Entre 2012 y 2018, mientras el empleo privado aumentó en el país a una tasa anual del orden del 1,0 %, el empleo público lo hizo al 2,5 %. La plantilla estatal se expandió al 2,7 % anual o más en el NEA, el NOA y la Patagonia, lo hizo un 2,4 % en Cuyo y 1,4 % en la zona pampeana.
Estos guarismos (dice el informe del IERAL de la Fundación Mediterránea, con la firma de Jorge Day), reflejan el tipo de política económica que se encaró en la Argentina tras el punto de inflexión de 2011, cuando queda atrás el boom del precio de las commodities. El énfasis en el empleo público no sólo complicó las cuentas fiscales, sino que no tuvo éxito en términos de crecimiento de la economía, afectando la dinámica del empleo privado.
En Chile, que después de 2011 asumió una estrategia de crecimiento totalmente distinta, el empleo privado creció a un ritmo de 3,6 % anual acumulativo entre 2012 y 2018, al tiempo que el salario mejoró a un ritmo anual de 2,9 % en términos reales.
En estos días aparecieron los datos preocupantes de una mayor pobreza en el país. Una forma de reducirla es a través de la creación de empleo privado (que no genera problemas fiscales). Llamativamente, desde hace ocho años, este empleo apenas crece, y con salarios que han ido perdiendo poder de compra. ¿Qué es lo que ha estado ocurriendo?
En el periodo 2004-2011, un periodo de bonanza, el sector privado creaba empleo a un ritmo notorio, y también notoriamente aumentaban sus salarios, netos de inflación. Y crecieron a un ritmo muy superior al de la economía como un todo. En parte, este hecho estuvo explicado por la bonanza mundial, siendo una de sus consecuencias los mayores precios internacionales que se pagaban por los productos argentinos. Mayores precios se tradujeron en más fondos que ingresaban al país, permitiendo que las empresas contrataran más trabajadores y pagándoles mayores salarios.
Luego de 2011, esa película se detuvo, y esos precios cayeron alcanzando una meseta unos años después. Sin embargo, el empleo privado no cayó y continuó aumentando, a un ritmo mucho menor. Y en las distintas devaluaciones (2014, 2016, 2018, y ahora 2019), los salarios han ido perdiendo poder de compra. A nivel regional, se observó un comportamiento similar, pero es interesante también comparar con la dinámica en el sector público.
En el periodo de bonanza (2004-2011), en el sector privado, el empleo privado aumentó a un ritmo de más del 6% anual promedio, y fue parejo en todas las regiones. El salario real (neto de inflación) también aumentó a un ritmo similar, y a uno mayor en Cuyo y en la Patagonia (en este último influido por la actividad petrolera).
En el sector público, la diferencia fue que el empleo aumentó menos (se puede pensar que si al sector privado le va mejor, van menos a trabajar al Estado), pero los salarios aumentaron mucho más, llamativamente más en la Región Pampeana.
Posteriormente, con la caída de los precios internacionales, la economía se estancó, con oscilaciones. En el sector privado, el empleo creció, pero a un ritmo menor (cercano a un 1% anual), mientras que los salarios reales cayeron, y más en la Región Patagónica, que padeció la fuerte disminución en el precio internacional del crudo. En el sector público, los movimientos fueron similares, pero el empleo aumentó más (en promedio un 2,5% anual, con la excepción de la región pampeana), y los salarios cayeron menos que los privados.
En síntesis, el cimbronazo generado por los menores precios internacionales, terminó impactando más en el sector privado, y el ajuste se notó más en la reducción del poder de compra de los salarios. Que el sector público lo haya sentido menos es compatible con el deterioro en sus finanzas. ¿Qué rescatamos de todo esto? En el periodo de bonanza, es razonable que el sector privado contrate más trabajadores, pero no que el Estado pague mayores salarios. Luego, al estancarse la economía, el ajuste no vino por el lado del empleo, sino en un menor poder de compra de los ingresos de los trabajadores.
Desde una perspectiva social, ante este serio problema económico, resulta menos doloroso ganar menos que quedarse sin empleo. ¿Ocurrió lo mismo en otros países? Consideremos Chile, que en el periodo de caída de precios internacionales, recurrió a otra política económica. En este caso, se optó por dejar subir al dólar, permitiendo compensar los ingresos de los exportadores. Afortunadamente, por ser un país estable en precios, fue bajo el traspaso “del dólar a los precios” (passthough), impactando poco en su mercado interno. De esta manera, luego de la caída en sus precios internacionales, el empleo y el salario, neto de inflación, promedios, continuaron creciendo a ritmo similar al periodo de bonanza.
En Argentina, la situación fue distinta. En el periodo de bonanza, el empleo y los salarios reales aumentaron fuertemente (y más que Chile), especialmente porque el país venía de una fuerte recesión y alto desempleo, y así la recuperación también fue llamativa.
Luego al caer los precios internacionales, en Argentina se adoptó una política distinta a la chilena. En vez de dejar subir al dólar, se optó por aumentar el gasto público, como una manera de compensar la caída en exportaciones. Esta política complicó seriamente las finanzas gubernamentales, sin tener éxito como estrategia de crecimiento. Además, estuvo la presión por un dólar más caro, que fue contenida a través del cepo, una manera de restringir las compras de divisas. Esa restricción hizo que una parte de los compradores tuviera que adquirir dólares en un mercado paralelo, explicando la brecha entre el dólar oficial y el paralelo. Y el oficial pasó a rezagarse con respecto a la inflación, afectando aún más las ventas externas.
Resumiendo, en un contexto de disminución de precios internacionales, nuestro país optó por una política económica financieramente no sustentable, que terminó estancando la economía, cayendo en una recesión posterior. De esa manera, el empleo se estancó, y los salarios han ido perdiendo poder de compra, lo cual influye negativamente en los datos de pobreza. Las políticas económicas tienen sus consecuencias, por lo cual requieren de un buen diagnóstico.