Por convención popular se sostiene que los jóvenes, por lo general, prefieren trabajar en una startup. El planteo sostiene que todo lo “grande” –Big Tech, Big Finance, Big Pharma, Big Oil, Big Food y las Big Four firmas contables– suelen estar muy vigiladas por los organismos reguladores, y que esa es una de las razones por las que los millennials prefieren la libertad y la autonomía de un emprendimiento.
Ante el peso del argumento, y en el contexto de la ardua lucha por atraer talento, las grandes empresas levantan la apuesta y se disponen a comportarse como si fueran pequeñas. Organizan el trabajo en equipos a los que les dan poder de decisión, agilizan el gerenciamiento y trasladan los despachos de los directivos al espacio compartido por todos, entre otras muchas medidas.
Una encuesta realizada en 2017 por EY y el Economic Innovation Group en Estados Unidos encontró que casi dos tercios de los millennials había estudiado la posibilidad de iniciar un negocio propio pero que solo la quinta parte de ellos pensaba que el emprendedorismo es el mejor camino para avanzar en la carrera. En realidad, 44% pensaba que permanecer en una empresa y ascender en ella –como en muchos casos habían hecho sus padres– era el camino preferible. Esa actitud de búsqueda de estabilidad y certidumbre ayuda a explicar por qué cuando por ejemplo se pregunta a los graduados británicos cuáles son los lugares que ofrecen las mejores oportunidades, por lo general mencionan las cuatro grandes firmas contables y empresas como GlaxoSmithKline, el NHS (servicio nacional de salud británico) y la administración pública.
Un libro de publicación reciente –Big is Beautiful, de Robert Atkinson y Michael Lind– presenta algunas de las ventajas de trabajar en las grandes empresas. Pagan más y sus empleados –al menos en Estados Unidos– reciben más beneficios: horas extra, bonos, seguro de salud, vacaciones, licencias familiares, capacitación y aportes jubilatorios.
Los autores dicen que desde hace varias décadas los Gobiernos vienen mostrando una injustificada tendencia a apoyar a la pequeña empresa. Según ellos, fue a partir de los años 70, cuando el economista EF Schumacher escribió un libro titulado Small is Beautiful donde cuestionaba la forma en que el sistema económico agotaba los recursos del planeta y deshumanizaba los lugares de trabajo. Pero la “megalofobia” es contraproducente, dicen los autores de Big is Beautiful. Lo que se debe hacer es apoyar a toda la gama de empresas, sean pequeñas o grandes.
Las tecnológicas, sí.
Atkinson y Lind dicen que la pequeña empresa no es, como se suele afirmar, la base de la prosperidad de un país. Y que tampoco son grandes creadoras de empleo porque muchas de ellas fracasan y al fracasar destruyen los empleos que crearon. El único tipo de pequeña empresa que contribuye a la innovación tecnológica es la startup tecnológica y su éxito depende de que crezca. En realidad, dicen, cuando una empresa nueva triunfa tiene una sola gran ambición: hacerse grande.
La idea de que los ciudadanos cuentapropistas son la base de la democracia es una reliquia del sueño jeffersoniano de una sociedad agraria. Y los Gobiernos, motivados por una confusa mezcla de ideología populista y de libre mercado, se desviven por promover a la pequeña empresa. Todo presidente moderno ha cantado las loas a la pequeña empresa y todos –según Atkinson y Lind– están equivocados.
No obstante, el panorama para el personal de una gran empresa tampoco es color de rosa. Las empresas grandes pueden convertirse en burocracias anónimas. Ya no ofrecen la seguridad de antes. Los despidos masivos son una realidad de la vida empresarial actual. Son pocas las posibilidades de que los millennials y las generaciones más jóvenes trabajen todo la vida en una empresa grande, como ocurría en las décadas anteriores.
Pero tal vez no haya habido nunca mejor momento que ahora para trabajar en una gran corporación. En sus esfuerzos por sobrevivir y reclutar y retener al personal joven, los grandes empleadores se ven obligados a adaptarse. Están ofreciendo a sus empleados más independencia, trabajo más significativo, la libertad de inventar e innovar y flexibilidad de horario y espacio de trabajo. O sea, están esforzándose por ofrecer lo mejor de la empresa grande y de la empresa pequeña.