Wal-Mart ha desistido de entrar en Nueva York

Frustrado por una inútil batalla para abrir el primer local en la Gran manzana, Lee Scott -director ejecutivo de la mayor cadena minorista global- abandonó la partida. “Ya no me interesa”, dijo. Pero no es el único mal trago en el mundo.

28 marzo, 2007

Ahora, el alto funcionario cree que “hacer negocios en esta ciudad es caro y exasperante. No vale la pena”. Estas expresiones, durante una reunión con gente del “New York times”, significan una sorprendente admisión de derrota, dados los esfuerzos obsesivos de la firma para penetrar centros urbanos y superar la imagen suburbana o de pueblo chicos (heredada del fundador, Samuel Walton). La cadena encuentra dura resistencia cuando intenta abordar grandes ciudades. En particular, entre los sindicatos y sus aliados políticos.

Los gremios saben que los precios en extremo bajos de Wal.Mart se deben a salarios exiguos, pobre atención médica y, cuando puede, eliminación sistemática de competidores locales. Otro reciente intento fallido, abrir bancos internos, fue típico. Esas características han impulsado alianzas entre sindicatos y miembros demócratas de los consejos deliberantes (además, los managers de la cadena suelen ser republicanos). Lo mismo ha ocurrido, verbigracia, en Alemania.

Poco después, los gremialistas le replicaban a Scott. “No nos importa si jamás entran aquí”, afirmaba Edward Ott, del consejo central del trabajo, Nueva York. “No los precisamos. Tenemos excelentes supermercados y muy buenos comercios minoristas”. Sin duda, para la compañía la Gran manzana sería un premio mayor: más de ocho millones de compradores y la mejor vidriera para cualquier tipo de comercio.

Pero Wal-Mart, un minorista aferrado a los bajos precios y las góndolas espectaculares estilo “Grease”, nunca tuvo buenas relaciones con Nueva York. Los ejecutivos insisten en que los precios bajos son un lenguaje universal, que pasa por encima de culturas. Pero algunas de ellas se resisten, aun en Latinoamérica. Irónicamente, en México o Chile sus locales atraen a una clase media que se cree rubia y de ojos claros.

Tras la reunión en el diario, un portavoz intentó hacer cree que el ataque de Scott era contra Manhattan, no contra toda Nueva York. Pero, tiempo antes, la cadena había fracasado también en Queens y Staten island, otros dos de los cinco burgos de la ciudad. El director ejecutivo, por otro lado, supone que la oposición en esa urbe, Cleveland, Los Ángeles, etc, tiene dos puntos comunes. Uno son los sindicatos. Otro, “las élites tilingas que no nos quieren en sus reductos sociales”. Por una parte, tiene razón: las ciudades tejanas –especies de “grandes aldeas”- no tienen prejuicios contra Wal-Mart. Por otra, MacDonald’s, su contrapartida en comidas rápidas, no tiene ese problema.

Ahora, el alto funcionario cree que “hacer negocios en esta ciudad es caro y exasperante. No vale la pena”. Estas expresiones, durante una reunión con gente del “New York times”, significan una sorprendente admisión de derrota, dados los esfuerzos obsesivos de la firma para penetrar centros urbanos y superar la imagen suburbana o de pueblo chicos (heredada del fundador, Samuel Walton). La cadena encuentra dura resistencia cuando intenta abordar grandes ciudades. En particular, entre los sindicatos y sus aliados políticos.

Los gremios saben que los precios en extremo bajos de Wal.Mart se deben a salarios exiguos, pobre atención médica y, cuando puede, eliminación sistemática de competidores locales. Otro reciente intento fallido, abrir bancos internos, fue típico. Esas características han impulsado alianzas entre sindicatos y miembros demócratas de los consejos deliberantes (además, los managers de la cadena suelen ser republicanos). Lo mismo ha ocurrido, verbigracia, en Alemania.

Poco después, los gremialistas le replicaban a Scott. “No nos importa si jamás entran aquí”, afirmaba Edward Ott, del consejo central del trabajo, Nueva York. “No los precisamos. Tenemos excelentes supermercados y muy buenos comercios minoristas”. Sin duda, para la compañía la Gran manzana sería un premio mayor: más de ocho millones de compradores y la mejor vidriera para cualquier tipo de comercio.

Pero Wal-Mart, un minorista aferrado a los bajos precios y las góndolas espectaculares estilo “Grease”, nunca tuvo buenas relaciones con Nueva York. Los ejecutivos insisten en que los precios bajos son un lenguaje universal, que pasa por encima de culturas. Pero algunas de ellas se resisten, aun en Latinoamérica. Irónicamente, en México o Chile sus locales atraen a una clase media que se cree rubia y de ojos claros.

Tras la reunión en el diario, un portavoz intentó hacer cree que el ataque de Scott era contra Manhattan, no contra toda Nueva York. Pero, tiempo antes, la cadena había fracasado también en Queens y Staten island, otros dos de los cinco burgos de la ciudad. El director ejecutivo, por otro lado, supone que la oposición en esa urbe, Cleveland, Los Ángeles, etc, tiene dos puntos comunes. Uno son los sindicatos. Otro, “las élites tilingas que no nos quieren en sus reductos sociales”. Por una parte, tiene razón: las ciudades tejanas –especies de “grandes aldeas”- no tienen prejuicios contra Wal-Mart. Por otra, MacDonald’s, su contrapartida en comidas rápidas, no tiene ese problema.

Compartir:
Notas Relacionadas

Suscripción Digital

Suscríbase a Mercado y reciba todos los meses la mas completa información sobre Economía, Negocios, Tecnología, Managment y más.

Suscribirse Archivo Ver todos los planes

Newsletter


Reciba todas las novedades de la Revista Mercado en su email.

Reciba todas las novedades