Hay que resetear todo – Capítulo 5: La geopolítica

    Sumario – Capítulos

    1. El mundo
    2. La tecnología
    3. La sociedad
    4. La educación
    5. La geopolítica
    6. Las ideas
    7. El capitalismo
    8. La empresa
    9. Los negocios
    10. El management
    11. El marketing
    12. El talento y los recursos humanos

     

    CAPÍTULO 5 | La geopolítica

     

    El valor agregado de la “economía digital” china

    La economía mundial impulsada

    por un boom de hiperliquidez

    La crisis del coronavirus es única en la historia del capitalismo y provocó una profunda recesión en la economía mundial. Esta novedad está acompañada de una nueva revolución tecnológica, que es la cuarta en la historia del capitalismo, y la más disruptiva e innovadora de todas.

     

    Por Jorge Castro (*)

     

    La pandemia del coronavirus es primordialmente una crisis del sistema global de salud, que ha provocado una profunda recesión en la economía mundial en el segundo trimestre del año (–14% anual), debido al cierre forzoso de la actividad productiva y los servicios.

    Esto significa que la primera recesión global de los últimos 10 años ha sido obra de un shock absolutamente ajeno al proceso orgánico de acumulación capitalista.

    El volumen del comercio global de bienes cayó 12,1% en abril, comparado con la disminución de marzo de 2,4% (es una caída de 16,2% anual), y es la mayor reducción desde 2009.

    El intercambio global ha disminuido 18,5% anual en el segundo trimestre de 2020; y que la caída alcanzaría a –12.2% en el transcurso del año.

    La producción industrial mundial cayó 12.1% anual en abril; y la inversión extranjera directa (IED) se hundió más de 30% en este periodo.

    El producto cayó –15% anual en febrero en la República Popular; y se hundió en EE.UU.–10.4% en abril; y a partir de allí comenzó la recuperación en las dos mayores economías del mundo.

    La razón de esto fue que todos los indicadores de sus extraordinarios procesos económicos se encontraban prácticamente intactos. Por eso, al ponerse término al cierre forzoso de las economías el crecimiento ha sido mucho más rápido de lo esperado, con un alza de +15% anual respecto a los pronósticos del momento más álgido de la crisis.

    Lo que está ocurriendo en este momento es una recuperación generalizada en todas partes del mundo que aumenta a medida que se acelera la apertura de la economía. Este fenómeno central está acompañado por un aumento del consumo en todas partes al mismo tiempo, con un alza promedio de +10% /+15% (+25% en China; +15% en EE.UU.).

    La experiencia estadounidense indica que hay una extraordinaria “demanda dormida” en la primera economía del mundo; y esto se ha revelado con el efecto prácticamente instantáneo que ha tenido la apertura de la economía y la recuperación del empleo en los meses de mayo y junio.

    El valor agregado de la “economía digital” china ascendió a U$S 5.07 billones (millones de millones) en 2019, y representó 36,2% del PBI, lo que muestra un incremento proporcional de 1,4 puntos porcentuales por año, con una tasa de crecimiento de 15,6% anual en la última década.

    Esto significa que la “economía digital” superaría 40% del producto al finalizar 2020; y que cubriría 37,8% de los servicios, 19,5% de la manufactura, y 8,2% de la agricultura. En la manufactura, específicamente, el valor agregado trepó 11,1% el año pasado.

    El camino de crecimiento de la “economía digital” surge hoy de la combinación de la Big Data (inmensas masas de información lanzadas por los distintos sectores productivos y de los servicios), con la 5–G que tramita en “la nube” o “cloud computing”.

     

    China, líder en digitalización

    China tiene hoy 2 ventajas estratégicas esenciales que pueden ser decisivas en el proceso de digitalización de su economía, la denominada nueva revolución industrial.

    En primer lugar, en materia de Big Data, su diferencia es abrumadora, no solo respecto a EE.UU., sino al resto del mundo sumado.

    La República Popular emite 4/6 veces más información que la combinación del resto del mundo. La razón es que China es el país más digitalizado del sistema global, con 840 millones de usuarios de Internet.

