Ya se vende la promesa de la eterna juventud

El negocio anti-age ofrece hoy una impresionante colección tan impresionante de hormonas y suplementos que su crecimiento es enorme. Pero algunos remedios no están exentos de riesgo y sus beneficios distan bastante de estar comprobados.

24 marzo, 2006

El médico Ron Rothenberg tiene un instituto “anti-age” en California
donde atiende sin parar desde temprano a la mañana hasta la caída
del sol. También tiene sesiones explicativas donde explica su método
que consiste en un régimen combinado de dieta, ejercicio y hormonas para
sentirse joven y vivir más. Howard Benedict, un amigo que se hizo en 1999
cuando practicaban surf en las costas mexicanas de Cabo San Lucas, es uno de esos
pacientes. Benedict sigue, por indicación de Rothenberg, un régimen
que le cuesta US$ 10.000 al año y que consiste en 30 vitaminas y suplementos,
gel de testosterona e inyecciones de hormona del crecimiento humano. Benedict
afirma que su artritis ha cedido tanto que puede andar en bicicleta y surfear
cuatro horas seguidas después de beber un gran vaso de denso jugo proteico
que aprendió a hacer con la nutricionista de Rothenberg. “Los otros
tipos de mi edad, sólo aguantan media hora de surf,” dice Benedict,
de 61años. Y con una sonrisa de pícara satisfacción añade
que con su esposa está como si tuviera 20 años. “Es increíble”,
dice.

El Healthspan Institute, en Encinitas, California, es la clínica de
Rothenberg, a donde van los pacientes que quieren demorar la inexorable marcha
hacia las mañanas con Metamucil y las noches con Viagra. En un momento
en que los 77 millones que forman la generación de la posguerra se acercan
a la vejez, el campo relativamente nuevo del antienvejecimiento corre para ponerse
a su alcance. La medicina antiedad va mucho más allá del Botox,
cremas faciales con Retin-A y spas médicos que ofrecen cirugía
plástica y procedimientos con cosmética láser. En realidad,
sólo una pequeña parte de los nuevos profesionales médicos
se propone lograr que los pacientes se vean más jóvenes. Lo que
buscan es retrasar el reloj biológico prescribiendo megadosis de suplementos
que, afirman, impiden que los órganos del cuerpo se deterioren y mueran.
Además de emplear drogas biológicas altamente cuestionadas, como
la hormo de crecimiento humano (HGH), hay toda una cantidad de suplementos dietarios
que incluye DHEA, vitaminas antioxidantes C y E, glucosamina, Omega-3, y mucho
más. Las mujeres vienen usando desde hace décadas terapias de
reemplazo de hormonas, pero ahora también a los hombres se los invita
a mirar la edad mediana en términos de menopausia masculina, a veces
llamada andropausia.

Controversias

El movimiento tiene su propio grupo profesional: la American Academy of Anti-Aging
Medicine (A4M), que emite una certificación a los médicos que
quieren exhibir chapa en la especialidad. A4M organiza conferencias, vende libros
y DVD sobre antiedad y actúa como centro de información para pacientes
que buscan médicos o la clínica más cercana. También
sirve de vidriera para las investigaciones que muestran que el negocio mueve
US$ 56.000 millones al año y que para 2009 podría llegar a 79.000
millones. La promesa que la A4M agita frente a los ojos de los pacientes se
resume perfectamente en el título del libro que acaba de publicar Rothenberg:
“Forever Ageless” (Por siempre sin edad). Según A4M, desde
el año 1996, 1.500 médicos han obtenido de la Academia certificado
de aptitud para trabajar en medicina anti-age. Rothenberg, que tiene unos 300
pacientes, fue el décimo de la lista, y habla con orgullo de su condición
de pionero. “Estamos revirtiendo el proceso de envejecimiento y mejorando
la calidad de vida”, dice “Lo veo todos los días”.

Rothenberg y sus colegas en la especialidad tienen pocos datos científicos
en que apoyar sus promesas de extensión de vida. Pero insisten en que
los regímenes garantizan lo que llaman la “rectangularización”:
muchos años de vida con buena salud seguidos por una breve y aguda declinación,
o sea una alternativa frente al proceso triangular de lento descenso hacia la
tumba.

El movimiento anti-edad ha desatado una gran controversia dentro de la medicina.
Muchos de los suplementos dietarios que recomienda no están regulados
como medicamentos por la Food & Drug Administration. Eso significa que los
productos no son sometidos al riguroso proceso de pruebas de seguridad y eficiencia
que atraviesan los fármacos. Además, algunos productos hormonales
prescriptos por los médicos son preparados por farmacéuticos especializados
que, dicen sus detractores, tal vez no adhieran a los mismos estándares
que exige la FDA en cuanto a consistencia y pureza que los fabricantes para
el mercado masivo de medicamentos. Muchos críticos están reclamando
a la FDA que lance sus garfios sobre el negocio anti-age, especialmente sobre
los renegados que venden ilegalmente sus productos en Internet.

