Sumario – Capítulos
- El mundo
- La tecnología
- La sociedad
- La educación
- La geopolítica
- Las ideas
- El capitalismo
- La empresa
- Los negocios
- El management
- El marketing
- El talento y los recursos humanos
CAPÍTULO 1 | El mundo
Una relación alternativa, menos antropocéntrica, con la naturaleza
Cuatro razones para ser optimistas
¿Cómo aproximarse a la pospandemia? ¿Con qué lentes ver el mundo? El tiempo es un factor fundamental para los análisis. Si, por ejemplo, nos alejamos de lo inmediato, es probable identificar motivos que justifiquen un moderado optimismo. Sin embargo, en el muy corto plazo acechan el escepticismo y la inquietud.
Por Juan Gabriel Tokatlian (*)
Cuatro fenómenos apuntan en esa dirección:
- el COVID–19 bien puede fortalecer una tendencia que antecedió el estallido del virus pero que la pandemia reveló decisivamente: el valor de las políticas públicas, en diferentes ámbitos y asuntos, basadas en la evidencia. En un horizonte temporal más amplio, será cada vez menos funcional y más costoso responder a las demandas ciudadanas de bienestar, equidad y justicia desde la retórica, el arrebato o el dogma. Será clave sustentar las políticas públicas con más y mejor información, conocimiento, aprendizaje e investigación;
- a nivel mundial apenas el 8% ciento de las mujeres está al frente de los ejecutivos de los 193 países con asiento en la ONU. Sin embargo, entre los diez casos relativamente más exitosos en el abordaje de la pandemia, la mayoría ha sido en naciones gobernadas por mujeres. La lucha por la igualdad de géneros se acelerará y el progresivo empoderamiento de las mujeres traerá cambios significativos en el campo de las ideas, la política, la economía, la diplomacia y la ciencia; entre otras;
- es importante confiar en la juventud. En un estudio (Growing Up in a Receession) de 2014 publicado en el Review of Economic Studies, Paola Giuliano y Antonio Spilimbergo muestran cómo un shock macroeconómico en los años iniciales de la adultez moldea las preferencias a favor de la redistribución e inciden en la votación por opciones progresistas. Los jóvenes que viven una situación socioeconómica crítica se comportan como adultos con más sensibilidad hacia la equidad. Es de esperar entonces que el impacto global del coronavirus sobre la juventud se refleje, en el futuro, en una disposición y un compromiso contra la desigualdad; y
- es posible que gradualmente el ser humano comience a desarrollar una relación alternativa, menos antropocéntrica, con la naturaleza. El COVID–19 hizo realidad aquello que se ha venido argumentando por décadas acerca del deterioro ambiental y su vínculo con las acciones del hombre sobre la naturaleza, así como la transmisión de enfermedades de animales a las poblaciones. Es posible que esta nueva pandemia letal haya confirmado, finalmente, la importancia de reconciliar al hombre con el hábitat.
Corto plazo
Ahora bien, si enfocamos el lente de nuestra mirada en el muy corto plazo hay justificadas razones para el escepticismo y la inquietud. Es muy probable que no haya un viraje rotundo en los principales tres “tableros” globales a evaluar.
Con respecto a las relaciones internacionales, la transición de poder, prestigio e influencia de Occidente (básicamente, Estados Unidos) a Oriente (en esencia, China) ha ingresado en una fase de aguda disputa entre Washington y Beijing: eso trasciende a Donald Trump y a Xi Jinping.
En términos de la política mundial, el auge de una globalización hegemonizada por la financiarización –preeminencia de intereses, agentes e instituciones financieras– y su efecto sobre el debilitamiento del Estado de bienestar y la ampliación de la desigualdad, no parece modificarse de modo sustantivo a pesar de la invocación a favor de un mayor rol del Estado y del reconocimiento de la centralidad de políticas industriales para generar empleo.
Con relación a las organizaciones intergubernamentales, ha sobresalido una honda crisis del multilateralismo: la erosión de algunos organismos y de varios regímenes precedió a la pandemia, y nada indica que se vaya a revertir en lo inmediato.
En suma, asistimos a un escenario plagado de fricciones interestatales, reacomodos mundiales y fragilidades institucionales. Por ello, no debe sorprender la factibilidad de una fuerte depresión económica, de una acentuada tensión geopolítica y de un preocupante deterioro del multilateralismo. Se avecina quizás una coyuntura de certezas amenazadoras y de turbulencias descontroladas que recorrerá diferentes países y sacudirá distintos gobiernos.
