El spa atrae a hombres y mujeres, pero con diferencias

Los hombres en viajes de negocios se le están animando cada vez más al spa. Pero no lo usan para mimarse durante horas con todas las actividades sino más bien como un taller de reparaciones.

1 junio, 2005

Hombres y mujeres, dice la gente que trabaja en los spa, se aproximan a la experiencia
con diferentes objetivos. El hombre muestra una mentalidad pragmática y,
si está en viaje de negocios hospedado en un hotel que incluye spa, lo
aprovecha casi como una tarea más para hacer. La mujer, en las mismas condiciones,
lo encara como una oportunidad para abandonarse durante unas horas a la agradable
tarea de dejar que otros cuiden de su persona.

Las diferencias entre hombre y mujer afloran en estas sesiones de lujo mimoso
que en los últimos años se ha difundido en todo el universo de
hoteles y centros vacacionales. Las mujeres van al spa a que las mimen durante
horas, con el objeto de dar un tono más saludable a su piel. Los hombres
van buscando una rápida mejoría para sus dolores musculares. Y
eso se nota en la forma en que describen sus tratamientos. Las mujeres hablan
de entrega total y los hombres de afinación de carrocería.

Hace algunos años, cuando en Estados Unidos la cadena Fairmont Hotels
y Resorts comenzó a desarrollar sus spas Willow Stream, pensó
en poner el foco en los hombres, además de cuidar su clientela femenina.
Para entender mejor las diferencias entre unos y otras, Fairmont contrató
a un antropólogo cultural quien realizó investigaciones en hogares
particulares para observar cómo la gente hacía sus ejercicios
y qué vitaminas tomaban. Husmeó en las heladeras, analizó
las rutinas de belleza y hasta revolvió en los gabinetes de medicamentos.
A los participantes en el estudio les pidió que identificaran las partes
del cuerpo que querían mejorar.

Las mujeres eligieron cara, ojos y cabello, demás del deseo de tener
mejor piel o librarse de las patas de gallo. Los hombres mencionaron músculos
y cerebro. O sea, las mujeres querían mejorar su apariencia y les bastaban
los tratamientos suaves y agradables. Los hombres veían un tratamiento
en el spa como un medio para obtener un fin.

Fairmont usó colores y maderas oscuras para crear un ambiente similar
a un club para que los hombres no sintieran que entraban a territorio femenino.
Instaló televisores en los vestuarios, para evitarles la violencia de
tener que hacer sociedad con desconocidos medio desnudos. Las mujeres, por el
contrario, no tienen inconvenientes en leer una revista o conversar al desnudo.

La investigación descubrió también que tanto hombres como
mujeres se sentían más cómodos en remera y shorts que con
bata de toalla, de modo que la cadena introdujo un paquete de masajes llamado
“Con el short puesto”. Pensando en los hombres se cambió el
nombre a algunos de los servicios: el “facial europeo” para las mujeres
se convirtió en “el facial del caballero”.

Lo cierto es que los hombres están acudiendo al spa en mucha mayor cantidad
que antes. La International Spa Association dice que 29% de los asistentes son
ahora hombres. Aunque la asociación no comenzó a compilar su información
hasta 2004, la gente del negocio estima que diez años atrás ese
número podría ubicarse entre 8% y 10%.

Como ahora cada vez más las reuniones empresariales se realizan en hoteles
o lugares con spa, ese aumento de población masculina no debería
sorprender, dice la asociación. Otro factor es la locura por estar en
forma de los últimos años. Y, finalmente, el lento pero sostenido
abandono de la resistencia de los hombres a lo que antes se veía como
territorio exclusivamente femenino.

Hombres y mujeres, dice la gente que trabaja en los spa, se aproximan a la experiencia
con diferentes objetivos. El hombre muestra una mentalidad pragmática y,
si está en viaje de negocios hospedado en un hotel que incluye spa, lo
aprovecha casi como una tarea más para hacer. La mujer, en las mismas condiciones,
lo encara como una oportunidad para abandonarse durante unas horas a la agradable
tarea de dejar que otros cuiden de su persona.

Las diferencias entre hombre y mujer afloran en estas sesiones de lujo mimoso
que en los últimos años se ha difundido en todo el universo de
hoteles y centros vacacionales. Las mujeres van al spa a que las mimen durante
horas, con el objeto de dar un tono más saludable a su piel. Los hombres
van buscando una rápida mejoría para sus dolores musculares. Y
eso se nota en la forma en que describen sus tratamientos. Las mujeres hablan
de entrega total y los hombres de afinación de carrocería.

Hace algunos años, cuando en Estados Unidos la cadena Fairmont Hotels
y Resorts comenzó a desarrollar sus spas Willow Stream, pensó
en poner el foco en los hombres, además de cuidar su clientela femenina.
Para entender mejor las diferencias entre unos y otras, Fairmont contrató
a un antropólogo cultural quien realizó investigaciones en hogares
particulares para observar cómo la gente hacía sus ejercicios
y qué vitaminas tomaban. Husmeó en las heladeras, analizó
las rutinas de belleza y hasta revolvió en los gabinetes de medicamentos.
A los participantes en el estudio les pidió que identificaran las partes
del cuerpo que querían mejorar.

Las mujeres eligieron cara, ojos y cabello, demás del deseo de tener
mejor piel o librarse de las patas de gallo. Los hombres mencionaron músculos
y cerebro. O sea, las mujeres querían mejorar su apariencia y les bastaban
los tratamientos suaves y agradables. Los hombres veían un tratamiento
en el spa como un medio para obtener un fin.

Fairmont usó colores y maderas oscuras para crear un ambiente similar
a un club para que los hombres no sintieran que entraban a territorio femenino.
Instaló televisores en los vestuarios, para evitarles la violencia de
tener que hacer sociedad con desconocidos medio desnudos. Las mujeres, por el
contrario, no tienen inconvenientes en leer una revista o conversar al desnudo.

La investigación descubrió también que tanto hombres como
mujeres se sentían más cómodos en remera y shorts que con
bata de toalla, de modo que la cadena introdujo un paquete de masajes llamado
“Con el short puesto”. Pensando en los hombres se cambió el
nombre a algunos de los servicios: el “facial europeo” para las mujeres
se convirtió en “el facial del caballero”.

Lo cierto es que los hombres están acudiendo al spa en mucha mayor cantidad
que antes. La International Spa Association dice que 29% de los asistentes son
ahora hombres. Aunque la asociación no comenzó a compilar su información
hasta 2004, la gente del negocio estima que diez años atrás ese
número podría ubicarse entre 8% y 10%.

Como ahora cada vez más las reuniones empresariales se realizan en hoteles
o lugares con spa, ese aumento de población masculina no debería
sorprender, dice la asociación. Otro factor es la locura por estar en
forma de los últimos años. Y, finalmente, el lento pero sostenido
abandono de la resistencia de los hombres a lo que antes se veía como
territorio exclusivamente femenino.

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