabajo.
Debe recordarse, además, que en el sistema capitalista, las medidas de política económica como la que nos ocupa, deben incidir en la actitud de los agentes económicos, que son los que deciden las inversiones, si incrementar la nómina de personal, que bienes producir, etc. Excepto en el “Capitalismo de Estado” (que no es el caso), son los empresarios los que llevan a cabo las acciones que los instrumentos de política los inducen a realizar. Es por esta razón que la coherencia y confiabilidad en las medidas son fundamentales para alcanzar los objetivos que se persigan.
Dado que los recursos a destinar a las políticas productivas son necesariamente escasos, su aplicación debe ser prudente y cuidadosamente programada. La selección de sectores es uno de los aspectos claves que debe ser estudiado seriamente. También, en economías como la nuestra, con notorios desequilibrios en la distribución espacial de la población y las actividades productivas, la localización geográfica de las unidades objeto de las medidas de política deben ser previamente decididas, a través de los análisis correspondientes.
El debate, pues, debe ocuparse especialmente (sin dejar de lado las otras cuestiones atinentes) de estos aspectos: adecuación de los instrumentos a los objetivos específicos, selección de los sectores a priorizar y su distribución regional.
Esperemos que la inclusión de estos temas en la agenda principal lo sea con seriedad, compromiso y conciencia que las cuestiones productivas no son un problema de los empresarios y trabajadores directamente involucrados sino que determinan el nivel de ocupación, de bienestar y de expectativas de toda la sociedad.
(*) Licenciado en Economía Política (UBA), especializado en temas industriales y regionales, consultor de empresas y organismos locales e internacionales, ha ocupado cargos directivos en entidades públicas y empresarias.
Innovación, fuente de creación de valor
Economía y educación en la sociedad del conocimiento
Por primera vez en la historia, la mente humana es una fuerza productiva directa y no solo un elemento decisivo en el sistema de producción. Estamos ante una radical transformación de la economía y organización social, de la forma en que se crea y ejerce el poder, de cómo trabajamos, nos curamos, nos comunicamos, compramos y nos entretenemos.
Por Raúl Furmento (*)
Este cambio civilizatorio es impulsado por la revolución de las TIC, Tecnologías de la Información y Comunicación, que también incluyen la biología.
Sociedad red, del conocimiento, de la información, del aprendizaje son distintos nombres con que se denomina a la nueva sociedad que se incubó en los 60/70 y emergió en los años 90, en la que la ciencia y la tecnología son las fuerzas predominantes de la producción.
Lo que caracteriza la revolución tecnológica actual es la aplicación del conocimiento a la generación de nuevo conocimiento producto de la aplicación y comunicación de la información y el conocimiento, en un círculo de retroalimentación constante, que genera la innovación devenida en la principal fuente de creación de valor de la economía.
Esto genera una aceleración exponencial del cambio tecnológico que progresivamente va incluyendo todas las esferas de la actividad humana y no solo las económicas.
Por ello la sociedad del conocimiento es también una sociedad red en la que las funciones dominantes, los grupos sociales y los territorios están conectados en un sistema global integrado por redes activadas por las TIC basadas en la microelectrónica.
La capacidad de procesamiento de un smartphone actual supera a la de la supercomputadora Craig 2 de 1985 que pesaba 2 toneladas y media y requería de 1.000 litros de fluorocarbono para refrigerarla. Estos smartphones pueden realizar en un segundo toda la aritmética que, con lápiz y papel, demandaría 700 años.
El crecimiento exponencial de la capacidad de cómputo llevó a formular la “ley de Moore” que establecía su duplicación en 18 meses con una reducción de costo a la mitad. La realidad ha dejado atrás estas predicciones ya que el tiempo actual de duplicación de la capacidad de procesamiento ha bajado a 11/12 meses y las ganancias de productividad en la “nube” superan en seis veces a Internet tendiendo progresivamente a costo cero.
En 1985 el costo por Megaflop era US$ 32.000 y hoy es de entre 10 y 40 centavos de dólar.
Keynes predijo en 1933 un futuro desempleo tecnológico generalizado “debido a nuestro descubrimiento de formas de economizar el uso de trabajadores a un ritmo mayor a nuestra capacidad de encontrar nuevos usos para esos trabajadores”.
