¿De qué vivirá la banca cuando baje la inflación?

    Por Rubén Chorny


    Juan Ernesto Curutchet

    Nadie le da 50 años cumplidos al presidente del Banco de la Provincia de Buenos Aires, Juan Ernesto Curutchet. Su estilizada estampa tampoco condice con la del clásico banquero. Más bien se lo podría confundir con un deportista y en algo de eso anda, pero como directivo, ya que es el número dos en el club Hurlingham.
    El “Colo”, como le dicen obviamente por ser pelirrojo, es un abogado recibido en la UBA y matriculado en Nueva York. Como vicepresidente del Banco Ciudad, primero con Federico Sturzenegger de presidente y luego Rogelio Frigerio (nieto), cosechó ocho años de know how crediticio de actividades productivas y pymes. La victoria electoral del macrismo lo catapultó al frente de la principal institución bancaria del Primer Estado Argentino.
    Basta meterse en su página de Facebook, en la que aparece en la foto de encabezamiento de portada junto a María Eugenia Vidal, para visualizar el raid de visitas que, desde que comenzó el año, suele hacer por las sucursales e intendencias del interior de la provincia: Derqui, Lincoln, Mercedes, Escobar, donde toma mate con los empleados. Aparece luego dándole ánimos a una chica que recién ingresó. Describe su encuentro con Nereo, el nonagenario poeta de una localidad vecina a Miramar que se llama Mechongué. Dialoga con los clientes de José C. Paz, con los vecinos de Hurlingham, con las mujeres de Lomas de Zamora. Está en Saliquelló, Tres Lomas, San Miguel. Y, a razón del promedio de dos visitas por semana que afirma realizar, la lista se tornaría muy larga.
    Sin embargo, la entrevista con Mercado se concretó recién llegado de participar del encuentro anual del Instituto de Finanzas Internacionales, en Washington, donde desplegó una agenda offshore en la sede del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y mantuvo reuniones bilaterales con los principales CEO de las entidades financieras del mundo. Todo un contraste con los contactos populares que cultiva en las continuas incursiones de cabotaje por las sucursales.
    Quizá haya sido la razón de que nada de esto figurase en su prolífica red social.

    Los bancos y la inflación
    –¿Qué reflexiones le inspira esta incursión por Washington?

    –Hacerles una pregunta a todos los banqueros en nuestro país: ¿de qué piensan vivir cuando se acabe la inflación? En el mundo se comprimieron los márgenes con monedas estables y sanas, lo que le genera a la banca la necesidad de crecer en volumen y condena a aquellos que no estén a la altura a salir del mercado. O sea, se vienen consolidaciones bancarias. Obviamente que, como Banco Provincia, con 10% del sistema, nos sentimos bien parados para afrontarlo, pero el desafío está. Y todos lo tienen. Por eso se está yendo un Citibank. En Europa todo esto se ve muy nítido porque hay tasa de interés negativa sin inflación.

    –¿Y acá cómo vamos?
    –Nos preparamos para anticiparnos y mejorar mucho el banco, que sea muy eficiente, competitivo, dentro de dos o tres años cuando baje la inflación.

    –¿Vaticina concentración bancaria?
    –Sí, una consolidación. El negocio financiero maduro es el de escala, mucho más porque aumentó mucho el costo regulatorio. Porque se cobran prevención de lavado o todas las áreas de riesgo, lo cual solo se puede amortizar con una estructura grande.  

    –Eficiencia, costos, son palabras que se asocian a planes de achicamiento, despidos, cierres, ¿qué cabe esperar en el Bapro?
    –Ante un nivel de susceptibilidad muy grande, con una visión detenida en el tiempo y exceso de prevenciones o temores infundados, los dirigentes gremiales nos enrostran un discurso de achique que es insostenible, porque no hubo ni hay un solo despedido. Nada se cerró ni se va a cerrar. No es el objetivo de esta gestión ni de esta gobernadora reducir el nivel de prestaciones que da el banco.