    En China, además, hay más de 100 millones de entidades empresarias –15% de ellas son start ups de alta tecnología–, todas profundamente digitalizadas, y que emiten constantemente gigantescos flujos de información, tras integrarse a la red de Internet más amplia del mundo, mediante 2 plataformas (Alibaba y Tencent) que cubren prácticamente a la totalidad de la población.

    El sistema universitario de la República Popular gradúa a 13 millones de estudiantes por año; y el resultado es que su fuerza de trabajo con alto nivel de calificación, comparable al de EE.UU., ya supera 180 millones de trabajadores.

    La diferencia en la 5-G de la República Popular es actualmente decisiva. Huawei controla 40% de esa infraestructura, con oportunidades de negocios que ascienden a U$S 23 billones. La ventaja esencial de Huawei es el tamaño del negocio, que le otorga a sus inversiones inmediata economía de escala, lo que hace que sus precios tiendan a caer a la mitad en los siguientes 12 meses, y su capacidad de innovación sea de una extraordinaria celeridad.

    La ventaja fundamental de EE.UU. es EE.UU. mismo. Hay más de 400 centros de innovación en la economía norteamericana, entre ellos el primero es hoy Silicon Valley.

    La “economía digital” de EE.UU. abarca más de 80% de la economía, la mayor del mundo (U$S 21,9 billones/25% del PBI global); y lo crucial es que la cuarta revolución industrial, que implica digitalización plena de la manufactura y los servicios, no tiene en EE.UU. un significado tecnológico, que ya ha sido cubierto, sino que está exclusivamente vinculado al nivel de inversión (EE.UU. ha recibido más de U$S 12 billones de inversiones del mundo entero en los últimos 3 años y medio).

    La única restricción de fondo que muestra el capitalismo norteamericano es la insuficiencia de una fuerza de trabajo con la necesaria calificación que exige la cuarta revolución industrial.

    La industria norteamericana, plenamente volcada a la nueva revolución industrial, tiene ofrecidos más de 7 millones de empleos de alta calificación que no son ocupados al carecer el mercado de personal suficientemente calificado para hacerlo.

    Apple, Amazon, Microsoft y las otras grandes empresas norteamericanas se han volcado a un proceso de calificación del personal en Inteligencia artificial y en tecnología 5–G a través de más de 3.000 community college de los 50 estados norteamericanos; y ocupan en este sentido a más de 17 millones de trabajadores, que están aumentando sistemáticamente su nivel de calificación.

    La situación pospandemia se caracteriza por haber desatado una oleada de digitalización –una nueva revolución tecnológica –, a través de la extraordinaria generalización del teletrabajo (trabajo a distancia) y el comercio por Internet (e-commerce), que se han expandido 30/40%, con un salto de productividad de 15/20% en 2020, que ha tornado la producción mundial en un fenómeno enormemente más productivo.

    La crisis ha actuado como un catalizador de las tendencias preexistentes en materia de digitalización; y ha permitido que en 2 meses se diera un salto de productividad equivalente a 4/6 años. Lo que ha sucedido es que las tendencias han dado paso al cambio paradigmático.

    Esas tendencias de fondo preexistentes son las siguientes: en primer lugar, el intercambio global es cada vez menos comercio intensivo de bienes físicos, y cada vez más intercambio digital (instantáneo) de servicios, que crecen 60%/70% más rápido que el de bienes; y crean valor en un porcentaje superior (70% / 80%).

    En segundo lugar, la principal inversión de las cadenas transnacionales de producción se realiza ahora en “capital intangible” (marcas, patentes, “capital humano”), no en capital fijo o hundido, en plantas o en infraestructura logística, lo que significa que se intensifica exponencialmente en conocimiento, y es cada vez más liviano en material.

    De ahí que la estructura básica del comercio internacional en el siglo XXI esté constituida por 7 gigantescas plataformas digitales de alcance global (5 estadounidenses y 2 chinas, encabezadas por Amazon/AWS y Alibaba, respectivamente) que tramitan su producción, que abarca ya a más de 5.000 millones de usuarios, a través de “la nube” o “cloud computing”.

    Un hecho estratégico absolutamente decisivo es que la pandemia ha ampliado en más de 30% la frontera tecnológica global, lo que acelera todas las tendencias económicas; y a través de los indicadores adelantados e instantáneos (nowscast) recorta el tiempo de comprensión y facilita la tarea de prever.

