Moda italiana: ahora, se fabrica o terceriza en el exterior

En 2000, 13,2% de la moda italiana se hacía afuera. Esta proporción alcanzaba 19,2% en 2004 y puede rozar el doble este año. En realidad, sólo 42,9% de esos artículos se fabricaban el año pasado totalmente en Italia.

6 octubre, 2005

“Una planta en El Cairo esconde uno de los mayores secretos de la alta moda italiana: costureras y sastres egipcios”, reveló no hace mucho el Wall Street Journal” (edición web). “Mujeres árabes usan máquinas digitales de coser para producir conjuntos Valentino, que después se venderán a € 1.250 cada uno”, explica el periódico neoyorquino. Poco después, el alemán “Die Welt” se ocupaba del mismo tema.

Obviamente, la clave reside en los costos de mano de obra. Un obrero textil italiano ganaba el año pasado € 15,50 la hora, contra 73 centavos percibidos por un egipcio. Antes de embarcar las prendas al resto del mundo, Valentino cambia la etiqueta ‘Made in Egypt’ por la de ‘Made in Italy’, señalan el WSJ y su colega germano.

La empresa, Valentino Fashion Group, no pudo negar las evidencias, pero Michele Morsa –director ejecutivo- sostiene: “fabricamos fuera de la Unión Europea menos de 10% de nuestras indumentarias”. Ahí está la madre del borrego, porque la UE abarca hoy varios países cuyos salarios son escandalosamente bajos. En términos de estipendio horario, los niveles van de € 2,72 en Eslovaquia a 0,95% en Bulgaria; contra 15,50 en Italia o 16,50 en Francia. Claro, los valores se achican más fuera de la UE; 73 centavos en Egipto, apenas 41 en China.

No todo es fabricable o tercerizable fuera de Italia. Por ejemplo, ciertos componentes de los conjuntos femeninos. Por el contrario, la moda masculina –menos complicada, mucho más conservadora- es fácil de producir en cualquier punto del planeta. En el caso femenino, las joyas complementarias deben hacerse en Italia, pero la “bijouterie puede encargarse a países con larga tradición artesanal y costos ínfimos (Senegal o Malí, por ejemplo).

Naturalmente, la etiqueta “Made in Italy” ha desatado encendidos debates en la península. Lo mismo ocurre en Francia con la marca de lujo “Louis Vuitton”(carteras, bolsos, valijas). “En quince años, las principales líneas de lujo italianas, francesas, etc., habrán dejado sus localizaciones originales, en pos de menores costos”, presume el WSJ.

Por de pronto, It Holding SpA, que fabrica colecciones de medio precio para Versace y Dolce & Gabana (vestimenta principalmente para público gay, cuyos avisos suelen ser rechazados por la prensa conservadora), ya produce 30% en ultramar. La fuga al exterior ha contagiado a los propios diseñadores, presionados por el euro caro y rivales tipo Zara o H&M, que inundan las tiendas con imitaciones muy bien terminadas.

La tercerización no perdona a marcas como Prada, Gucci, Tod’s, Biasia, Giorgio Armani. Esta última firma fabrica 20% de las “Collezioni” en el área oriental de la UE y países vecinos al este o sudeste.

Pero, en varios segmentos del negocio, existen otros incentivos, más allá de la mano de obra barata. Por ejemplo, nada iguala la calidad ni la textura del cachemira chino. Lo mismo pasa con el denim californiano y una serie de telas o complementos hallables sólo en el África sub-sahariana. A algunos directivos italianos ya no les importa el qué dirán, como sostiene Patrizio Bertelli: “fabrico mis zapatos donde me convenga y, si no les gusta, que compren otros”.

En verdad, Prada se produce en Eslovenia y sus bolsos en Turquía. Por su parte, Céline fabrica bolsos en China, Gucci los hace en Serbia, Hogan en Hungría y Hugo Boss trae ropa de Asia sud-oriental.

“Una planta en El Cairo esconde uno de los mayores secretos de la alta moda italiana: costureras y sastres egipcios”, reveló no hace mucho el Wall Street Journal” (edición web). “Mujeres árabes usan máquinas digitales de coser para producir conjuntos Valentino, que después se venderán a € 1.250 cada uno”, explica el periódico neoyorquino. Poco después, el alemán “Die Welt” se ocupaba del mismo tema.

Obviamente, la clave reside en los costos de mano de obra. Un obrero textil italiano ganaba el año pasado € 15,50 la hora, contra 73 centavos percibidos por un egipcio. Antes de embarcar las prendas al resto del mundo, Valentino cambia la etiqueta ‘Made in Egypt’ por la de ‘Made in Italy’, señalan el WSJ y su colega germano.

La empresa, Valentino Fashion Group, no pudo negar las evidencias, pero Michele Morsa –director ejecutivo- sostiene: “fabricamos fuera de la Unión Europea menos de 10% de nuestras indumentarias”. Ahí está la madre del borrego, porque la UE abarca hoy varios países cuyos salarios son escandalosamente bajos. En términos de estipendio horario, los niveles van de € 2,72 en Eslovaquia a 0,95% en Bulgaria; contra 15,50 en Italia o 16,50 en Francia. Claro, los valores se achican más fuera de la UE; 73 centavos en Egipto, apenas 41 en China.

No todo es fabricable o tercerizable fuera de Italia. Por ejemplo, ciertos componentes de los conjuntos femeninos. Por el contrario, la moda masculina –menos complicada, mucho más conservadora- es fácil de producir en cualquier punto del planeta. En el caso femenino, las joyas complementarias deben hacerse en Italia, pero la “bijouterie puede encargarse a países con larga tradición artesanal y costos ínfimos (Senegal o Malí, por ejemplo).

Naturalmente, la etiqueta “Made in Italy” ha desatado encendidos debates en la península. Lo mismo ocurre en Francia con la marca de lujo “Louis Vuitton”(carteras, bolsos, valijas). “En quince años, las principales líneas de lujo italianas, francesas, etc., habrán dejado sus localizaciones originales, en pos de menores costos”, presume el WSJ.

Por de pronto, It Holding SpA, que fabrica colecciones de medio precio para Versace y Dolce & Gabana (vestimenta principalmente para público gay, cuyos avisos suelen ser rechazados por la prensa conservadora), ya produce 30% en ultramar. La fuga al exterior ha contagiado a los propios diseñadores, presionados por el euro caro y rivales tipo Zara o H&M, que inundan las tiendas con imitaciones muy bien terminadas.

La tercerización no perdona a marcas como Prada, Gucci, Tod’s, Biasia, Giorgio Armani. Esta última firma fabrica 20% de las “Collezioni” en el área oriental de la UE y países vecinos al este o sudeste.

Pero, en varios segmentos del negocio, existen otros incentivos, más allá de la mano de obra barata. Por ejemplo, nada iguala la calidad ni la textura del cachemira chino. Lo mismo pasa con el denim californiano y una serie de telas o complementos hallables sólo en el África sub-sahariana. A algunos directivos italianos ya no les importa el qué dirán, como sostiene Patrizio Bertelli: “fabrico mis zapatos donde me convenga y, si no les gusta, que compren otros”.

En verdad, Prada se produce en Eslovenia y sus bolsos en Turquía. Por su parte, Céline fabrica bolsos en China, Gucci los hace en Serbia, Hogan en Hungría y Hugo Boss trae ropa de Asia sud-oriental.

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