    –Después de las medidas de fuerza que hubo en abril, ¿están en condiciones de sobrellevar un enfrentamiento que puede tomar distintas manifestaciones?
    –Debe tenerse en cuenta que aquel conflicto se produjo en el contexto de una paritaria que tardó mucho en cerrar. Como la inflación se había disparado, esa semana se vivió cierta angustia, lo cual facilitó la versión falsa que sustentaban los dirigentes. Para las próximas convenciones colectivas habrá un enorme desafío que excede al ámbito bancario y es que la confianza y el optimismo sobre la marcha de la economía dependerán de dónde cada uno esté parado en términos políticos. Los que estamos en el oficialismo y la gente que nos vota le damos una credibilidad muy grande al Gobierno de que va a lograr una inflación en torno del 20% (17/22), que consta en el plan económico anunciado por Sturzenegger y Prat Gay. En cambio, un tercio de la sociedad, que es crítica de Cambiemos y de Mauricio Macri, cree que la inflación va a ser mucho más alta.

    –Habló de una complicada relación con los dirigentes gremiales, ¿cómo lo tratan los trabajadores cuando alterna cuerpo a cuerpo con ellos en las recorridas por las sucursales?
    –Me reciben muy bien, les hablo muy francamente, algunos plantean temas, con otros simplemente tomamos mate. Muy distinto a lo que sucede con la cúpula sindical en el banco, que constituye un mundo en sí mismo. Hay 500 con roles de delegados gremiales, de los que entre 103 y 107 están con licencia gremial plena todos los días del año.

    –¿Cómo piensa convencer al personal de que los cambios no afectarán su estabilidad?
    –Organizando uno por uno los procesos, como estamos haciendo. Todas las semanas mejoramos algunos. Ejemplo: se contaban todos los meses los contratos de préstamos archivados y resolvimos pasar ese control a seis meses. El riesgo era que si se perdía alguno se tardara más en descubrirse, pero liberamos horas hombre de gente afectada a esa tarea. Otro: todos los días se cuentan los stocks de tarjetas de débito y crédito en las sucursales. La de Moreno sola insume dos horas diarias a dos personas. Revisamos cada cuestión como si fuera un mecanismo de relojería.

    Puesta en valor de las sucursales
    –¿Qué política se aplicará para con las sucursales?

    –La gestión anterior venía con un ritmo de remodelación de sucursales de entre 20 y 30 por año, pero como hay 418 hubiera llevado 14 años terminar la ronda y para entonces la mitad ya estaría rota. Planteo hacer todo lo contrario: terminar en tres años y medio, a razón de unas 90 por año. Consiste en reformas edilicias para aggiornar la estética de algunas que se quedaron en el tiempo, ampliación de los espacios de espera, instalación de turneros electrónicos que ordenen las colas, más cajeros automáticos.
    El otro día lanzamos la obra nueva de Derqui, que es para mudar la sucursal a una moderna que ampliamos. Por cabecera municipal, típicamente tenemos una sucursal como sobredimensionada, pero poco funcional. Ahí vamos primero. Los intendentes son como un socio estratégico por ser agentes financieros de 135 jurisdicciones.

    –¿Se abrirán nuevas?
    –Hay unas cuantas en carpeta pero para abrir nuevas sucursales vale lo mismo que plantea Vidal con relación a la salud pública: está bien que se hagan nuevos hospitales, pero primero hay que poner en valor los 50 y pico del Estado que ya están.

     

    –¿Ahorrará obras el reemplazo de espacios físicos por tecnología?
    –Estamos en pleno cambio de procesos. El banco ya tiene 1 millón de clientes de homebanking, más de 200.000 de banca celular. Pero es prioritario atender los 4,6 millones de operaciones mensuales por ventanilla. Un caso es que tenemos la mitad de las terminales de autoservicio rotas. Hace dos años que estaba caído el contrato de mantenimiento porque querían licitar de vuelta para renovar el parque. La consecuencia fue que el cliente que podía pagar una boleta de servicios por la máquina, como no andaba, agrandaba las colas. Pensamos también instalar este año 150 cajeros automáticos que ya están en depósito y agregar otros 700 que licitaremos. Algunos serán nuevos, otros renovados. Empezamos ya inaugurando en Lincoln el primero. 