     

    (*) Presidente del Instituto de Planeamiento Estratégico.

     

    Se volvió más asertiva la política exterior de China

    Por Gustavo Girado (*)

     

    Como muchos otros de sus registros políticos, la política exterior de la superpotencia oriental es lo suficientemente pragmática como para no cambiar tanto como lo considere necesario el Politburó, máxime en tiempos tan turbulentos. Ahora tiene opinión propia.

    China es un jugador importante, tiene opinión propia y trabaja decididamente para que las instituciones del mundo post–Bretton Woods, tan cuestionadas, se reformen de tal manera que ahora contemplen sus intereses y no solamente los de los países vencedores de la Segunda Guerra Mundial.

    De allí sus permanentes propuestas de reformar las finanzas globales, los esquemas de gobernanza global, y de tanto apoyo al multilateralismo y a los esquemas de cooperación.

    La Belt and Road Iniciative es un buen ejemplo del proyecto político del presidente Xi Jingping, que implicó desarrollar casi paralelamente el Banco Asiático de Inversión e Infraestructura, la Fundación de la Nueva Ruta de la Seda, el Banco de Desarrollo (ex BRICS), entre otra institucionalidad.

    Hoy China enfrenta momentos muy delicados debido a las consecuencias de su ascenso: el país hegemónico consolidado (EE.UU.), por primera vez se ve desafiado en los espacios en los cuales, hasta ahora, escribió las reglas y los estándares, y nada más ni nada menos que por las empresas de una economía en vías de desarrollo y que nominalmente es comunista, en la cual los valores que rigen sus conductas son otros bien diferentes a los defendidos por las democracias liberales de occidente.

    El proyecto colectivo del Politburó choca diariamente con el impulso individualista de la Administración Trump, que para colmo borra con el codo las reglas que escribieran (la salida del TPP, la reformulación del ex NAFTA, el quite de sustento a la OMS, la solicitud de reforma de la OMC, etc.).

    Mientras que la guerra comercial aparece como la parte visible del iceberg, por debajo del nivel del mar se encuentra la definición de las normas de funcionamiento de la tecnología del futuro, léase Inteligencia Artificial (IA), 5G y la Internet de las cosas (IoT).

    Huawei es el blanco elegido por Trump para sintetizar la disputa, pero ésta encierra mucho más que el nombre del gigante de la tecnología chino.

    Y así como se hace difícil prever cómo se dirimirá la disputa, también será difícil salir indemnes.

     

    (*) Director de posgrado en China Contemporánea, Universidad Nacional de Lanús (UNLa)

     

    Trump o antiTrump

    Sin cambios en la agenda política

    Cualquiera sea el ganador de las presidenciales en EE.UU., el eje de la relación política en el mundo continuará siendo la rivalidad entre EE.UU. y China. Para la región el resultado tampoco tornará negociable el problema que para la Casa Blanca representa el caso Venezuela, y la necesidad de que haya un cambio.

     

    Por Luis Savino (*)

     

    Las elecciones presidenciales del 3 de noviembre próximo están planteadas

    como una ratificación o un rechazo a Trump. La estrategia del mandatario pasa por reunir y mantener una masa crítica de votantes a los efectos de seguir utilizando el poder presidencial como lo ha venido intentando, para

    impulsar un profundo accionar en el sistema internacional.

    Definió que el orden internacional generado en el siglo XX, básicamente con EE.UU. como protagonista, cumplió su ciclo y dejó de reportar beneficios a su país y a su gente.

    De modo que lo que estará en juego será ese cambio fuerte en el sistema internacional y en su estructura de organismos internacionales que le eran funcionales. La oposición se manejaría de la manera que conocíamos antes de la Administración Trump.

    En contraposición a todas las decisiones sorpresivas del estilo de Trump, volverían al enfoque basado en el accionar de los organismos internacionales con los aliados y enemigos ya conocidos.