Con esa doble mirada de largo y corto plazo, ¿cuál podría ser, el menos en esta hora, la política exterior de la Argentina? Quizás sea tiempo de una política exterior “maquiavélica” en su sentido virtuoso. Me refiero explícitamente a la idea que Nicolás Maquiavelo expresa en El Príncipe, cuando destaca y cuestiona el “que muchos crean y hayan creído que las cosas del mundo están regidas por la fortuna y por Dios”. A esa creencia le antepone el valor y el alcance de la virtud cuando aconseja “proceder con moderación, prudencia y humanidad”.
Hoy, en tiempos de desasosiego y contingencia, quizás la realpolitk internacional de la Argentina radica en la modestia y la flexibilidad.
(*) Vicerrector de la Universidad Torcuato Di Tella.
Transformación en marcha
Tendencias que marcarán a las empresas en el “Nunca Normal”
En Accenture hemos llamado así a este nuevo mundo, una etapa que no solo presentará cambios fundamentales en la actividad económica, sino también rápidas transformaciones en las normas culturales, valores sociales y los comportamientos de las personas. Las pandemias han llevado a los humanos a reimaginar un nuevo mundo y el caso del Covid–19 no es diferente.
Por Sergio Kaufman (*)
Históricamente, las pandemias han llevado a los humanos a re imaginar un nuevo mundo y el caso del Covid–19 no es diferente. Hoy estamos viendo cómo la sociedad está cambiando de forma acelerada, donde vivimos con un alto nivel de incertidumbre.
Ya antes de que comenzara la crisis las empresas reconocían la importancia de transformar sus negocios a través de las nuevas tecnologías, pero esta pandemia ha elevado esa urgencia a niveles históricos.
Muchas empresas se han visto forzadas a darle mayor escala a la transformación que ya estaba en marcha, mientras muchas otras debieron pasar de 0 a 100 en cuestión de meses.
En ese escenario, recientemente lanzamos el estudio Fjord Trends, el cual establece las siete tendencias que marcarán a los negocios y la sociedad en los próximos años.
Todas ellas están teniendo un fuerte aceleramiento por la pandemia.
La primera tendencia habla de cómo las empresas deben ir hoy más allá de la venta de productos y servicios. Las personas buscan una interacción continua con las marcas, para crear experiencias que sean representativas para ellos. Y en ese cometido, las nuevas tecnologías cumplen un rol clave. Actualmente, las compañías tienen una oportunidad única en el desarrollo de la inteligencia artificial, analytics y data para conocer mejor a sus clientes y crear experiencias integrales, en conjunto con ellos.
La segunda tendencia se refiere a cómo nuestra experiencia con el dinero está cambiando, tanto en la forma en que pensamos sobre él en una escala macro (lo que es) y micro (lo que puede hacer). Ahora está evolucionando hacia ecosistemas de intercambio de valores invisibles, alimentados por lo digital, un cambio que nos permite ir más allá de comprar y abre nuevas oportunidades de productos y servicios. Ahora más que nunca las personas optan por medios de pago digitales.
De hecho, en un estudio de Accenture, más de 80% de los consumidores a nivel mundial dijo que tras la crisis espera seguir usando los pagos sin contacto.
Alter ego digitales
La tercera tendencia habla de cómo nuestros cuerpos físicos se están volviendo tan rastreables como nuestros alter ego digitales.
Nuestras caras pueden hoy ser leídas como códigos de barra. Esto representa una importante oportunidad para las compañías, en el impulso de experiencias únicas para sus consumidores, pero también en un desafío en el sentido de gestionar la información responsablemente.
Las personas están dispuestas a compartir su data para recibir productos y servicios personalizados, pero, al mismo tiempo, se muestran preocupadas de cómo las empresas gestionan esa data.
La cuarta tendencia se refiere a cómo las personas somos ahora “líquidas” y buscamos un sentido a todo lo que hacemos. Nos preguntamos qué hay más allá del consumo y de trabajar para vivir. En este contexto, surgen oportunidades para las empresas, en entregar relevancia a las personas cuando consumen y trabajan. En ese contexto, el propósito de las marcas es hoy fundamental.