Raúl Furmento
Ese futuro ya está aquí
Si la imprenta permitió la difusión de la información, la PC (y sus derivados) produjo un salto cuántico en la historia humana al producir y difundir una capacidad de procesamiento, antes impensable y luego reservada solo a Gobiernos y grandes corporaciones.
Internet avanzó en el cambio de paradigma al posibilitar una capacidad de comunicación antes reservada solo a los medios.
La siguiente etapa en el despliegue del nuevo paradigma son los robots, hasta ahora usados mayoritariamente en la automación de tareas manuales pero que ya entraron en la oficina reemplazando tareas cognitivas repetitivas.
Toda tarea que se realiza según un patrón es robotizable, pero su efectivización está sujeta a los cálculos de costo-beneficio tanto económicos como institucionales. Pero la historia humana demuestra que las innovaciones tecnológicas se pueden atrasar en su aplicación pero esta es, más temprano que tarde, inexorable.
“La sustitución por software, sea para choferes, mozos o enfermeras está llegando”, dijo recientemente Bill Gates en el American Enterprise Institute, en Washington. “En 0 años, la demanda de trabajo para muchos conjuntos de habilidades (skills sets) será sustancialmente menor. No creo que la gente lo haya incorporado en su modelo mental”.
Cuanto más se demore en incorporar al modelo mental prevaleciente en las elites las realidades de la nueva tecnología, y se generen políticas y planifiquen acciones compatibles con las necesidades de la sociedad y la economía, más perturbaciones traerán los cambios.
Las firmas de alta tecnología pueden ser la parte más vibrante de la economía pero no demandan la masa laboral que antes ocupaban las grandes compañías.
En su momento pico Kodak tenía 125.000 empleos directos en EE.UU. y muchos más indirectos. Kodak quebró y la firma estrella de la fotografía digital es Instagram. Cuando ésta fue adquirida por Facebook por US$ 1.000 millones tenía solo 13 empleados
La sociedad red es una sociedad global que funciona sobre una lógica binaria de inclusión/exclusión. La división fundamental de la sociedad red es entre trabajadores autoprogramables y genéricos.
Los trabajadores autoprogramables tienen la capacidad autónoma para centrarse en los objetivos que les asignan o se autoasignan (emprendedores) en el proceso de producción, encontrar la información relevante, recombinarla en forma de nuevo conocimiento y aplicarla en las tareas necesarias para lograr los resultados buscados.
Para ello necesitan una educación adecuada, no en términos de habilidades, sino de capacidad creativa y recursos cognitivos para evolucionar con los cambios tecnológicos y organizativos y los nuevos conocimientos. Constituyen el valor clave de la sociedad red pues son los que producen las innovaciones necesarias para el aumento de la productividad y los cambios de paradigmas económicos y sociales.
Los trabajadores genéricos son aquellos que se desempeñan en ocupaciones basadas en secuencias de tareas rutinarias basadas en un patrón establecido. Sus labores cada vez se valoran menos y son progresivamente automatizadas de acuerdo a criterios de costo beneficio y relaciones de poder institucionales.
Irrelevantes y marginales
Cuando esto ocurre pasan a integrar la masa de los estructuralmente irrelevantes, los que son progresivamente marginales como trabajadores por falta de habilidades vendibles y como consumidores por ser demasiado pobres.
En la Argentina ya “…son 20% de la población (que) estaría desarrollando trabajos cuyos ingresos están muy por debajo de lo que les permitiría acceder a una canasta que cubra las necesidades básicas económicas y alimentarias… nuestra economía en expansión no los necesita. Son prescindibles, sobran y, más aún, producen un gasto muy importante para el sistema económico. Son entre 3 y 4 millones que están en trabajos de muy mala calidad que esta economía de crecimiento no logró incorporar”, dice Agustín Salvia, coordinador del Observatorio de la Deuda Social de la UCA.
Si bien aún no disponemos, en nuestro país, de investigaciones sistemáticas sobre el impacto futuro de la robotización en la ocupación, en la Universidad de Oxford se ha realizado un muy importante estudio sobre el impacto de la computarización en los empleos en EE.UU. El objetivo principal fue analizar el número de ocupaciones en riesgo y el resultado fue que 47% del actual empleo estadounidense está en la categoría de más alto riesgo de ser robotizado en el futuro próximo (menos de 20 años), en la de riesgo medio 19% y en bajo riesgo 33%.
