¿Y si se respetara el derecho a ser gordo?

Estados Unidos libra desde hace 20 años una verdadera guerra a la obesidad mientras entre la población crece la tolerancia a la regulación aunque se sabe que contra la voluntad individual no siempre se puede. No obstante, avanzan las medidas sobre la libertad de la gente a tomar sus propias decisiones.

10 marzo, 2014

La guerra contra la obesidad que se libra especialmente en los países más “gordos” del mundo (México superó a Estados Unidos y en Europa Gran Bretaña disputa ese honor con Hungría) parece estar logran resultados positivos. Según un nuevo estudio publicado recientemente en el  Journal of the American Medical Association (JAMA), hay una fuerte caída en el número de niños obesos en Estados Unidos. Se redujo de 14 a 12 el porcentaje de niños entre 2 y 5 años con alto índice de masa corporal en los últimos diez años.  El estudio tuvo gran difusión e hizo que  nutricionistas y grupos defensores del cuidado de la salud se disputen el crédito por la buena noticia. Christopher Caldwell, en un análisis publicado en The Weekly Standard, se pregunta a quién habría que felicitar.

En primer lugar está Michelle Obama, que es la cara pública de las campañas del gobierno contra la obesidad infantil. Luego de la publicación del estudio declaró estar encantada por el avance que se ha logrado en los últimos años. Sin embargo, dice Caldwell, el progreso se inició antes del período Obama. La mayor parte del período que cubre el estudio JAMA transcurre  durante la presidencia de George W. Bush. La Primera Dama puso en marcha el programa “Let’s Move” y fomentó insistentemente los programas de comida sana en las escuelas implantados por el congreso y los organismos reguladores.  Los alumnos se resistieron bastante a algunas de las comidas.

En realidad, el informe JAMA no dice que se haya superado “la epidemia de obesidad” declarada en la década del 80, aunque en ciertos distritos hay avances. Los programas de nutrición para los pobres incluyen ahora más frutas y verduras, yogures y alimentos sanos. Sin embargo, mucho de lo que tiene que ver con nutrición y buen estado físico sigue siendo un misterio. Algunas investigaciones muestran que quienes beben leche entera son menos obesos que los beben leche descremada. Parecería que hay un componente genético en la obesidad, también.  Y el conocimiento humano de cómo diseñar incentivos sanitarios es bastante primitivo. Los holandeses sacaron en 2011 un “impuesto a la gordura” destinado a desincentivar el comer en exceso pero resultó un fiasco y fue retirado.

En la sociedad norteamericana hay peligros especiales. La comida ída es barata, rica y adictiva. El antiguo truco del comerciante norteamericano es da a los compradores  una muy buena oferta por cosas que no necesita. El consumidor no piensa en otra cosa que en el producto que compra. Ignora cosas como alquiler del local, transporte, personal, inventario, publicidad, etc. Por eso si le ofrecen el doble de comida por 50% menos le parece una pichincha; aunque la porción más grande sólo añada 10% a los costos del minorista. El incentivo de ofrecer raciones  y vasos de bebida que parecen baldes es enorme, y viene incorporado a la oferta.

Pero esos incentivos existieron siempre, solo que hay algunos factores  que hoy contribuyen a que se coma más, opina Caldwell. Uno es la supresión de la nicotina, que reduce fuertemente los deseos de comer. Otro factor es que hoy la gran mayoría de las mujeres salen a trabajar y vigilan menos los alimentos de la familia. Los niños son más libres para decidir qué comen y muchas veces siguen los consejos de las empresas que buscan vender más cantidad de sus productos.

Eso tal vez explicaría la creciente tolerancia que existe en Estados Unidos por la regulación ligada a la obesidad. Ahora un grupo de médicos canadienses  aboga por implantar un impuesto a comida basura American Journal of Public Health argumentando que “Los costos de la obesidad que se derivan de la pobre elección es alimentos  son  pagados por la sociedad toda a través de impuestos, pérdida de productividad y sobrecarga del sistema sanitario”.

Claro que se podría decir lo mismo de cualquier mala elección de la gente, pero eso no parece importar. El objetivo es lograr que la gente se vea y se sienta mejor quitándoles autonomía. Como dicen en Hollywood “nunca se es demasiado rico ni demasiado delgado”. Pero parece que sí se puede ser demasiado gordo  y demasiado libre, ironiza el autor.

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