La hormona del crecimiento (HGH, por sus siglas inglesas) es la herramienta
más controvertida del arsenal anti-age. Una sustancia producida en el
cuerpo, fue sintetizada por varias empresas de biotecnología a principios
de los ´80. Los primeros productos fueron aprobados por la FDA en 1985 para
ayudar a los niños muy bajitos a crecer más. Últimamente
el negocio anti-age la adoptó como arma para aumentar la inmunidad, memoria,
función cardíaca, masa muscular y mucho más.

Rothenberg, quien ha tomado él mismo la hormona del crecimiento, cree
que podría permitir que la gente viva hasta los 125 años. Pero
es ilegal distribuir HGH con propósitos antienvejecimiento y los críticos
creen que muchos jugadores del negocio que la prescriben están violando
la ley y poniendo de paso en peligro la salud de los pacientes. La industria
farmacéutica formalmente se opone a los esfuerzos por relacionar HGH
con el anti envejecimiento pero, por detrás de la escena, las empresas
tal vez no hayan hecho mucho para moderar el entusiasmo: en diciembre un juzgado
federal destapó un juicio iniciado por un informante que acusaba a una
unidad de Pfizer Inc. de promocionar la HGH para usos anti-age.

Por lo tanto, crece la preocupación que las promociones tengan algo de
chanchullo fraudulento. Como el envejecimiento no es en realidad una enfermedad,
muy pocos de esos gastos son cubiertos por el seguro médico. Eso significa
que los pacientes deben solventar casi todos el gasto de su propio bolsillo.
En la clínica Rothenberg una evaluación completa del estado de
salud – proceso que lleva dos días e incluye charlas con nutricionista
y fisiólogo – cuesta US$ 2.500 o más. De allí el paciente
sale con una larga lista de compras de suplementos dietarios y hormonas naturales
que puede costar unos US$ 250 por mes. Y un tratamiento con HGH puede significar
hasta US$ 2.000 mensuales. Y como aquí no se habla de superar ninguna
enfermedad sino de detener el envejecimiento, el tratamiento no tiene final
previsto.

Daniel Perry, presidente de la alianza para la investigación del envejecimiento,
dice con escepticismo que ” la gente está gastando mucho dinero
en tratamientos que tal vez no sean médicamente necesarios.”

El médico Ron Rothenberg tiene un instituto “anti-age” en California
donde atiende sin parar desde temprano a la mañana hasta la caída
del sol. También tiene sesiones explicativas donde explica su método
que consiste en un régimen combinado de dieta, ejercicio y hormonas para
sentirse joven y vivir más. Howard Benedict, un amigo que se hizo en 1999
cuando practicaban surf en las costas mexicanas de Cabo San Lucas, es uno de esos
pacientes. Benedict sigue, por indicación de Rothenberg, un régimen
que le cuesta US$ 10.000 al año y que consiste en 30 vitaminas y suplementos,
gel de testosterona e inyecciones de hormona del crecimiento humano. Benedict
afirma que su artritis ha cedido tanto que puede andar en bicicleta y surfear
cuatro horas seguidas después de beber un gran vaso de denso jugo proteico
que aprendió a hacer con la nutricionista de Rothenberg. “Los otros
tipos de mi edad, sólo aguantan media hora de surf,” dice Benedict,
de 61años. Y con una sonrisa de pícara satisfacción añade
que con su esposa está como si tuviera 20 años. “Es increíble”,
dice.

El Healthspan Institute, en Encinitas, California, es la clínica de
Rothenberg, a donde van los pacientes que quieren demorar la inexorable marcha
hacia las mañanas con Metamucil y las noches con Viagra. En un momento
en que los 77 millones que forman la generación de la posguerra se acercan
a la vejez, el campo relativamente nuevo del antienvejecimiento corre para ponerse
a su alcance. La medicina antiedad va mucho más allá del Botox,
cremas faciales con Retin-A y spas médicos que ofrecen cirugía
plástica y procedimientos con cosmética láser. En realidad,
sólo una pequeña parte de los nuevos profesionales médicos
se propone lograr que los pacientes se vean más jóvenes. Lo que
buscan es retrasar el reloj biológico prescribiendo megadosis de suplementos
que, afirman, impiden que los órganos del cuerpo se deterioren y mueran.
Además de emplear drogas biológicas altamente cuestionadas, como
la hormo de crecimiento humano (HGH), hay toda una cantidad de suplementos dietarios
que incluye DHEA, vitaminas antioxidantes C y E, glucosamina, Omega-3, y mucho
más. Las mujeres vienen usando desde hace décadas terapias de
reemplazo de hormonas, pero ahora también a los hombres se los invita
a mirar la edad mediana en términos de menopausia masculina, a veces
llamada andropausia.