Asimismo el estudio reveló una fuerte correlación negativa entre puestos de probable próxima computarización y el nivel educativo y salarios.
El estudio también predice que la mayoría de los trabajadores en transportes y logística, junto con la mayoría de los empleos administrativos y las ocupaciones de producción y agricultura están en riesgo inmediato. Sorprendentemente, los investigadores encontraron que una parte sustancial del empleo en la construcción y los servicios (ventas, atención al público, telemarketing, gastronomía, bancos) donde más ha crecido el empleo en EE.UU. en las últimas décadas son altamente susceptibles a la robotización. Esto se ve corroborado por una fuerte alza de la demanda de robots para servicios. A título de ejemplo local, el Hospital Italiano ya tiene en uso dos robots para cirugía de alta complejidad.
Los hallazgos también implican que “a medida que la tecnología se acelera exponencialmente los trabajadores de bajas calificaciones se deberán reacomodar en ocupaciones no susceptibles a la computarización; por ejemplo tareas que requieran inteligencia creativa y social. Pero para que los trabajadores ganen la carrera, deberán adquirir, sin embargo, habilidades creativas y sociales”, concluye el estudio.
Reconversión extremadamente dificultosa, o cuasi imposible a escala masiva, con la población que ocupa actualmente esos trabajos.
Estos “recuerdos del futuro” en EE.UU., los argentinos los tenemos de nuestro pasado reciente. En 1974 la pobreza era de 5%. En la crisis de 89/90 la pobreza alcanzó a 50% de la población, para luego estabilizarse en 25% como promedio de la década del 90. La pobreza alcanzó nuevamente 50% en 2002 para luego bajar hasta 25%, con estimaciones actuales de 30% a causa de la inflación y la recesión.
Pobreza y rendimiento educativo van de la mano. Solo 50% de los alumnos que comienzan primer grado llegan al último año de secundaria, prerrequisito esencial para poder conseguir un trabajo no ya cognitivo, sino de vendedor o repositor de supermercado.
El ministro de Educación de la Ciudad de Buenos Aires, el distrito con mayor riqueza material y cultural del país, considera que “solo 25% de los alumnos que cursan primaria y secundaria están en buen nivel y 75% no reúne los niveles mínimos para considerar que estén educados”. Emiliana Vegas, jefa de Educación del BID, remarcó la situación argentina como una de las más graves de la región.
La Argentina, hasta mediados de los años 60, líder indiscutida en educación de América latina, fue generando un círculo vicioso de retroalimentación negativa entre baja calidad y desaparición de empleo y pérdida de calidad en la educación.
Si la estructura productiva mantiene las características industriales que quedaron después de los noventa, la educación está encerrada en pujas corporativas dentro de un paradigma perimido.
Fin del paradigma sarmientino
El paradigma sarmientino de educación primaria centrada en la alfabetización, enseñanza de la matemática elemental, inculcación de los valores patrios y disciplina social, propios de la generación de 1880, a la enorme masa de inmigrantes europeos que llegaba a nuestras tierras, tuvo sus agentes clave en los maestros normalistas preparados por formadores originarios de la, entonces, mejor educación del mundo que era la desarrollada en Nueva Inglaterra, EE.UU.
Era un paradigma adecuado a la tecnología de la época y al proyecto económico que se estaba implementando y los docentes gozaron de un alto prestigio social, buenos salarios y ascendencia comunitaria. El bachillerato fue el lugar tradicional de preparación de las elites como antesala de la universidad. El desarrollo de empresas de todo tipo y la aparición de una nueva clase media llevó a la creación de las escuelas comerciales destinadas a formar los tenedores de libros y peritos mercantiles que se ocuparían de la administración comercial. En conjunto con el crecimiento del Estado a partir de la crisis de 1930, fueron demandados numerosos egresados de las escuelas secundarias, para trabajos hoy mayoritariamente reemplazados por hojas de cálculo y diversos tipos de software.
La Reforma Universitaria del 18 democratizó el acceso de las nuevas clases medias a la enseñanza superior, especialmente a las carreras de Abogacía, Medicina y Contaduría. Con el auge de las industrias sustitutivas de importaciones se crearon las escuelas técnicas y de oficios, que luego fueron cerradas en los años 90 y reabiertas entrado este siglo. La universidad fue objeto de una gran revitalización a partir de 1957 con la creación de las nuevas carreras científicas y sociales y el desarrollo de importantes centros de investigación vinculados a los sectores productivos.