La quinta tendencia habla de cómo las nuevas tecnologías pueden potenciar el trabajo de las personas y de cómo las empresas deben ir más allá de la automatización. Se trata de diseñar sistemas que combinen la inteligencia humana y la artificial, con el fin de alcanzar el máximo potencial que prometen las nuevas tecnologías para potenciar el trabajo de las personas.
La sexta se refiere a cómo los gemelos digitales como el 3D y los modelos de datos son herramientas establecidas en la fabricación y la industria. Ahora están llegando a la vida de las personas, donde se están creando manifestaciones virtuales de nosotros mismos. Estas tecnologías prometen ser importantes soluciones para mejorar la vida de las personas.
Finalmente, la última tendencia se relaciona con el sentimiento de pertenencia, el cual ha aumentado por la pandemia. Las personas se sienten hoy más unidas que nunca a sus comunidades y, por ejemplo, al momento de consumir, optan por productos de origen local, o comprar en negocios de vecindario por sobre las grandes marcas.
Estas tendencias nos hablan de cómo es este “Nunca Normal” que está surgiendo en el contexto de la pandemia.
(*) Presidente Ejecutivo de Accenture HSA
Intereses en el Amazonas y en el Atlántico Sur
Brasil actualiza su doctrina militar
Se publicó la nueva versión del “Libro Blanco de la Defensa”, en coincidencia con el fuerte operativo sanitario militar por el Covid–19, que revela un giro en la visión geopolítica del país vecino y en su doctrina militar. Constituye un hecho irreversible que signará el escenario geopolítico de América latina.
Por Pascual Albanese (*)
Elaborado cada cuatro años por sus Fuerzas Armadas, señala que la región dejó de ser una zona libre de conflictos. Reafirma que el país tiene que empeñar sus esfuerzos en la afirmación de sus intereses en el Amazonas y en el Atlántico Sur, que constituyen dos prioridades tradicionales de su doctrina de defensa.
Pero introduce un cambio cualitativo cuando puntualiza que los militares deben prepararse para la “solución” de problemas regionales y destaca el despliegue de efectivos asignados a la lucha contra el Covid 19.
Sostiene que “la Amazonia, así como el Atlántico Sur, es un área de interés estratégico para Brasil”.
Por ese motivo, unidades militares anteriormente concentradas en la frontera con la Argentina se trasladan hacia la región amazónica, que Brasil comparte con los tres principales productores de cocaína del mundo: Colombia, Perú y Bolivia.
El único país expresamente mencionado es Venezuela. La referencia surge del análisis del escenario regional y de la experiencia acumulada por la participación brasileña, junto a Colombia, en 2019 en el frustrado intento de ingreso forzoso de alimentos a suelo venezolano a través de zonas fronterizas, en una iniciativa humanitaria impulsada por el “presidente encargado” Juan Guaidó y auspiciada por Estados Unidos contra la voluntad de régimen de Nicolás Maduro.
Esta señalización es más significativa si se tiene en cuenta que, en el marco del acuerdo entre Bolsonaro y la Casa Blanca, el general Alcides Valeriano do Farias es el primer jefe militar brasileño designado subjefe del Comando Sur de las Fuerzas Armadas estadounidenses y tiene a su cargo la dirección de las “operaciones humanitarias” en el hemisferio.
La caracterización de la situación venezolana como “crisis humanitaria” es una de las variantes barajadas para justificar una intervención internacional en el país caribeño. Esa intervención podría ser solicitada por el “presidente encargado”, Juan Guaidó, reconocido como autoridad legítima por Estados Unidos, Colombia, Brasil y la propia Organización de Estados Americanos.
Alianzas y OTAN
La cooperación militar entre Estados Unidos, Brasil y Colombia constituye un dato relevante del escenario regional.
Por sus años de enfrentamiento con la guerrilla y el narcotráfico, Colombia tiene el ejército latinoamericano con mayor experiencia de combate. Con esos antecedentes, fue admitida como socia extra-regional de la OTAN. Brasil tiene el presupuesto defensa más voluminoso de la región y fue oficializado como aliado extra-OTAN de Estados Unidos.
Si los militares colombianos son reconocidos por su capacidad de combate, las Fuerzas Armadas brasileñas tienen una acreditada experiencia internacional en crisis humanitarias.
Entre 2004 y 2017, cuatro generales brasileños se sucedieron en el mando de las Fuerzas de Paz de las Naciones Unidas en Haití.
