Gran parte del crecimiento que se está viendo en varios mercados claves del continente es resultado de la exitosa implementación de acertadas reformas políticas y económicas que crean un clima positivo para las inversiones y los negocios. El proceso lo explicita con claridad Steven Radelet, un economista estadounidense que se especializa en desarrollo internacional y que es autor del libro The Great Surge: The Ascent of the Developing World, publicado en noviembre de 2015.
El libro comienza diciendo que estos tiempos de grandes progresos ayudaron enormemente a los países en desarrollo, que hicieron grandes progresos. Pero mucha gente cree que exceptuando China e India, la mayoría de los países pobres está empantanada en pobreza extrema, gobernada por dictadores ineptos y conviviendo con hambrunas, enfermedades, violencia y corrupción. En su libro Radelet dice, por el contrario, que nunca tanta gente en tantos países en desarrollo, han hecho tantos progresos.
The Great Surge cuenta la historia de una impresionante transformación económica, social y política. Muestra que al final de la Guerra Fría el desarrollo de nuevas tecnologías, la globalización y audaces líderes locales, además también de un poco de suerte, se combinaron para mejorar drásticamente el destino de cientos de millones de personas pobres del mundo. Pero más importante, The Great Surge revela cómo se puede luchar contra la adversidad, contra el cambio climático, la demanda de recursos, el desmanejo económico y político y las presiones demográficas para acelerar el desarrollo político, económico y social que ayuda a los pobres de todo el mundo.
Elige Ãfrica, el continente que más avanzó en los últimos 20 años, para desmentir a quienes dicen que el futuro de la región está atado a las fluctuaciones en los precios de los commodities.
¿Se interrumpió el ascenso de Ãfrica?
Con la caída de los precios de los commodities muchos se preguntan si se terminó el progreso en el continente africano. Durante los últimos 20 años muchos países lograron importantes aumentos de ingreso, redujeron pobreza y mejoraron salud y educación. Pero el reciente optimismo parece haber dado paso a una ola de pesimismo.
Cayeron los precios de las materias primas, la economía global se ha desacelerado y el crecimiento económico se detuvo en varios países del Ãfrica subsahariana. Si solamente fueron los precios de las materias primas los que generaron los últimos avances, las perspectivas entonces se ven oscuras.
Pero la realidad es más compleja y mucho más variada de lo que ahora se supone, dice el autor. Es cierto que muchos países están afrontando más dificultades de las que afrontaron en los últimos 20 años y que incluso con una buena administración, el progreso va a ser más lento en los próximos años. Pero no para todos. Hay países africanos donde el crecimiento se mantiene bastante bien.
Si el tema se analiza en un nivel más profundo, aunque es cierto que los altos precios de las materias primas ayudaron a muchos países, el aumento de desarrollo que se vio en los últimos 20 años, allí donde ocurrió, tuvo su raíz en factores más importantes: mejor gobernanza, mejor manejo de las políticas y una nueva generación de líderes mejor formados en gobierno y en empresas. Eso no se va a perder en el futuro.
Superar este momento negativo de la economía global, junto a los crecientes peligros como el cambio climático por ejemplo, va a requerir fuerte liderazgo, acción decidida y medidas difíciles. El crecimiento general va a desacelerarse en los próximos años. Pero en el largo plazo el progreso del desarrollo sigue sólido para muchos países de la región, especialmente aquellos que diversifican sus economías, aumentan su competitividad y fortalecen aún más las instituciones de Gobierno.
Dos décadas de progreso
La reciente desaceleración sigue a 20 años de fuerte progreso, al menos para muchos países, que comenzó a mediados de los años 90 e incluyó gran crecimiento económico, mayores salarios, reducción de pobreza y mejora generalizada en salud y educación.
Desde 1995 el crecimiento del PBI en todo el continente promedió alrededor de 4,3% más que en los 20 años anteriores. Pero sería equivocado sugerir que esta tasa de crecimiento es aplicable a todo el continente. Hay grandes variaciones: la mitad de los países de la región están avanzando y la otra mitad están cambiando muy poco. En los 20 países de mayor crecimiento –excluyendo los exportadores de petróleo– el crecimiento del PBI promedió 5,8% en 20 años, y el ingreso real per cápita se duplicó con creces.
Pero en otros países, el crecimiento fue mucho más lento. Y en ocho de ellos, el ingreso per cápita cayó. Hay diferencias notables: en Ruanda el ingreso real por persona creció más del doble; en Zimbabue cayó 30%.
Allí donde el crecimiento se aceleró, la pobreza finalmente comenzó a reducirse. La proporción de personas que viven en extrema pobreza (eso es menos de US$1,90 por día a precios constantes de 2011) cayó de 61% en 1993 a 43% en 2012, una reducción de casi 1% por año durante casi dos décadas. En algunos países (por ejemplo Senegal), la pobreza se redujo más; en otros (como República Democrática del Congo), nada.