Poco tiempo después de introducir la primera computadora en la UBA, en 1966 se intervino la universidad y se produjo una diáspora de los mejores científicos del país. Con el fin del proceso de industrialización sustitutiva, el avance de la economía financiera y especulativa, la baja de los salarios docentes y las condiciones políticas de fines de los 60 y los 70, junto con las nuevas condiciones mundiales de avance de las TIC el paradigma educativo argentino fue implosionando y alejándose cada vez más del mundo desarrollado.
El retroceso en las pruebas Pisa, que hubiera sido impensable 40 años atrás, ha sensibilizado a las elites y a amplias franjas de la población, y ha creado el comienzo de toma de conciencia de las falencias educativas como la inseguridad lo ha hecho con la pobreza.
Lo que hace falta para avanzar en la senda correcta, y no tratar de perfeccionar un modelo obsoleto, es una toma de conciencia y estudio sistemático de las causas de cada fenómeno y la interrelación estructural entre educación, empleo, pobreza y estructura productiva nacional, con la nueva sociedad del conocimiento global.
El paradigma educativo argentino ha permanecido, en su esencia, más o menos constante a lo largo del tiempo. Su crisis proviene de su obsolescencia generando una brecha cada vez mayor entre las instituciones educativas y sus alumnos y la sociedad. Esto no es un fenómeno exclusivamente argentino sino mundial con dos evoluciones contrapuestas: la nacional que acentúa su decadencia y la de EE.UU. (universidades especialmente), los países nórdicos y otros países avanzados que están intentando adecuarse (con resultados no muy fácil de evaluar aún) a la dinámica de la sociedad red.
Este cambio es más difícil en los países del sur de Europa (y latinoamericanos) cuyos sistemas se originan en el enciclopedismo y el modelo jerárquico napoleónico, que en los países anglosajones donde la experiencia y el aprender haciendo (learning by doing) han sido siempre privilegiados.
La sociedad del conocimiento se explica por la institucionalización de mecanismos reflexivos (retroalimentación permanente) en todos los ámbitos de la sociedad. Esta reflexividad modifica las formas de producción de conocimiento y aprendizaje que dejan de ser una simple aplicación de saber transmitido de arriba a abajo y se convierte en el descubrimiento y producción del nuevo saber en redes horizontales de cooperación.
Contra la irrelevancia
Ahora el problema no es la escasez de información sino la capacidad de distinguir la importancia de la irrelevante, en un contexto de sobreabundancia de información, a fin de procesarla y recombinarla para crear e innovar. Por ello solo aquellos con acceso y comprensión de las TIC podrán trabajar en forma digna.
Los niños y adolescentes han adherido con pasión a las TIC y puede afirmarse que son la primera generación de la historia humana que vive en red. Entonces no es para sorprenderse la brecha que se ha creado con la institución educativa. Un ejemplo entre tantos: profesores del colegios de la Ciudad de Buenos Aires que continúan dando clases sobre temas que están mucho mejor desarrollados en Internet y que, además no permiten a sus alumnos tomar notas con sus netbooks (provistas oficial y gratuitamente) ni interactuar entre sí en un contexto en que la experimentación y el trabajo en equipo están ausentes.
Este choque de mentalidades genera alumnos que se aburren y desconcentran, docentes “quemados” y faltadores, alumnos que no tienen un maestro/a sino una perpetua rotación de docentes suplentes, situación que lleva a una total carencia de liderazgo educativo en las aulas y la pérdida de prestigio social de los educadores.
Esto es justamente lo opuesto a lo que debería pasar en una situación en que se propone formar ciudadanos de la nueva sociedad.
La creatividad y el talento son a la sociedad del conocimiento lo que el hierro y el carbón fueron a la sociedad industrial. Hoy son necesarias las mentes sintetizadoras, lo opuesto al enciclopedismo.
Para poder formar a las nuevas generaciones y reconvertir a las desplazadas por el acelerado crecimiento tecnológico, los docentes deben adquirir y ser evaluados en forma continua en las nuevas competencias para: pasar de transmisores y administradores de conocimientos a líderes facilitadores de procesos de aprendizaje; del esquema vertical a uno horizontal; del esquema individual a uno colaborativo; al manejo de las TIC y disposición mental para formar a los estudiantes en proyectos realizables (emprendedorismo) al aprender haciendo trabajos en proyectos y en equipo y a hacer de la investigación y el aprendizaje continuo la actitud básica frente a la vida.