    Durante el mandato que expira, Trump dosificó el comercio mediante la aplicación de aranceles y sanciones como mecanismo para definir una nueva red de alianzas, un nuevo sistema de aliados y enemigos. El nuevo orden que ha estado impulsando para acotar la gran libertad que tuvo China para seguir expandiéndose, apunta a mejorar la posición de los trabajadores de su país, base de su electorado.

    Esta situación, apalancada en el crecimiento de la economía y la baja del desempleo, cambió a partir de la pandemia. La actual oposición en el gobierno incentivaría la liberación del comercio internacional, poniendo fin a tarifas, barreras e intromisiones.

    La Argentina no debería confundirse porque en las dos cuestiones centrales –del mundo y de la región– si bien el triunfo de unos u otros cambiará el enfoque, no determinará modificaciones en la agenda política.

     

    (*) Presidente del Centro de Estudios Americanos (CEA)

     

    El mundo, un laboratorio global

    Democracias y autoritarismos en la necesidad de reinventarse

    Aparecieron diversos actores con poder, sociedades robustecidas, capacidades al desnudo y globalización acelerada por la tecnología. Se fortalece lo local, pero se hace ineludible la condición de globalidad; no habrá régimen que sobreviva a la falta de confianza de su propia sociedad.

     

    Por Lourdes Puente (*)

     

    En el siglo 21, el Estado ha dejado de ser quien organiza todos nuestros intereses. Se volvió tan grande y sofisticado que los hombres y las mujeres inventamos mil formas de articularnos y representar nuestra diversidad de intereses a través de otras múltiples organizaciones.

    El escenario local y global se pobló entonces de una gran variedad de actores, que fueron tomando un poder inusitado. Empresas de comunicaciones, redes o comercio electrónico manejan mas presupuesto, generan más empleo e inciden en los gustos de las sociedades con más efectividad que la mayoría de los Estados.

    Aun así, el Estado continúa conservando el monopolio de ser nuestro lugar de origen, y es el único que todavía puede darnos identidad con documento, o pasaporte para poder viajar, entre muchas otras cosas que vivimos con la naturalidad de haber nacido con ellas. Hoy, es el lugar donde nos confinamos, aquel al que incluso el ciudadano del mundo está obligado a volver para defenderse del virus.

    La irrupción del Covid 19 en nuestras vidas, dejó al desnudo todas las organizaciones y sus capacidades, incluyendo al Estado. Pero sobre todo, visibilizó sus incapacidades.

    La pandemia convirtió al mundo en un laboratorio global en el que podremos estudiar eso que se nos está revelando, qué Estados y qué sistemas de Gobierno tienen los mejores instrumentos y fortalezas para defender a su población y evitarle el mayor daño posible.

    Frente a una amenaza tan real (y tan impensada) como el virus, los Estados ponen a prueba su capacidad de imponer conductas, de inducir comportamientos, de generar soluciones.

    Sin embargo, aún hay más preguntas que respuestas. Porque lo que estamos viendo es la foto y no la película, mucho menos el final.

    Una aproximación a las primeras respuestas da cuenta que la cultura, y sobre todo la confianza en el propio sistema, parecen ser claves a la hora de hacer frente a la amenaza.

    Orientales (Japón) u occidentales (Alemania), democráticos (Dinamarca) o autoritarios (Singapur), casos que en la foto de hoy aparecen exitosos, refieren más a una sociedad que confía en su Estado y acompaña la autoridad constituida, sin importar el tipo de régimen. Sin embargo, en todos estos casos, hablamos de sociedades desarrolladas.

     

    Amenazas

    En las sociedades desiguales, tanto las democracias como los autoritarismos, o lo que algunos llaman populismos, son endebles y muy vulnerables ante cualquier amenaza. En ellas, no hay confianza en el Estado, que no solo no resolvió aun el desarrollo de sus habitantes, sino que resulta ajeno a sus propios intereses.

    Esa falta de confianza mina las capacidades ante la emergencia, evidenciando sus debilidades. Como todo queda al desnudo, se aceleran los cuestionamientos al régimen, a su forma de decidir, a su manera de representar a la sociedad. Todos los regímenes están siendo interpelados.

    Los autoritarios tienen como nueva herramienta el miedo, pero la globalidad de la amenaza pone en jaque también sus capacidades, y tendrán que dar señales claras de que saben defender lo que dominan, ya que enfrentan sociedades más exigentes porque se sienten asustadas.

