Combustible para el crecimiento

    Sin embargo, esta es simplemente la visión que nos dan las cifras. La inteligencia artificial (IA) es un nuevo factor de producción y tiene el potencial de introducir nuevas fuentes de crecimiento, transformar cómo se realiza el trabajo y reforzar el papel de las personas para impulsar el crecimiento económico.

    Un reciente estudio de Accenture sobre el impacto de la inteligencia artificial en 12 economías desarrolladas revela que la IA podría llegar a duplicar las tasas anuales de crecimiento económico en 2035, cambiando la naturaleza del trabajo y estableciendo una nueva relación entre el hombre y la máquina. Se prevé que el impacto de la IA en los negocios aumentará la productividad del trabajo hasta en 40% y permitirá a las personas hacer un uso más eficiente de su tiempo.

    Entonces, al contrario de lo que ocurría hasta ahora, el capital y el trabajo ya no son los motores del crecimiento económico. Afortunadamente, en el horizonte se vislumbra ya un nuevo factor de producción que puede transformar las bases de crecimiento en todos los países del mundo.

    Gracias a la reciente convergencia de tecnologías transformadoras, las economías están entrando en una nueva era en la que la inteligencia artificial (IA) podría superar las limitaciones físicas del capital y el trabajo para abrir nuevas fuentes de valor y crecimiento. Si no quieren dejar pasar esta oportunidad, los líderes empresariales y políticos deberían prepararse para (y preparar) un futuro marcado por la inteligencia artificial. Sería erróneo pensar que la IA no es más que otro factor de productividad. Por el contrario, la IA debe ser considerada como la herramienta que puede transformar nuestra forma de pensar sobre cómo se genera crecimiento.

     

    Nuevo factor de producción

    Ante este panorama, muchos han llegado a la conclusión de que debemos acostumbrarnos a la parálisis económica. Aún más pesimista se muestra el economista Robert Gordon, para quien la productividad en el próximo cuarto de siglo seguirá creciendo con la misma lentitud que hemos visto desde 2004. Gordon considera además que es poco probable que se repita lo ocurrido en los dos últimos siglos, caracterizados por “grandes inventos” como el barco de vapor o el telégrafo.
    Este déficit de innovación, unido a las tendencias demográficas adversas, la caída de los niveles educativos y la creciente desigualdad social, tornará más lento aún el progreso económico. ¿Estamos, entonces ante el fin de una era de crecimiento y prosperidad? Por muy negativos que sean, los datos pasan por alto un elemento de gran importancia: la forma en que las nuevas tecnologías afectan al crecimiento en la economía.

    Tradicionalmente, el capital y el trabajo son los “factores de producción” que impulsan el crecimiento económico. El crecimiento se produce cuando hay un aumento de capital o trabajo, o bien cuando se utilizan de un modo más eficiente. El crecimiento que resulta de innovaciones y cambios tecnológicos se mide con la productividad total de los factores (PTF).

    Los economistas siempre han considerado las nuevas tecnologías como un motor de crecimiento por su capacidad de aumentar la PTF. Se trata de una conclusión lógica para las tecnologías a las que estamos acostumbrados. En la actualidad asistimos a la aparición de una nueva serie de tecnologías transformadoras que se conocen con el nombre de inteligencia artificial. Muchos creen que la IA es similar a otros avances tecnológicos. Si fuera así generaría cierto nivel de crecimiento, pero nada revolucionario.

    ¿Qué ocurriría si la IA no solo tuviera el potencial de aumentar la PTF, sino que fuera un factor de producción totalmente nuevo? ¿Es eso posible? La clave está en pensar en la IA como en un híbrido de capital y trabajo. La IA puede realizar actividades laborales a una velocidad y a una escala mucho mayores, o incluso llevar a cabo tareas que serían imposibles para los seres humanos. En algunas áreas tiene la capacidad de aprender con más rapidez que las personas, aunque sin llegar todavía a su nivel de profundidad.

    La IA puede adoptar también la forma de capital físico, como robots y máquinas inteligentes. Y, al contrario de lo que ocurre con el capital convencional (como máquinas y edificios), puede mejorar con el tiempo gracias a su capacidad de autoaprendizaje. Gracias a los análisis y modelos, se puede ver lo que ocurre si consideramos que la IA es un nuevo factor de producción y no solo un impulsor de la productividad.