Las TIC también ofrecen recursos pedagógicos para acceder a la mejor educación mundial y que prácticamente no son usados en nuestro país.
Por ejemplo la ludificación, hacer del aprendizaje un proceso de juego análogo al de los “games” electrónicos. Una empresa canadiense, con apoyo del Gobierno, creó una plataforma base apta para diversos contenidos educativos, a partir de la lógica de los juegos de consolas con más éxito. Se están haciendo experiencias piloto con extraordinarios aumentos de compromiso y aprendizaje en alumnos antes abúlicos y aburridos. Los videojuegos educativos desarrollan la creatividad, la colaboración en equipo, la resolución de problemas y la toma de decisiones.
Cursos masivos online
Los MOOC (Massive Open Online Courses, Cursos Abiertos Masivos en Línea). En 2002 el MIT resolvió poner en línea sus cursos. Todas las principales universidades del mundo fueron siguiendo sus pasos y hoy es posible estudiar casi cualquier carrera, obtener gratuitamente los materiales, someterse a las evaluaciones correspondientes y obtener certificados de graduación a un costo ínfimo.
El problema con los MOOC es que logran una masiva inscripción pero son relativamente pocos los alumnos que llegan a graduarse. Actualmente se están estudiando en detalle los procesos interactivos con los alumnos a fin de poder ofrecer estrategias personalizadas que ayuden a una mayor retención.
En un plano de educación continua se ofrecen cursos cortos de actualización en casi cualquier especialidad, gratuitos y pagos. Los nanodegrees (minitítulos) son otorgados por las diversas instituciones después de evaluar el aprendizaje para que los cursantes puedan tener credenciales válidas laboralmente.
Estos recursos ofrecen la posibilidad de que los estudiantes aprendan materias o cursos completos con los mejores profesores, quedando a los docentes locales la función de adaptación a los programas de la institución y, lo más importante, la gestión del proceso de aprendizaje.
Para poder aprovechar los crecientes recursos educativos que ya se están generando en todo el mundo es necesario el dominio del inglés, la lingua franca de Internet.
Más allá del análisis científico de la evolución tecnológica y social, hay que tener presente que la educación es la institución de mantenimiento y reproducción social, conservadora por excelencia que, al pretender mantenerse inalterada, se transforma en una entidad en si misma convirtiéndose en uno de los problemas más relevantes por su resistencia al cambio necesario, anclándose en su tradicional indiferencia institucional a la realidad social y económica.
Por ello cambiar la educación y a los docentes es tanto una cuestión estratégica nacional como un desafío mayúsculo que requerirá de decisiones políticas de largo plazo, ampliamente consensuadas por las elites políticas, económicas, sociales e intelectuales. Las principales:
Declarar a la educación prioridad nacional e incrementar su presupuesto a 10% del PBI, como hace Brasil.
Producir una amplia reforma del conjunto del sistema educativo, retomando el espíritu sarmientino de inspirarse en las más avanzadas experiencias mundiales y convocar a los principales expertos nacionales y extranjeros, como hace Ecuador.
Si estas decisiones no fueran tomadas ¿qué ocurriría en la Argentina que ya ha conocido situaciones (1989/90 y 2001/02) en que la pobreza alcanzó a 50% de la población?
Después de la última crisis la pobreza y la masa marginal estructural se han cristalizado en el 25/30% que van dejando en minoría a la antigua pobreza digna, que aspiraba al ascenso social mediante la educación y el empleo.
Y se fue creando otra pobreza, la del narcotráfico, de la venta de productos ilegales, la de la violencia, que es la que se va imponiendo.
Si, como el Gobierno y los aspirantes a sucederlo piensan, se produjera un ingreso de capitales y el peso se sobrevaluara o por modernización tecnológica o por falta de políticas que integren economía, sociedad y educación, se destruyera empleo que llevara y estabilizara la masa inempleable en 50/60%, ¿en qué tipo de sociedad se transformaría la Argentina?
Las respuestas a esta pregunta deberían impulsar a tomar las decisiones.
(*) Sociólogo, planificador estratégico, educador. Planificó la creación de cuatro universidades nacionales en las que fue profesor. También docente de la UCA.