“El bloqueo de contenidos incómodos para Beijing no corre por cuenta propia, sino de los grandes operadores en la Red”, señala la organización no gubernamental, secundada por “reporteros sin fronteras”. En un extenso documento, el observatorio sostiene que “las empresas se censuran a sí mismas, con la tolerancia de Washington”.
Por ejemplo, Google ha creado un motor de búsquedas que genera automáticamente una lista actualizada de palabras prohibidas. Por ende, el bloqueo es inmediato para navegantes residentes en el Reino del Medio. Esto ocurre en el tercer mercado del ciberespacio: sus 120 millones de usuarios sólo ceden a Estados Unidos y la Unión Europea. “Ya antes, el régimen apelaba a los mejores método de censura… importados de Occidente”.
Lo peor es que la colaboración de las compañías norteamericanas no se limita a perfeccionar el bloqueo de material indeseable. También delatan gente, como surge de procesos citados en el informe: Shi Tao, Li Zhi, Jiang Lijun y Wang Xiaoning, entre “delincuentes” con sentencia firme. En una sola provincia, Tibet, ha habido diez veces más condenas –aunque sea un territorio semidesierto-, en general por subirse al sitio del exilado Dalai Lama.
Las 150 carillas de la denuncia contienen de todo. Así, revelan la existencia de doce censores oficiales que vigilan la Red, designados cuando una ley de 2005 tornó ilegal cualquier debate libre en la web. Ni hablar de sitios como el de la BBC, quizá la red noticiosa más abierta del mundo.
Naturalmente, este documento pone en posición desairada a las compañías. En Google no dan la cara a los medios. Yahoo admite que “aceptan mecanismos restrictivos, pero peor seria un silencio absoluto”. Los críticos señalan que la razón verdadera reside en el negocio. Máxime con la invasión de publicidad en las propias búsquedas. “Si estas empresas abusan de los navegantes imponiéndoles avisos no deseados ¿cómo no acompañarían o fomentarían la censura china. Después de todo –apunta Fiorello Cortiana, ex senador verde italiano-, es un mercado imposible de soslayar y Beijing no interfiere con la publicidad”.
“El bloqueo de contenidos incómodos para Beijing no corre por cuenta propia, sino de los grandes operadores en la Red”, señala la organización no gubernamental, secundada por “reporteros sin fronteras”. En un extenso documento, el observatorio sostiene que “las empresas se censuran a sí mismas, con la tolerancia de Washington”.
Por ejemplo, Google ha creado un motor de búsquedas que genera automáticamente una lista actualizada de palabras prohibidas. Por ende, el bloqueo es inmediato para navegantes residentes en el Reino del Medio. Esto ocurre en el tercer mercado del ciberespacio: sus 120 millones de usuarios sólo ceden a Estados Unidos y la Unión Europea. “Ya antes, el régimen apelaba a los mejores método de censura… importados de Occidente”.
Lo peor es que la colaboración de las compañías norteamericanas no se limita a perfeccionar el bloqueo de material indeseable. También delatan gente, como surge de procesos citados en el informe: Shi Tao, Li Zhi, Jiang Lijun y Wang Xiaoning, entre “delincuentes” con sentencia firme. En una sola provincia, Tibet, ha habido diez veces más condenas –aunque sea un territorio semidesierto-, en general por subirse al sitio del exilado Dalai Lama.
Las 150 carillas de la denuncia contienen de todo. Así, revelan la existencia de doce censores oficiales que vigilan la Red, designados cuando una ley de 2005 tornó ilegal cualquier debate libre en la web. Ni hablar de sitios como el de la BBC, quizá la red noticiosa más abierta del mundo.
Naturalmente, este documento pone en posición desairada a las compañías. En Google no dan la cara a los medios. Yahoo admite que “aceptan mecanismos restrictivos, pero peor seria un silencio absoluto”. Los críticos señalan que la razón verdadera reside en el negocio. Máxime con la invasión de publicidad en las propias búsquedas. “Si estas empresas abusan de los navegantes imponiéndoles avisos no deseados ¿cómo no acompañarían o fomentarían la censura china. Después de todo –apunta Fiorello Cortiana, ex senador verde italiano-, es un mercado imposible de soslayar y Beijing no interfiere con la publicidad”.