Hungría: El Tokai es mío y sólo mío, no de los italianos

16 mayo, 2005

El 1 de abril de 2007 habrá dejado de existir el “Tocai friulano”, vino que realmente no tiene nada que ver con su epónimo húngaro. Pero es mejor negocio, sin duda.

El 31 de marzo de 2007, entonces, los “tocai” de Friuli-Venecia juliana cambiarán de nombre genérico. “Las normas en materia de homonimia de varietales o cortes le dan preferencia a la designación original húngara, o sea el topónimo Tokaj”. Por supuesto, en el actual territorio italiano nunca existió un área de nombre igual o similar, pues “tocaj” es simple transcripción de Tokaj (“Tokai” o “Tokay” en alemán, castellano o inglés, “Tocaï” en francés).

Ni siquiera se aceptó “tocai friulano” como salida transaccional. Budapest se impuso gracias al acuerdo sobre designación restrictiva (appélation controlée) de la entonces Comunidad Económica Europea (1975), al cual Hungría adhirió en 1993. De inmediato, se abrió el pleito ítalo-magyar. Lo curioso es que, al correr del tiempo y mientras el vino original –una especie de Valdepeñas abocado- iba limitándose sólo a la comarca húngara, la copia friulana ganaba mercados y se convertía en excelente negocio.

Por supuesto, los medios friulanos (editados en esa lengua retorromana), vénetos e italianos han salido contra el dictamen de Luxemburgo. Los mágyar y sus aliados ocasionales (rumanos, austríacos) lo aplauden. Cautos, croatas y eslovenos no se han pronunciado. Pero la intransigencia italiana llega a distorsionar la propia historia.

Así, un diario conservador de Milán afirma, suelto de cuerpo, que “Tokaj” es un pueblo húngaro, a cientos de kilómetros del Friuli, “donde viene produciéndose desde hace dos siglos un vino homónimo”. Ocurre, empero, que ese vino ya existía antes de 1400. De hecho, era el preferido de dos siniestros personajes del siglo XIV: la condesa mágyar Erszebet Batóry (ejecutada por haberles bebido la sangre a cientos de doncellas) y el príncipe Vlad Tepesh, o sea Drácula.

Tampoco hay mucho parecido en cuanto a sabor. El tocai friulano es más liviano y seco. Las tres marcas dominantes (Livio Felluga, Schiopetti, Venica) son muy superiores al original húngaro, quizá porque han ido evolucionando con los gustos de Italia y Europa occidental. En lo tocante a mercados, la veda al nombre “tocai” vale sólo en la Unión Europea, no en el resto del mundo. El punto es curioso: debiera aplicarse también al champagne, detalle omitido en ámbitos argentinos ligados al negocio. En otras palabras, no hay obligación de usar términos sustitutos (champán, champaña, espumante, espumoso), como lo revela el empleo genérico de “chianti” o “asti” para productos locales.

El 1 de abril de 2007 habrá dejado de existir el “Tocai friulano”, vino que realmente no tiene nada que ver con su epónimo húngaro. Pero es mejor negocio, sin duda.

El 31 de marzo de 2007, entonces, los “tocai” de Friuli-Venecia juliana cambiarán de nombre genérico. “Las normas en materia de homonimia de varietales o cortes le dan preferencia a la designación original húngara, o sea el topónimo Tokaj”. Por supuesto, en el actual territorio italiano nunca existió un área de nombre igual o similar, pues “tocaj” es simple transcripción de Tokaj (“Tokai” o “Tokay” en alemán, castellano o inglés, “Tocaï” en francés).

Ni siquiera se aceptó “tocai friulano” como salida transaccional. Budapest se impuso gracias al acuerdo sobre designación restrictiva (appélation controlée) de la entonces Comunidad Económica Europea (1975), al cual Hungría adhirió en 1993. De inmediato, se abrió el pleito ítalo-magyar. Lo curioso es que, al correr del tiempo y mientras el vino original –una especie de Valdepeñas abocado- iba limitándose sólo a la comarca húngara, la copia friulana ganaba mercados y se convertía en excelente negocio.

Por supuesto, los medios friulanos (editados en esa lengua retorromana), vénetos e italianos han salido contra el dictamen de Luxemburgo. Los mágyar y sus aliados ocasionales (rumanos, austríacos) lo aplauden. Cautos, croatas y eslovenos no se han pronunciado. Pero la intransigencia italiana llega a distorsionar la propia historia.

Así, un diario conservador de Milán afirma, suelto de cuerpo, que “Tokaj” es un pueblo húngaro, a cientos de kilómetros del Friuli, “donde viene produciéndose desde hace dos siglos un vino homónimo”. Ocurre, empero, que ese vino ya existía antes de 1400. De hecho, era el preferido de dos siniestros personajes del siglo XIV: la condesa mágyar Erszebet Batóry (ejecutada por haberles bebido la sangre a cientos de doncellas) y el príncipe Vlad Tepesh, o sea Drácula.

Tampoco hay mucho parecido en cuanto a sabor. El tocai friulano es más liviano y seco. Las tres marcas dominantes (Livio Felluga, Schiopetti, Venica) son muy superiores al original húngaro, quizá porque han ido evolucionando con los gustos de Italia y Europa occidental. En lo tocante a mercados, la veda al nombre “tocai” vale sólo en la Unión Europea, no en el resto del mundo. El punto es curioso: debiera aplicarse también al champagne, detalle omitido en ámbitos argentinos ligados al negocio. En otras palabras, no hay obligación de usar términos sustitutos (champán, champaña, espumante, espumoso), como lo revela el empleo genérico de “chianti” o “asti” para productos locales.

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