El martes General Electric anunció planes de partirse en tres compañías separadas: una dedicada a la salud, otra a la aviación y la tercera a la energía. La decisión se conoce pocos días después de que IBM se desprendiera del negocio de los servicios, el mismo que la salvara de la quiebra en la década de los 90.
Ambas fueron imperios muy diversificados, con operaciones aparentemente inmunes a los shocks macroeconómicos en cualquiera de las regiones donde operaban, con negocios lo suficientemente estables como para compensar otros no tanto.
Pero no resultaron inmunes. El desmembramiento de GE, decidido por su CEO, Larry Culp, continúa destejiendo lo que fue, brevemente, la compañía más grande del mundo, un gigante construido por Jack Welch a finales del siglo pasado. Cuando golpeó la crisis financiera de 2008 el sucesor de Welch, Jeff Immelt necesitó para sobrevivir un rescate bancario de US$ 130.000 millones.
La culpa del descenso de GE parece estar en operaciones desafortunadas y en un agujero negro de riesgos financieros que tomó cuando su crédito era equivalente al del gobierno norteamericano. Usando su balance perfecto GE perdió miles de millones de dólares en todo tipo de operaciones, desde malas hipotecas hasta seguros para ancianos.
Durante los casi 20 años de mandato de Immelt GE vendió activos valiosos como NBCUniversal o Comcast casi por monedas y apostó erróneamente a activos energéticos e industriales. Errores costosísimos que incineraron el capital de los accionistas. Durante ese tiempo GE hizo cientos de adquisiciones con un costo de más de US$ 150.000 millones y vendió todavía muchos más activos.