<p>Cacioppo, coautor con William Patrick del libro “<em>Loneliness</em>”, integra la escuela de psicólogos evolutivos (y biólogos), que cree que las especies no habrían sobrevivido sin un instinto social de cooperación. Allí afirman que la soledad, como el hambre, es una señal de alarma que evolucionó en los humanos hace cientos de miles de años, cuando la cohesión del grupo era fundamental para protegerse de los ataques repentinos de las bestias en estampida. Es la forma que tiene la naturaleza de decirnos que o nos integramos a un grupo o debemos pagar el precio de no hacerlo. <br />
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Es una teoría controvertida, entre otras cosas porque no se puede probar. Pero tiene consecuencias atractivas para los habitantes de la ciudad. Según Cacioppo, nuestros cerebros no evolucionaron para hacer cálculos multivariables o componer sonatas. Evolucionaron para procesar información social – y por ende, para trabajar en colaboración. Las ciudades son la última expresión de nuestra humanidad, el último habitat donde podemos ser nosotros mismos, lo cual explica por qué la mitad de la población del planeta vive en ellas. Según datos citados por los autores, los habitantes de la ciudad resultan mucho menos solitarios que sus primos del campo. <br />
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<strong>La soledad se contagia</strong></p>
<p>La soledad es tan contagiosa como un catarro. El análisis permitió detectar un extraordinario patrón de contagio de la soledad: cuando los individuos empiezan a sentirse solos, tienden a marginarse en los bordes de las redes sociales. Además, esas personas tienden también a compartir su soledad con otros, los pocos amigos que les quedan, a los que contagian con sus mismos sentimientos. El resultado es que cada vez más gente se va aislando y marginando.</p>
<p>Según los científicos, este efecto dominó de la soledad puede ocasionar que el tejido social se vaya deshilachando por los bordes, hasta deshacerse.</p>
<p>Por otro lado, dado que la soledad está asociada con diversos trastornos mentales y físicos que pueden acortar la vida, Cacioppo afirma que resulta de gran importancia que la gente reconozca la soledad y que se ayude a las personas que se sienten solas a conectar con grupos sociales, antes de que caigan en la marginación y hagan caer en ella a otros.</p>
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Soledad y necesidad de conexión social
El aislamiento social puede ser tan dañino para la salud como el fumar o la vida sedentaria. Este efecto es impulsado por la sensación subjetiva que llamamos soledad. Un estudio muestra que los seres humanos son muy dependientes psíquica y físicamente del entramado social.