Su exitoso desempeño hizo que en 2018 otro general brasileño fuera designado al frente de las tropas de paz de la ONU en la República del Congo. Esa performance en misiones humanitarias califica profesionalmente al Ejército brasileño para dos tareas muy distintas pero igualmente relevantes: una eventual intervención en Venezuela y la participación en la lucha contra la pandemia dentro de Brasil, misión que es la segunda de las innovaciones incorporadas en el “Libro Blanco de la Defensa”.
El “Libro Blanco” subraya la participación de 34.000 efectivos militares en el operativo sanitario para enfrentar el Covid 19, en una operación concebida como una extensión de la guerra bacteriológica. Subraya que es la mayor movilización de tropas después de la segunda guerra mundial, cuando Brasil aportó 25.800 soldados que combatieron junto a las potencias aliadas.
Las encuestas indican que las Fuerzas Armadas son la institución de mejor imagen en la opinión pública, en contraste con el descrédito de la “clase política”. Ese prestigio de los militares se vio reforzado por su participación en tareas de seguridad interior, en especial en las favelas de Rio de Janeiro dominadas por el narcotráfico, ordenada por el gobierno de Lula.
La Argentina tendría que tomar debida nota de esta noticia para la necesaria y demorada reformulación de su política de defensa y seguridad.
(*) Cofundador del Centro de Reflexión para la Acción Política Segundo Centenario
Disminución de la pobreza
La recesión democrática amenaza
libertades y el progreso social
En 1900, en el mundo, solo el 1% de las personas vivía en países con gobernantes elegidos por la voluntad popular. Hoy, 56 de cada 100 personas viven en democracia. Esa impronta democratizadora coincidió con la dinámica de una economía crecientemente globalizada.
Por Jesús Rodríguez (*)
Según The Economist, en un relevamiento del año 2018 sobre 167 países, 114 son considerados democráticos. De ese grupo, 20 son democracias plenas y solo hay una en la región, la República Oriental del Uruguay.
Ese notable avance tuvo, desde mediados del siglo pasado, varias oleadas: la descolonización después de la segunda gran guerra, el ocaso de los regímenes militares en la Europa mediterránea en los años setenta, el amanecer democratizador en América latina de principios de los ochenta iniciado en nuestro país en 1983 y, finalmente, Europa oriental después de la implosión de la URSS.
Esa impronta democratizadora junto con la dinámica de una economía crecientemente globalizada, permitió una clara disminución de la pobreza.
En efecto, mientras que en los años 80 casi la mitad de la población mundial vivía bajo la línea de pobreza –según las convenciones de las Naciones Unidas, personas que cuentan con menos de 1,90 dólares de ingreso diarios– en el año 2015 esa cifra se había reducido a alrededor del 10% de la población mundial.
Si bien es clara la evidente reducción de la pobreza, no es menos cierto que los niveles de desigualdad han aumentado, sobre todo hacia el interior de los países.
Ahora bien, las consecuencias de la pandemia impactarán, seguramente, en las dos dinámicas que distinguieron los asuntos globales en las últimas décadas: la democratización de las sociedades y la mundialización de la economía.
En el plano político, los miedos individuales y las incertidumbres sociales son nutrientes para el surgimiento y desarrollo de liderazgos autoritarios. De hecho, es muy probable que se agreguen casos a la lista de países que, en los tiempos recientes, están experimentando sistemáticos retrocesos democráticos tanto en Europa (Hungría, Polonia, Rumania, Serbia y Turquía) como en América latina (Venezuela y Nicaragua).
Esperemos que esos indicadores de lo que se ha dado en llamar la “recesión democrática” no consoliden una regresión que afecte las libertades y, en consecuencia, las posibilidades de progreso social.
(*) Presidente de la Auditoría General de la Nación.
La moneda predilecta
El dólar: pasado, presente, pero ¿qué pasa con el futuro?
¿Por qué podría la divisa estadounidense correr una suerte como la de la esterlina y agonizar? Tendrían que sumarse, por un lado, errores groseros en la política monetaria de EE.UU. y, por otro, la existencia de algún candidato a tomar su lugar en el podio. ¿El euro?