    Los democráticos, enfrentan el aceleramiento de una tendencia saludable. El Estado recupera sentido con sus instituciones, y se generan nuevas alternativas de participación. Se recupera el sentido del territorio y se activa la intervención ciudadana.

    Los Gobiernos encuentran contestación, de los poderes y de la calle. Las reacciones ante algunos avasallamientos se hacen sentir, y varios Gobiernos se ven obligados a retroceder. Y aunque los confinamientos dan apariencia de encierro y retraimiento, la tecnología amplifica las voces, y hay democracia que late y exige.

    Los problemas pre-existentes se incrementan y los activos se potencian. Nada augura que la solución vendrá de un tipo de régimen.

    La política, esa que tiene a cargo la conducción de los Estados, quizás se sienta convocada. Y recuerde su naturaleza: vino a organizar la vida en comunidad bajo una bandera y no a defender intereses propios. Y las sociedades, tan empoderadas en este siglo, diversas y exigentes, requerirán respuestas, que como ha demostrado esta pandemia, no puede dar solo el Estado.

    (*) Directora de la Escuela de Política y Gobierno en Pontificia Universidad Católica Argentina.

     

    Limitaciones y socios

    ¡Paren el mundo, me quiero bajar!

    Argentina está complicada. La fragilidad económica, la pandemia y el cambio hegemónico mundial representan tres de los condicionantes más importantes que debe y deberá enfrentar y pensar para diseñar una política externa acorde a sus necesidades.

    Por Gisela Pereyra Doval (*)

     

    A partir del ascenso de Jair Bolsonaro, pero particularmente con el de Alberto Fernández –donde se registra un giro ideológico opuesto al de Brasil–, la hermandad con el vecino se presenta quebradiza. Y, ¿cómo no? Si de líder solidario y benévolo, Brasil pasó a tener un rol negativo en la región en la medida en que no cumple con su papel de rector, saboteando toda instancia de concertación.

    La agenda de seguridad es acelerada por la pandemia, y las escaladas discursivas respecto de los éxodos masivos a países vecinos para escapar de la pandemia –o de un gobierno que no puede lidiar con ella– son una muestra de la xenofobia que se ha originado en la región a partir de las crisis recurrentes, a las cuales la sanitaria le puso el moño.

    El aumento del involucramiento de las FF.AA. en tareas de seguridad interior también abre interrogantes sobre la influencia de los militares en los procesos democráticos.

    Esto genera un precedente que podría, a su vez, retroalimentar la agenda de seguridad. A ello se suman estudios prospectivos de las FF.AA. brasileñas, en los que se trazan varias hipótesis de conflicto, entre ellas, uno con Argentina.

    A pesar de todo esto, no creo que nadie dude de la importancia estratégica de mantener, construir o reconstruir una relación con Brasil. Pero ¿desde dónde?

    Dada la relativa indiferencia política, en principio, desde lo comercial. Hay una especie de consenso regional en torno a la geometría variable de los vínculos comerciales multilaterales.

    En este sentido, hasta el gastado Mercosur puede ser útil. Ante la ausencia de una visión común en cuanto a la integración, tal vez el acuerdo Mercosur-Unión Europea funcione, aunque no funcione. Que el acuerdo sea aprobado por todos los Estados participantes no parece tan importante como tenerlo en la agenda hasta que haya un mejor clima político regional.

     

    Equidistancia diplomática

    A la diplomacia presidencial previa al arreglo con los acreedores se agrega la adhesión de Argentina al Grupo Internacional Contacto sobre Venezuela junto a la Unión Europea, una acción diplomática en la procura de una salida democrática. Este último paso aleja a Argentina del Grupo de Lima, de Brasil y de Estados Unidos.

    Con este último país –en términos de Russell– existen coincidencias programáticas y disensos metodológicos. Las coincidencias programáticas tienen que ver con el revisionismo que no pone en cuestión el sistema capitalista, el valor de la democracia y la separación de poderes.

    Los disensos metodológicos son, en general, Venezuela, Bolivia y, en estos últimos tiempos, el BID, para cuya elección del presidente cada vez más países piden un aplazo, con la clara intencionalidad de dilatar el asunto y change the mind of Trump, o esperar que se vaya.