Los progresos en salud fueron todavía más grandes. Desde mediados de los 90, la tasa de mortalidad en niños menores de cinco años cayó más de la mitad, de 17% a 8%. Lo más notable es que todos los países en el Ãfrica sub–sahariana redujeron la mortalidad infantil en los últimos 20 años. Las muertes por malaria cayeron a la mitad y las relacionadas con HIV/SIDA y tuberculosis, ambas, cayeron una tercera parte.
En educación, más de tres cuartos de los niños están inscriptos en la escuela primaria, cuando en los 80 eran apenas la mitad. Más de dos tercios de las niñas ahora completan la escuela primaria, algo que aumentará sus posibilidades de ganarse la vida; igualmente importante, esto significa que tendrán menos hijos y que esos hijos serán más sanos y mejor educados.
Estas tendencias son una buena señal para el futuro porque indican el comienzo de una buena base de habilidades en el capital humano.
Cuatro grandes fuerzas ayudaron a impulsar el resurgimiento de los países que avanzaron.
Cuatro grandes fuerzas
Primero, hubo un marcado mejoramiento en gobernanza, al menos en muchos países. En 1990 había cuatro democracias en Ãfrica. Hoy hay 23. Con la democracia llegó mejor gobierno, más libertades políticas, menos violencia y más acatamiento a la ley, instituciones públicas más sólidas, mejor clima para hacer negocios y menos corrupción.
Segundo, hay líderes y políticos más hábiles. Una nueva generación de gerentes, técnicos y emprendedores está llegando a ocupar los puestos más altos de los organismos oficiales, organizaciones civiles y empresas privadas. Quienes manejan los bancos centrales y los ministerios de gobierno están mucho mejor preparados y tienen más experiencia y capacidad que sus predecesores.
Tercero, como consecuencia de lo anterior, las políticas económicas y sociales han mejorado significativamente. El manejo macroeconómico ha sido mucho más eficaz, con tasas de cambio más flexibles, menor inflación, menores déficits de presupuesto y mayor nivel de reservas. El fuerte control estatal dio paso a sistemas económicos más orientados al mercado. Los gobiernos eliminaron distorsiones que impedían el crecimiento, lo cual abrió el comercio y permitió a los agricultores comprar insumos y exportar, redujo burocracia y bajó los costos de hacer negocios.
Cuarto –la condición fundamental que ahora está empezando a cambiar– durante gran parte de los últimos 20 años las condiciones económicas mundiales fueron favorables. El comercio se expandió rápidamente y con eso vino el acceso a nuevas tecnologías e ideas y mercados más grandes. China se convirtió en un gran mercado para exportaciones y una gran fuente de inversión en muchos países. Las tasas de interés fueron bajas, lo que hizo que fuera relativamente barato tomar préstamos para proyectos de infraestructura. Y desde 2002 hasta 2014 la suba de los precios de las materias primas ayudó a los principales exportadores de petróleo (Angola, República del Congo, Ghana, Nigeria y otros) junto a otros exportadores de recursos básicos como Liberia, Namibia y Zambia.
La suba de esos precios no ayudó a todos los países, pues hay muchos que son importadores de petróleo y que sufrieron los altos precios, pero en cambio los precios de los commodities mejoraron la actividad económica en casi toda la región.
Además estuvo la ayuda externa que jugó un papel secundario. Eso colaboró especialmente a mejorar la salud y a salvar millones de vidas mediante programas que aumentaron el acceso a vacunas, mejora de la salud infantil y combate a enfermedades como la tuberculosis y el HIV/SIDA.
La visión de que el surgimiento de Ãfrica ocurrió solamente por el boom en los precios de los commodities es demasiado simplista. Pasa por alto la aceleración del crecimiento que comenzó en 1995, siete años antes de que subieran los precios de las materias primas; el impacto de esa suba de precios, que varió mucho según los países, y dañó a los importadores de petróleo; también olvida los cambios en gobernanza, liderazgo y políticas, que fueron importantes catalizadores del cambio.
El futuro en aguas turbulentas
Esta comprensión más amplia de los motores del progreso es fundamental al considerar las perspectivas para el futuro, que no va a estar determinado solamente por los caprichos de los mercados de materias primas sino por cómo se manejen esos otros desafíos.
Sin embargo, las circunstancias globales han cambiado mucho y muchos países están confrontando los problemas más difíciles de toda una década. El crecimiento se redujo notablemente en todo el mundo, especialmente en varios mercados exportadores importantes, como China.
Con el menor crecimiento cayó el precio de las materias primas. El maíz, el cobre y el algodón cayeron más de 20% desde 2013 y los precios del hierro y el petróleo cayeron más de 50%. Esas caídas han tenido un enorme impacto en las ganancias por exportaciones, ingresos de presupuesto y reservas de divisas, inversión, empleo y tasa de cambio.
De acuerdo con todo esto, el crecimiento en los países del Ãfrica subsahariana disminuyó de 5% en 2014 a 3,5% en 2015 y el FMI proyecta que seguirá deprimido en 3% en 2016. También aquí hay gran variación entre los países. Los que más cayeron son los exportadores de petróleo, de hierro, cobre y diamantes.
Sudáfrica, uno de los principales motores económicos de la región, ha sufrido sequías, caídas en los precios de sus exportaciones, conflictos políticos y el crecimiento ahora es de solo 1%.