Por Martín Lagos (*)
Entre las unidades de cuenta del mundo no hay dudas que el dólar de EE.UU. ha sido –en el siglo 2 y en lo que va del 21– la más exitosa. No solo es la unidad de denominación más ampliamente utilizada en el comercio internacional, sino también la adoptada con predilección por sociedades (como la nuestra) que, habiendo fracasado en la construcción de unidades monetarias confiables, la han debido “importar”. Como en estas materias la estrella del siglo XIX había sido la libra británica, no está demás preguntarse cómo llegó el dólar a ser lo que es y qué tan probable es que en algún momento termine como aquella, opacado por una nueva estrella.
Los activos que constituyen “dinero” son pasivos sui generis de los bancos centrales o comerciales de cada país (últimamente, también de algoritmos llamados criptomonedas). No tienen plazo o fecha de vencimiento (son activos de disponibilidad inmediata) y no devengan intereses. Los que emiten los bancos centrales pueden estarlo tanto en papeles (billetes) como en registros contables (saldos en cuentas) y detentan el privilegio del “curso legal” o poder de cancelación final y definitiva de cualquier obligación. Los que emiten los bancos comerciales (depósitos “a la vista”) y las criptomonedas solo se emiten en forma registral y no gozan de aquel privilegio legal.
El éxito del dólar se apoya en su historia. Los constituyentes de 1788 no querían saber nada de deudores licuando sus obligaciones a costa de sus acreedores, para lo cual establecieron la prohibición de dar curso legal (o sea, capacidad de cancelar definitivamente una obligación) a nada que se pareciera a papel moneda. Recién en 1935, en medio de una depresión atroz y una feroz batalla legal, Roosevelt logró desvincular el poder cancelatorio del dólar de su valor en oro. Pese a esta ruptura, la razonable prudencia ejercida en su emisión hizo que a lo largo de los siguientes 85 años (o sea, hasta 2020) la tasa de inflación promediara solo 3,56% por año. Y en los últimos 30 años, solo en cinco oportunidades superase el 3%.
La libra como referente
¿Existe algún candidato a tomar el lugar del dólar en el podio? Para tener el “éxito” internacional del dólar, una unidad monetaria debería tener al menos dos características: dar una razonable certeza sobre su valor y contar con el respaldo de una economía de la envergadura de la de EE.UU.
Por carecer de este respaldo difícilmente puedan competir monedas tan estables como el franco suizo o el yen, con economías que representan –respectivamente– entre el 4% y el 6% de la economía mundial.
La libra esterlina tenía el respaldo de la dominante economía británica del siglo XIX, que generaba cerca del 10% del PIB mundial, a más de una valorización estable envidiable, pero perdió en ambos rubros en el siglo XX. Hoy la economía de Gran Bretaña es más pequeña que la de Suiza y la mitad que la del Japón y la libra esterlina, que en las primeras décadas del siglo se vendía orgullosamente a 5 dólares, cayó hasta los 1,30 dólares de hoy: perdió nada menos que 3/4 partes de su valor de antaño.
Algunos postularán como candidatos a las criptomonedas y al yuan. A las primeras, las veo demasiado nuevas para evaluar su estabilidad y no solo por los altibajos de sus cotizaciones, sino por carecer de un largo track–record de sus emisores. El yuan tiene el respaldo de la creciente economía china, que hoy genera un PIB parecido al de EE.UU. o el de Unión Europea, pero tampoco tiene el track–record y la transparencia que hacen falta para generar tanta confianza.
En cambio, quien claramente puede presentarse como candidato es el euro, con un excelente récord de estabilidad y el respaldo de una economía, la de la Unión Europea, con cerca del 20% del PIB mundial.
Queda finalmente dilucidar la pregunta más importante: ¿entrará EE.UU. en una fase histórica de pendiente declinante, como la que sufrió Gran Bretaña en el siglo XX?
Si estuviera escribiendo en la década de los 90, la de Bush padre y la de Clinton, afirmaría tajantemente que no.
En 2020, después de atestiguar el demagógico, negligente e irresponsable comportamiento de las supuestamente impolutas agencias gubernamentales de control de la moneda (FED y OCC) entre 2002 y 2007 (provocando la desastrosa crisis de las llamadas hipotecas “subprime”), mirando la creciente penetración del pensamiento socialista en amplios segmentos de la juventud, la academia y los medios de comunicación, y la desorientación de una derecha crecientemente paranoica…, dejo expresadas mis dudas.
(*) Ex vicepresidente del Banco Central.