    Argentina, Canadá, Chile, México y Costa Rica son los que se han pronunciado al respecto.

    Además, parece haber una percepción compartida de que la crisis argentina tiene potencial disruptivo en el sistema. Trump apoyó calladamente las negociaciones de nuestra deuda y no puso reparos a ninguna declaración del FMI a nuestro favor. No somos aliados, pero tampoco estamos en la otra vereda. Ese es uno de los equilibrios que Fernández mantuvo.

    Por último, China ya desplazó a Brasil y a Estados Unidos como principal socio comercial de Argentina; también está presente a través de la “Diplomacia de las Mascarillas”, como llamó el Financial Times al intento de ganar soft power en la región por parte del país asiático que se afirma, mientras nos alejamos de Trump y sus amigos. Ese soft power aún no es demasiado importante, aunque el silencioso ascenso se hace cada día más fuerte.

    Alberto Fernández ya expresó su intención de unir a la Argentina a la Belt & Road Iniciative que, a pesar de tener beneficios, como la diversificación de exportaciones y potenciales préstamos para infraestructura, también ahonda las “grietas” estructurales entre países desarrollados y subdesarrollados, reproduciendo esquemas de “dominación”.

    Además, como plantea Eduardo Oviedo, su adhesión no sería neutra, pues una Argentina dependiente de las finanzas del FMI y de swap chinos estaría expresando una posición de equilibrio en la puja hegemónica entre Estados Unidos y China.

    Podría “tocarnos” pendular entre Estados Unidos y China. Lo peor que nos puede pasar es que nos obliguen a elegir. Y, en este juego de delicados equilibrios, la tradición de neutralidad argentina sería algo a rescatar en esta nueva bipolaridad.

     

    (*) Investigadora CONICET, Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de Rosario, profesora Adjunta de Problemática de las Relaciones Internacionales

     

    La historia de la deuda exige replantear caminos al default

    Por Pablo Giancaterino (*)

     

    Transcurrieron once meses desde el reperfilamiento en condición de mercado de Hernán Lacunza. Desde entonces, el análisis jurídico y político dominó los tiempos de la reestructuración. país resta definir el nuevo perfil legal y financiero, tomando distancias de los errores pasados.

    En materia de deuda, el proyecto político oficial tuvo su debut en Dubai 2004 amparado por una interpretación del art. 65 de la Ley de Administración Financiera (LAF). Este cerrojo legal fue el principal obstáculo que enfrentó Martín Guzmán en las negociaciones.

    Ya en 2018, durante el debate de la Ley de Presupuesto, el Poder Ejecutivo Nacional reclamó sin éxito su modificación. En esos términos cada refinanciación de vencimiento de deuda llevara la misma suerte. Esos cambios legales trasladados a los prospectos de los nuevos bonos constituyen una de las condiciones que la República aceptó negociar, pero que aún se desconoce el alcance.

    La crisis del Covid sirvió una oportunidad que cambió el curso de decisión política a último momento en la negociación con los acreedores privados y dejó en evidencia las consecuencias desastrosas de repetir la experiencia de 2005.

    Ahora es aconsejable abordar una visión más técnica del problema del crédito público.

    Solo pasaron unos pocos meses desde la presentación del Martín Guzmán en el Congreso, en la que se les prometía a las Provincias apoyo para poder participar de la experiencia de 2005.

    El mercado anuló esas expectativas. La primera en tener que ceder luego de la Nación fue la Provincia de Mendoza.

    Por regla general, toda reestructuración voluntaria es considerada exitosa, pero ¿se puede dar finalizado el problema con los acreedores privados? Quedan juicios abiertos en Nueva York por el default 2001, demandas por intereses impagos de bonos de 2005, otras por incumplimiento del pago del Cupón PBI 2013 y aún falta definir el porcentaje de holdouts 2020. Después de esta experiencia aleccionadora que vivió el país resta definir el nuevo perfil legal y financiero, tomando distancias de los errores pasados.

     

    (*) Abogado. Miembro del equipo legal de Díaz Reus que representa a los acreedores de deuda argentina en reclamos.