Los países de la región que peor están son los que tienen mucha desigualdad social y gran cantidad de personas trabajando en el sector informal. Donde menos daño ha hecho el virus es en los países con gobierno fuerte y legítimo, amplio sector formal, sistema sanitario eficiente, policía bien organizada y respetada y altos niveles de confianza social.
Pero en general, los países con más casos y más muertes son los que tienen en la presidencia a personas que se negaron a creer en la gravedad de la situación.
La llegada del coronavirus
En general la entrada de la enfermedad a los países tuvo que ver o con el lugar donde se encuentran o con el azar, como ocurrió en el resto del mundo. Los países que son centros de viajes internacionales y de comercio sufrieron antes y más que los que están relativamente aislados.
Brasil y México, las dos economías más grandes de América latina, fueron los dos primeros países con casos confirmados. Ambos, con viajeros que llegaron de Italia. La propagación de la enfermedad en esos y otros países conectados económicamente, como Argentina y Colombia, siguieron el patrón global de un primer contacto mediante los viajes internacionales y luego la rápida propagación en centros urbanos densamente poblados.
Otros países más aislados también sufrieron, casi siempre por obra de la casualidad. En apenas dos días de marzo, la ciudad ecuatoriana de Guayaquil registró 300 muertes (aunque no se sabe cuántas de ellas relacionadas con la Covid–19) y colapsó su sistema de salud.
¿Por qué Guayaquil? Esa ciudad tiene una conexión histórica con España y muchos de aquellos inmigrantes vivieron en Guayaquil. Y vuelven cada febrero para celebrar el carnaval de la ciudad. Esta vez, trayendo consigo el coronavirus.
Uruguay es otro caso singular. A mediados de marzo un famoso diseñador de modas llegó de España para asistir a un casamiento con 500 invitados. Infectó con su presencia a gran parte de la élite montevideana. Pero después de eso no hubo gran propagación. Uruguay es uno de los países con menos tasa de infectados del mundo. El turismo es principalmente argentino pero la pandemia llegó al final de las vacaciones.
El contagio de la enfermedad
Si la llegada del virus fue en gran medida una cuestión de suerte, la propagación de la enfermedad, una vez instalada en América latina, siguió un curso determinado por decisiones políticas y económicas. La región es una de las más desiguales del mundo y el virus se infiltró para ahondar la brecha entre ricos y pobres. Se originó entre las clases ricas pero el mayor daño lo causó en las comunidades marginalizadas.
Mientras que en los países de Europa y Asia fue posible imponer cuarentenas relativamente efectivas, los países latinoamericanos –con enormes sectores informales– se vieron obligados a exceptuar de la cuarentena a muchos trabajadores y tuvieron grandes dificultades para llegar a los segmentos más vulnerables de la población.
Perú, donde el sector informal conforma 71% de la fuerza laboral, se vio obligado a terminar su cuarentena estricta a principios de julio a pesar de que la curva crecía. Buscaba evitar las nefastas consecuencias sociales y económicas de la inactividad.
Tal vez el factor más importante de todos para determinar la trayectoria de la pandemia en América latina ha sido el liderazgo político, como se observó en Brasil y México. Aunque en extremos opuestos del espectro político, Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, y Andrés Manuel López Obrador (presidente de México), respondieron a la epidemia con inacción y mensajes confusos.
Bolsonaro comenzó diciendo que Covid 19 era un leve resfriado y López Obrador apareció en televisión con un misal diciendo que sus buenas acciones y su fe en Jesús lo protegerían. Los dos, siguiendo el ejemplo de Donald Tremp, se negaron a montar campañas nacionales contra el virus.
Las lecciones universales que quedan
Las lecciones que deja la pandemia son universales: el azar y el lugar geográfico pueden determinar el punto inicial de la infección pero la propagación de la enfermedad es consecuencia de las condiciones sociales. La inequidad, la informalidad y la escasa capacidad del estado entorpecieron la respuesta de la región. Lo más dañino de todo fue la miopía de los líderes nacionales de los países más afectados.
Al no respaldar adecuadamente a los funcionarios de salud y negarse a asumir la responsabilidad por la pandemia, los líderes de Brasil y México en particular desencadenaron una ola de muertes innecesarias.