¿Y usted cree que tener hijos le hará feliz?

Piénselo de nuevo, sugiere Nattavudh Powdthavee, catedrátco de la Universidad de York, Inglaterra. “Tal vez esté viviendo una quimera”. Explica su teoría en un ensayo publicado este mes en The Psychologist.

27 marzo, 2009

<p>Tal vez una de las cosas m&aacute;s sorprendentes descubiertas por numerosos estudios recientes sobre el tema es que si bien los hijos nos dan muchas cosas, el aumento del promedio en experiencias positivas diarias no es una de ellas. Powdthavee intenta en su ensayo explicar por qu&eacute;. </p>
<p>El ensayo comienza apoy&aacute;ndose en estudios anteriores que desmontar&iacute;an el mito de que los hijos llegan para colmar de dicha la vida de los padres. Los diversos estudios realizados por soci&oacute;locos, dice, no han encontrado ninguna relaci&oacute;n entre hijos y felicidad. Es m&aacute;s, hay investigaciones (realizadas en Europa y Estados Unidos) donde quienes son padres presentan niveles m&aacute;s bajos de satisfacci&oacute;n que quienes no lo son. Hay tambi&eacute;n estudios que muestran que las tensiones y ansiedades asociadas con paternidad/maternidad&nbsp; no s&oacute;lo aparecen cuando los hijos son dependientes sino que se mantienen aun despu&eacute;s de que hayan abandonado el hogar. <br />
La demoledora conclusi&oacute;n, seg&uacute;n Powdthavee, ser&iacute;a &eacute;sta: los hijos no traen felicidad a la vida de los padres. </p>
<p>Desde esta perspectiva creer que los hijos nos har&aacute;n felices es una ilusi&oacute;n. Imaginarse padre o madre es muchas veces un acto de&nbsp;pensar s&oacute;lo en las cosas buenas e ignorar las otras. Es imaginar la primera sonrisa, o el momento en que se case. Cosas como &eacute;sas, sin embargo, son felicidad que dura momentos. </p>
<p>Cuando una pareja piensa en tener un beb&eacute;, no piensa que el d&iacute;a se llenar&aacute; de obligaciones y problemas,&nbsp;pero son precisamente situaciones cotidianas comunes (como lavar ropa, cocinar, visitas al m&eacute;dico, etc) las que impactan en el nivel de felicidad y en la satisfacci&oacute;n vital de los padres. </p>
<p>Durante m&aacute;s de 20 a&ntilde;os, hemos podido explicar por qu&eacute; la paternidad puede ser tan estresante como gratificante. McLanahan y Adams (1989) descubrieron, por ejemplo, que los padres que pasan mucho tiempo en la casa con sus hijos, ocup&aacute;ndose y atendi&eacute;ndolos, se sienten menos eficaces como adultos que las personas sin hijos. </p>
<p>Hay, entonces, un contraste entre lo que imaginamos cuando pensamos en hijos, y lo que finalmente experimentamos. Dice Powdthavee, entre otras cosas, que cuando planeamos un hijo, siempre imaginamos beb&eacute;s sanos, lindos y alegres. Despu&eacute;s, se impone la realidad.</p>
<p>En todas las culturas existe la creencia generalizada que los hijos traen felicidad. &iquest;Pero por qu&eacute; se tiene esa perspectiva &ldquo;perfecta&rdquo; de paternidad o maternidad? Una explicaci&oacute;n posible, seg&uacute;n Daniel Gilbert, ser&iacute;a que la idea que los &ldquo;ni&ntilde;os traen felicidad&rdquo; se transmite mucho mejor de generaci&oacute;n en generaci&oacute;n que la creencia &ldquo;los ni&ntilde;os traen desdicha&rdquo;. </p>
<p>Gilbert apunta a que esta facilidad en la transmisi&oacute;n de tal idea, frente a la dificultad de transmisi&oacute;n de la otra, ser&iacute;a en resumidas cuentas favorable a la expansi&oacute;n de la descendencia (y, por tanto, de la especie). </p>
<p>Tendemos por tanto a centrar m&aacute;s la atenci&oacute;n en las cosas buenas de la paternidad que en las malas. Las primeras, seg&uacute;n otro estudio realizado en 2008 (Clark y colaboradores), se producen m&aacute;s en el primer a&ntilde;o de vida del beb&eacute;. </p>
<p>Al parecer, hombres y mujeres presentan un significativo aumento de su satisfacci&oacute;n vital el primer a&ntilde;o tras el nacimiento de un hijo, pero a partir del primer a&ntilde;o y durante los cuatro siguientes, ambos experimentan una reducci&oacute;n significativa de su felicidad. </p>
<p><em>Nattavudh Powdthavee es profesor en el Departamento de Econom&iacute;a y Estudios Relacionados de la Universidad de York, Inglaterra. <br />
The Psychologist&nbsp; – 2009<br />
Volumen 22, parte 4</em></p>
<p>Lea el art&iacute;culo completo en<br />
<a href="&quot;&quot;http://www.thepsychologist.org.uk/archive/archive_home.cfm?volumeID=22&amp;editionID=174&amp;ArticleID=1493&quot;&quot;">http://www.thepsychologist.org.uk/archive/archive_home.cfm?volumeID=22&amp;editionID=174&amp;ArticleID=1493</a></p>
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