En medio de un mar de consejos contradictorios sobre dietas para adelgazar, está
surgiendo el creciente convencimiento de que hacer comidas súper frugales
durante el día lleva a la gente a picar compulsivamente más tarde,
y que ese ciclo encierra la respuesta de por qué la gente no sólo
no baja de peso sino que muchas veces engorda más. Una de las grandes razones
por las que las mujeres francesas no engordan, escribió Mireille Guiliano
en su libro del mismo nombre, es que hacen comidas balanceadas a lo largo del
día y no comen a deshoras.
“Saltearse el desayuno”, dice Arthur Agatston, cardiólogo y autor
de The South Beach Diet, “hace descender el nivel de azúcar en sangre,
lo que a su vez aumenta el hambre más tarde a la mañana. Resultado,
un deseo incontenible de almorzar con carbohidratos de cuestionable valor – de
esos que generan sobrepeso”.
Comenzar el día con un buen desayuno es un consejo muy oído y pocas
veces seguido. Un desayuno inadecuado puede generar más apetito todavía
durante el día. Por ejemplo, una medialuna, cereal dulce y jugo de naranja
– todos carbohidratos refinados – activa el apetito en lugar de controlarlo, dice
Walter Futterweit, especialista en diabetes y otros desórdenes endocrinos
de la facultad de medicina Monte Sinaí de la ciudad de Nueva York. “Le
damos al organismo una dosis repentina de azúcar pura; eso provoca la liberación
inmediata de insulina”, lo cual hace caer el nivel de azúcar en sangre.
Una hora o dos más tarde, nos sentimos irritables, nerviosos y con ganas
de comer de nuevo.
Según explica Gullo en su libro “The Thin Commandments” (Los
mandamientos de la delgadez) “cuando no se come nada durante más de
tres o cuatro horas, luego se caerá en la tentación de las galletitas
o el pan; eso provocará un repentino aumento en una proteína natural
del cuerpo llamada neuropeptide Y. Eso es como acercar un fósforo a la
nafta,” explica. “En lugar de saciarse, el apetito ha sido recargado
y en lugar de comer sólo una galletita, la persona termina comiendo todo
el paquete.”
La mejor manera de mantener estable el nivel de azúcar y el apetito controlado,
coinciden muchos nutricionistas, es ingerir proteínas en el desayuno: una
omelette de clara de huevo o yogur descremado. Más proteínas magras
y una ensalada u otros vegetales para el almuerzo. Eso brinda sensación
de saciedad durante horas. Un tentempié a media tarde con proteína
y fibra (huevo duro, queso magro o barrita de cereales alta en proteínas.
Eso nos protegerá de sentir la necesidad de una alta dosis de carbohidratos
a las cuatro de la tarde.
A la hora de la cena, no deberíamos tener tanta hambre: carne magra y una
ensalada o vegetales. Para el que desee un tentempié más tarde a
la noche, siempre están las crudités.
Muchas de las personas que han tenido éxito con la dieta declaran ser conversos
del hábito del desayuno. “Trato de obligarme a comer algo como ricotta
o una omelette de clara de huevo”, dice un banquero que bajó 40 kilos
a pesar de trabajar muchas horas en la bolsa rodeado de comida chatarra y con
cenas frecuentes con sus clientes. También se hace tiempo para hacer ejercicios,
o bien a las cinco del la mañana antes de ir a trabajar, o a las once de
la noche . “Mi mujer dice que estoy loco, pero yo me he decidido”.
En medio de un mar de consejos contradictorios sobre dietas para adelgazar, está
surgiendo el creciente convencimiento de que hacer comidas súper frugales
durante el día lleva a la gente a picar compulsivamente más tarde,
y que ese ciclo encierra la respuesta de por qué la gente no sólo
no baja de peso sino que muchas veces engorda más. Una de las grandes razones
por las que las mujeres francesas no engordan, escribió Mireille Guiliano
en su libro del mismo nombre, es que hacen comidas balanceadas a lo largo del
día y no comen a deshoras.
“Saltearse el desayuno”, dice Arthur Agatston, cardiólogo y autor
de The South Beach Diet, “hace descender el nivel de azúcar en sangre,
lo que a su vez aumenta el hambre más tarde a la mañana. Resultado,
un deseo incontenible de almorzar con carbohidratos de cuestionable valor – de
esos que generan sobrepeso”.
Comenzar el día con un buen desayuno es un consejo muy oído y pocas
veces seguido. Un desayuno inadecuado puede generar más apetito todavía
durante el día. Por ejemplo, una medialuna, cereal dulce y jugo de naranja
– todos carbohidratos refinados – activa el apetito en lugar de controlarlo, dice
Walter Futterweit, especialista en diabetes y otros desórdenes endocrinos
de la facultad de medicina Monte Sinaí de la ciudad de Nueva York. “Le
damos al organismo una dosis repentina de azúcar pura; eso provoca la liberación
inmediata de insulina”, lo cual hace caer el nivel de azúcar en sangre.
Una hora o dos más tarde, nos sentimos irritables, nerviosos y con ganas
de comer de nuevo.
Según explica Gullo en su libro “The Thin Commandments” (Los
mandamientos de la delgadez) “cuando no se come nada durante más de
tres o cuatro horas, luego se caerá en la tentación de las galletitas
o el pan; eso provocará un repentino aumento en una proteína natural
del cuerpo llamada neuropeptide Y. Eso es como acercar un fósforo a la
nafta,” explica. “En lugar de saciarse, el apetito ha sido recargado
y en lugar de comer sólo una galletita, la persona termina comiendo todo
el paquete.”
La mejor manera de mantener estable el nivel de azúcar y el apetito controlado,
coinciden muchos nutricionistas, es ingerir proteínas en el desayuno: una
omelette de clara de huevo o yogur descremado. Más proteínas magras
y una ensalada u otros vegetales para el almuerzo. Eso brinda sensación
de saciedad durante horas. Un tentempié a media tarde con proteína
y fibra (huevo duro, queso magro o barrita de cereales alta en proteínas.
Eso nos protegerá de sentir la necesidad de una alta dosis de carbohidratos
a las cuatro de la tarde.
A la hora de la cena, no deberíamos tener tanta hambre: carne magra y una
ensalada o vegetales. Para el que desee un tentempié más tarde a
la noche, siempre están las crudités.
Muchas de las personas que han tenido éxito con la dieta declaran ser conversos
del hábito del desayuno. “Trato de obligarme a comer algo como ricotta
o una omelette de clara de huevo”, dice un banquero que bajó 40 kilos
a pesar de trabajar muchas horas en la bolsa rodeado de comida chatarra y con
cenas frecuentes con sus clientes. También se hace tiempo para hacer ejercicios,
o bien a las cinco del la mañana antes de ir a trabajar, o a las once de
la noche . “Mi mujer dice que estoy loco, pero yo me he decidido”.