Controversias

El movimiento tiene su propio grupo profesional: la American Academy of Anti-Aging
Medicine (A4M), que emite una certificación a los médicos que
quieren exhibir chapa en la especialidad. A4M organiza conferencias, vende libros
y DVD sobre antiedad y actúa como centro de información para pacientes
que buscan médicos o la clínica más cercana. También
sirve de vidriera para las investigaciones que muestran que el negocio mueve
US$ 56.000 millones al año y que para 2009 podría llegar a 79.000
millones. La promesa que la A4M agita frente a los ojos de los pacientes se
resume perfectamente en el título del libro que acaba de publicar Rothenberg:
“Forever Ageless” (Por siempre sin edad). Según A4M, desde
el año 1996, 1.500 médicos han obtenido de la Academia certificado
de aptitud para trabajar en medicina anti-age. Rothenberg, que tiene unos 300
pacientes, fue el décimo de la lista, y habla con orgullo de su condición
de pionero. “Estamos revirtiendo el proceso de envejecimiento y mejorando
la calidad de vida”, dice “Lo veo todos los días”.

Rothenberg y sus colegas en la especialidad tienen pocos datos científicos
en que apoyar sus promesas de extensión de vida. Pero insisten en que
los regímenes garantizan lo que llaman la “rectangularización”:
muchos años de vida con buena salud seguidos por una breve y aguda declinación,
o sea una alternativa frente al proceso triangular de lento descenso hacia la
tumba.

El movimiento anti-edad ha desatado una gran controversia dentro de la medicina.
Muchos de los suplementos dietarios que recomienda no están regulados
como medicamentos por la Food & Drug Administration. Eso significa que los
productos no son sometidos al riguroso proceso de pruebas de seguridad y eficiencia
que atraviesan los fármacos. Además, algunos productos hormonales
prescriptos por los médicos son preparados por farmacéuticos especializados
que, dicen sus detractores, tal vez no adhieran a los mismos estándares
que exige la FDA en cuanto a consistencia y pureza que los fabricantes para
el mercado masivo de medicamentos. Muchos críticos están reclamando
a la FDA que lance sus garfios sobre el negocio anti-age, especialmente sobre
los renegados que venden ilegalmente sus productos en Internet.

La hormona del crecimiento (HGH, por sus siglas inglesas) es la herramienta
más controvertida del arsenal anti-age. Una sustancia producida en el
cuerpo, fue sintetizada por varias empresas de biotecnología a principios
de los ´80. Los primeros productos fueron aprobados por la FDA en 1985 para
ayudar a los niños muy bajitos a crecer más. Últimamente
el negocio anti-age la adoptó como arma para aumentar la inmunidad, memoria,
función cardíaca, masa muscular y mucho más.

Rothenberg, quien ha tomado él mismo la hormona del crecimiento, cree
que podría permitir que la gente viva hasta los 125 años. Pero
es ilegal distribuir HGH con propósitos antienvejecimiento y los críticos
creen que muchos jugadores del negocio que la prescriben están violando
la ley y poniendo de paso en peligro la salud de los pacientes. La industria
farmacéutica formalmente se opone a los esfuerzos por relacionar HGH
con el anti envejecimiento pero, por detrás de la escena, las empresas
tal vez no hayan hecho mucho para moderar el entusiasmo: en diciembre un juzgado
federal destapó un juicio iniciado por un informante que acusaba a una
unidad de Pfizer Inc. de promocionar la HGH para usos anti-age.

Por lo tanto, crece la preocupación que las promociones tengan algo de
chanchullo fraudulento. Como el envejecimiento no es en realidad una enfermedad,
muy pocos de esos gastos son cubiertos por el seguro médico. Eso significa
que los pacientes deben solventar casi todos el gasto de su propio bolsillo.
En la clínica Rothenberg una evaluación completa del estado de
salud – proceso que lleva dos días e incluye charlas con nutricionista
y fisiólogo – cuesta US$ 2.500 o más. De allí el paciente
sale con una larga lista de compras de suplementos dietarios y hormonas naturales
que puede costar unos US$ 250 por mes. Y un tratamiento con HGH puede significar
hasta US$ 2.000 mensuales. Y como aquí no se habla de superar ninguna
enfermedad sino de detener el envejecimiento, el tratamiento no tiene final
previsto.

Daniel Perry, presidente de la alianza para la investigación del envejecimiento,
dice con escepticismo que ” la gente está gastando mucho dinero
en tratamientos que tal vez no sean médicamente necesarios.”

Compartir:
Notas Relacionadas

Suscripción Digital

Suscríbase a Mercado y reciba todos los meses la mas completa información sobre Economía, Negocios, Tecnología, Managment y más.

Suscribirse Archivo Ver todos los planes

Newsletter


Reciba todas las novedades de la Revista Mercado en su email.

Reciba todas las novedades