En chino, traduttore, traditore suena distinto, pero vale igual

Hace una semana, una redactora de la agencia semioficial China News Services (CNS) escribió un artículo sobre el tema cambiario. Pero un traductor chapucero –plaga del periodismo económico- produjo un descalabro en los mercados especulativos.

14 mayo, 2005

Guam Xiaodong hizo algo habitual en el oficio: armó una nota sobre presumibles efectos de una supuesta repreciación del yüan, partiendo de material en archivo. A los cuatro días, su pieza sacudió la plaza mundial de divisas, donde se recicla un billón de dólares por jornada. Un maremoto de e-mails y telefonazos entre corredores, gestores de fondos y especuladores profesionales arrasó desde Singapur hasta Moscú y desde Estocolmo hasta Bombay, pasando por Nueva York, Londres y Zürich. Los bancos centrales no atinaban a reaccionar, empezando por el chino.

¿Sólo por un comentario tomado de varias fuentes? No. Más bien por una lamentable concatenación de hechos. El despacho original de CNS llegó al sitio Web del Diario del pueblo, casi boletín oficial del gobierno chino. Sus editores ordenaron traducirlo al inglés y, como se sabe, este idioma suele ser hecho trizas por chinos, japoneses o surcoreanos que creen dominarlo.

Así, la versión en ¿inglés? salió anunciando la repreciación del yüan. Justamenmte mientras Estados Unidos, la Unión Europea y Japón presionan por un ajuste cambiario en Beijing. Bloomberg’s y Reuters de inmediato difundieron el cable. “Cundió el espanto”, admitía un estratega de JP Morgan Chase. Los operadores se atropellaban vendiendo dólares –seguros de que China los haría bajar- y comprando cualquier moneda asiática a la vista. Desde yen japonés, won surcoreano o yüan chino, hasta dólares de Taiwán o Hongkong, rupias indias, baht tai y rial saudí.

La histeria se acentuó en dirección opuesta cuando Bloomberg’s y Reuters –advertidos por media docena de bancos grandes- empezaron a poner en duda tanto la noticia como sus fuentes. El texto pergeñado por el mal traductor llegaba al extremo de anticipar que el dólar sería dejado bajar 1,26% en junio y llegar hasta 6,03%, 12 meses más tarde. Por supuesto, la locura especulativa empujó la divisa referencial hasta 3% en horas y, al desinflarse, los hizo caer en similar margen.

Al anochecer del martes 10, los chinos pedían disculpas a los mercados. Pero nadie sancionó a Xiandong, porque no tuvo culpa alguna: su nota era correcta. En cuanto al malhadado traductor del diario, debe estar haciendo un curso acelerado de inglés en el desierto de Gobi. Pero muchos analistas serios empiezan a preguntar por qué un simple despacho mal redactado mareó a tantos operadores, supuestamente duchos, y casi nadie verificó la “noticia” con el banco central chino.

Guam Xiaodong hizo algo habitual en el oficio: armó una nota sobre presumibles efectos de una supuesta repreciación del yüan, partiendo de material en archivo. A los cuatro días, su pieza sacudió la plaza mundial de divisas, donde se recicla un billón de dólares por jornada. Un maremoto de e-mails y telefonazos entre corredores, gestores de fondos y especuladores profesionales arrasó desde Singapur hasta Moscú y desde Estocolmo hasta Bombay, pasando por Nueva York, Londres y Zürich. Los bancos centrales no atinaban a reaccionar, empezando por el chino.

¿Sólo por un comentario tomado de varias fuentes? No. Más bien por una lamentable concatenación de hechos. El despacho original de CNS llegó al sitio Web del Diario del pueblo, casi boletín oficial del gobierno chino. Sus editores ordenaron traducirlo al inglés y, como se sabe, este idioma suele ser hecho trizas por chinos, japoneses o surcoreanos que creen dominarlo.

Así, la versión en ¿inglés? salió anunciando la repreciación del yüan. Justamenmte mientras Estados Unidos, la Unión Europea y Japón presionan por un ajuste cambiario en Beijing. Bloomberg’s y Reuters de inmediato difundieron el cable. “Cundió el espanto”, admitía un estratega de JP Morgan Chase. Los operadores se atropellaban vendiendo dólares –seguros de que China los haría bajar- y comprando cualquier moneda asiática a la vista. Desde yen japonés, won surcoreano o yüan chino, hasta dólares de Taiwán o Hongkong, rupias indias, baht tai y rial saudí.

La histeria se acentuó en dirección opuesta cuando Bloomberg’s y Reuters –advertidos por media docena de bancos grandes- empezaron a poner en duda tanto la noticia como sus fuentes. El texto pergeñado por el mal traductor llegaba al extremo de anticipar que el dólar sería dejado bajar 1,26% en junio y llegar hasta 6,03%, 12 meses más tarde. Por supuesto, la locura especulativa empujó la divisa referencial hasta 3% en horas y, al desinflarse, los hizo caer en similar margen.

Al anochecer del martes 10, los chinos pedían disculpas a los mercados. Pero nadie sancionó a Xiandong, porque no tuvo culpa alguna: su nota era correcta. En cuanto al malhadado traductor del diario, debe estar haciendo un curso acelerado de inglés en el desierto de Gobi. Pero muchos analistas serios empiezan a preguntar por qué un simple despacho mal redactado mareó a tantos operadores, supuestamente duchos, y casi nadie verificó la “noticia” con el banco central chino.

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