En Nigeria, la otra locomotora regional, la exitosa transición política del año pasado fue seguida inmediatamente por la caída de los precios del petróleo, lo cual amplió los desequilibrios fiscal y comercial con una respuesta tibia por parte de las autoridades.
Angola, Liberia y Zambia también sufrieron el sacudón.
La mayoría de los países del Ãfrica sub–sahariana, en cambio, son importadores de petróleo y se han beneficiado con la caída de los precios del combustible.
Pero todos los países de la región afrontan desafíos de largo plazo: debilidad en infraestructura eléctrica, de caminos y de agua, por ejemplo. Mientras algunas partes de Ãfrica tienen agua en abundancia, la falta de capacidad de almacenaje y facilidades de irrigación debilita la actividad económica.
Otro peligro es el demográfico: se proyecta que la población subsahariana va a crecer de 965 millones en 2016 a 2.100 millones en 2050. Solo Nigeria podría tener 400 millones de personas para 2050, más del doble de su población actual. Eso aumenta los problemas de empleo, de infraestructura, de educación, de salud y de producción agrícola.
Tal vez el desafío más difícil para todos será el cambio climático. La temperatura subirá y las lluvias serán más erráticas. Todo eso tendrá una cantidad de efectos e impactos adversos para la salud.
Manejar todos esos desafíos será una gran prueba de habilidad para los nuevos líderes africanos. Pero aunque los efectos van a ser diferentes según el país, mantener el crecimiento requerirá acciones en cuatro áreas.
La primera es el manejo macroeconómico. Los déficits comerciales que se agrandan presionan sobre las reservas y tientan a los políticos a mantener artificialmente estable la tasa de cambio. Ya comenzaron a aparecer en algunos países tasas de cambio paralelas. Pero como se supone que los precios de los productos primarios van a permanecer deprimidos, defender tasas de cambio fijas podría conducir a mayores desajustes en la tasa de cambio. Por difícil que parezca, los países deben permitir que sus monedas se deprecien para alentar exportaciones y aumentar los ingresos impositivos.
Segundo, los países deben diversificar sus economías para alejarse de la dependencia de las exportaciones de commodities. Los Gobiernos deben instalar entornos más favorables a la inversión privada: procesamiento de productos agrícolas, manufactura y servicios para así ampliar la creación de empleo, acelerar el crecimiento de largo plazo, reducir la pobreza y minimizar la volatilidad de los precios.
Los efectos del actual shock de los precios de las materias primas son tan grandes precisamente porque no han diversificado sus actividades económicas. Los pasos a seguir serán diferentes según el país pero comienzan aumentando la productividad agrícola, prestando más servicios, haciendo caminos e invirtiendo en nuevas variedades de semillas y fertilizantes.
Tercero, el surgimiento del progreso africano no puede mantenerse sin sistemas fuertes de salud y educación. Los aumentos en inscripción escolar y las tasas de finalización de la escolaridad, especialmente para las niñas, son los primeros pasos. Pero la calidad de la escolaridad se deteriora con programas viejos, instalaciones inadecuadas, mala capacitación de profesores, ausentismo docente, insuficiente control local y bajos salarios en educación. Los próximos años exigen un drástico mejoramiento en la calidad para equipar a los estudiantes –especialmente mujeres– con las habilidades que necesitan para ser trabajadoras productivas.
Del mismo modo, los sistemas de salud siguen débiles, sobrecargados y con financiamiento insuficiente. Hace falta mucho esfuerzo para mejorar el acceso a la medicina, capacitar al personal médico y aumentar la prestación de servicios sanitarios básicos y ampliar la cobertura de los sistemas.
Instituciones sólidas
Cuarto, el progreso continuado en el largo plazo exige crear instituciones sólidas que profundicen la democracia. La transformación durante las dos últimas décadas que abandonó Gobiernos autoritarios es notable, pero sigue incompleta. El progreso sostenido necesita mejor control y equilibrio de poderes, más transparencia y fortalecimiento de la voluntad del pueblo. Algunos países no democráticos lo han hecho bien, pero la mayoría de los gobiernos autoritarios han sido desastres en materia de gobernanza.
Finalmente, la comunidad internacional tiene un importante papel que jugar en esto. La ayuda externa ayudó a sostener el progreso, y la asistencia continuada ayudará a mitigar los impactos de la actual desaceleración económica mundial.
Se necesitan compromisos más grandes y de más largo plazo, especialmente para los países mejor gobernados que han mostrado un fuerte compromiso con el progreso. Hasta donde sea posible, el apoyo directo al presupuesto ayudará a paliar las dificultades de ajuste en los países más afectados por los precios de los commodities. Además, financiamiento para infraestructura, preferentemente mediante donaciones o préstamos a bajo interés, que ayudarán a crear las bases para el crecimiento y prosperidad de largo plazo.
Este no es momento para que los países ricos se vuelquen hacia adentro y levanten barreras comerciales. Las naciones ricas deberían alentar mayor progreso y diversificación económica reduciendo las barreras al comercio para productos procedentes de países africanos cuyas economías son las menos desarrolladas.