Incluso antes de la inestabilidad cambiaria registrada la semana pasada. Una primera aproximación a esta problemática surge de comparar en que gastan los hogares sus ingresos y, en ese sentido, llama la atención que en Argentina la participación del gasto en “Prendas de Vestir y Calzado” más que duplica los porcentajes del resto de Latinoamérica, mientras que los hogares argentinos destinan menores porcentajes de sus ingresos en Educación y Servicios Públicos (energía, transporte y comunicaciones).
El último informe del IERAL de la Fundación Mediterránea, sostiene que la relación entre los precios de distintos productos en distintos lugares explica el comportamiento de los consumidores y las diferencias en los gastos de los hogares.
Por ejemplo, en el caso de los combustibles líquidos (nafta y gas oil) la diferencia de precios con Paraguay y Brasil llega hasta al 48%, mientras que en el gas en garrafas la diferencia supera el 180%. Otro caso destacable es la tarifa del transporte urbano de pasajeros, que en las provincias del NEA se encuentra entre 40 y 60 pesos, mientras que en Paraguay y Brasil los valores equivalen a 113 y 199 pesos.
En la mayor parte de los precios de productos de consumo masivo se observa también esta diferencia de precios con los países vecinos, lo cual genera consecuentemente el comercio fronterizo minorista que hace que muchos brasileños y paraguayos crucen la frontera para pasear, comprar productos de la canasta básica (con algunas excepciones como ser vestimenta y calzado) y cargar combustibles, aprovechando la importante brecha cambiaria existente.
Pero, a su vez, estas enormes diferencias de precios también existen en la producción exportable y allí se encuentra la principal causa del contrabando de Maíz y Soja hacia Brasil sobre todo en la zona de frontera seca como lo demuestran numerosos artículos periodísticos y que ya generado causas judiciales. Las enormes diferencias entre los precios vigentes en las distintas provincias de nuestro país y los países vecinos claramente son la consecuencia del desorden macroeconómico y las persistentes (y asimétricas) intervenciones del estado en el mercado, generando aún más desafíos a la hora de pensar soluciones a mediano y largo plazo (sostenibles en el tiempo) al problema inflacionario de nuestro país.