     

    –¿Cómo queda la cartera crediticia en un año de transición como éste?
    –Vamos a terminar prestando $100.000 millones, de los que muy poco más de la mitad son a empresas, con un alto porcentaje a pymes, de las que 42% va a firmas con perfil agropecuario y agroindustrial. Luego se colocarán $860 millones en microcréditos. Es un volumen de plata chico, el 1% de la operación, pero comprende a 30.000 microempresarios, lo cual derrama a toda la provincia.
    Hemos dispuesto por primera vez ocho ejecutivos de zonas agropecuarias radicados en el interior de la provincia y firmamos convenios con subsidios de tasas para unas siete líneas: productores de papa, trigo, maíz, girasol, compra de maquinaria agrícola. Con subsidios del Ministerio de Producción de la Nación, ofrecemos al productor algunos puntos por debajo de la tasa Badlar. Le estamos dando un gran impulso interno, porque las metas comerciales son ambiciosas: $28.000 millones y creemos que pasaremos los 30.000 millones.
    Estamos alentando el mercado de la tarjeta Procampo, que ya es líder en la provincia de Buenos Aires, donde competimos bastante con el Galicia. Triplicó su uso en la anterior campaña triguera, pero desde la convicción de que el sector va a rendir más, generará más divisas e invertirá. Y curiosamente los productores agropecuarios están más dulces, con excepción de los tamberos, chancheros, algo de agrícola. Se nota en las sucursales del interior en las que aumentaron los depósitos y no tanto la demanda de crédito a dos años, pero sí la tarjeta.

     

    –¿Prevén cambios en el perfil de la cartera?
    –La única diferencia fuerte que hemos pensado es tener más presencia en préstamos hipotecarios, tanto con el Procrear como por los propios con UVI; hemos recibido más de 10.000 consultas, unas 600 carpetas están caminando y unas 40 escrituras ya hechas. En los últimos cinco años esta línea había estado prácticamente ausente. Estoy convencido de que ha sido una fortaleza tradicional en el banco y es necesario que se repita por generaciones para que el banco vuelva a ser sinónimo de casa propia.

     

    –¿Facilita coordinar la política crediticia del Gobierno el hecho de que las conducciones de los tres bancos públicos (Nación, Ciudad y Provincia), además del Banco Central, respondan a una misma matriz política?
    –Sí, pero también tiene mucha relevancia que quienes estamos al frente hayamos trabajado juntos en los últimos ocho años y nos conozcamos bastante: Rogelio Frigerio, Federico Sturzenegger, Javier Ortiz Batalla, que fue al Ciudad, con lo cual es muy natural consultarnos. La coordinación se da desde las afinidades, así que cambiamos ideas. Cooperamos pero también competimos. Con el Nación, en muchas jurisdicciones ambos estamos solos. Ellos tienen algunas líneas con subsidios y cuentan con muchos depósitos a la vista para ofrecer tasas atractivas. El Bapro está a dos aguas: por un lado compite con el Nación y, por otro, con los privados más agresivos: el Galicia, el Santander.

     

    De la iliquidez al rojo, sin escalas

     

    Cuenta Curutchet que el banco sufrió mucho haber sido tomado como rueda de auxilio de la gobernación de Daniel Scioli, a tal punto que en enero tuvo pérdida operativa. La atribuye a que se combinó la decisión política de expandir el crédito a la economía real, las familias y los individuos, con una simultánea quita del fondeo, a fin de ser absorbido para destinarlo a pagar los gastos corrientes de la provincia de Buenos Aires. Tuvo que afrontar un elevadísimo costo de la tasa marginal del mercado, el call money, que lo dejó en rojo. En noviembre y diciembre ya había tenido problemas de liquidez, con 13% cuando el sistema estaba en 39%.
    La situación se empezó a revertir cuando la Nación anticipó inicialmente a la provincia de Buenos Aires $10.000 millones de la coparticipación, y hubo un cambio en el manejo de las finanzas públicas provinciales que derramó sobre los distintos municipios, que pasaron a depositar $15.000 millones en la cuenta bancaria. La provincia aportó lo suyo cuando convirtió en saldos normalmente importantes lo que antes era un agujero negro.
    En cuanto la legislatura bonaerense apruebe el esquema de reestructuración de los 22.000 millones de pesos que adeuda la provincia y se sepa en qué plazos y condiciones se pagarán, dará comienzo una nueva etapa en una relación entre política y finanzas públicas en el mayor distrito del país.