En 1348 llegó a Italia una epidemia originada en Asia y que se extendería por toda Europa matando, en sucesivos brotes y a lo largo de siglo y medio, a un tercio de la población del continente
Los italianos sabían entonces, al igual que ahora, que un buen trago fuerte hace maravillas para dispersar angustias y temores. Aparecieron entonces, en la Toscana – y muy especialmente en la ciudad de Florencia – los “buchette del vino”. Son pequeñas aberturas en las fachadas de muchos palacios y casas grandes en Florencia. Durante tres siglos fueron un componente importante de la forma de comprar y vender vino, directamente del productor al consumidor. Los productores de vino de la Toscana eran generalmente personas adineradas que además de sus plantaciones en el campo tenían una propiedad en Florencia. cuando arreciaron los estragos de la peste decidieron vender así su producto. Los sirvientes cuidaban los sótanos donde se almacenaba el vino y eran los encargados de entregarlo y venderlo. Los clientes tocaban a la pequeña puertita de madera que cerraba la ventana trayendo su propia jarra, botella o vaso, los pasaban por la ventanita, y pedían que se los llenaran.
Algunos de esos agujeros en los muros fueron eliminados, destruidos o tapados, pero otros quedaron. La Asociación Buchette del Vino dice en su página web que “ahora que el gobierno italiano está permitiendo la reapertura gradual de los comercios y que es obligación mantener distanciamiento social, algunos dueños de esas milenarias ventanas han decidido usarlas para vender vino, café, bebidas varias, sándwiches y helados. Todo es libre de gérmenes y sin contacto”.
Matteo Faglia, presidente de la Asociación de las ventanas del vino, dice que “la gente hoy podría, una vez más, golpear y esperar que les llenen sus botellas directamente con vino de las familias Antinori, Frescobaldi y Ricasoli, que siguen produciendo algunos de los mejores vinos italianos.”
Hay más de 150 ventanitas actualmente en la parte amurallada de Florencia, algunas de ellas han sido definitivamente cerradas y hay muchas más salpicadas por toda la región dle la Toscana.
“Aquellos huecos fueron desapareciendo gradualmente y los de madera se perdieron en las inundaciones de 1966”., dice Faglia, cuya histórica Asociación ha comenzado el proceso de rastrear esas reliquias y marcarlas con una placa para señalar su importancia y autenticidad.