Acérrima enemiga de los hidratos de carbono y la comida mediterránea –especialmnente pizza y pastas-, la dieta Atkins era más un rito o una forma de magia que un esquema cientìfico. En ese plano, no difería de las tantas que estuvieron de moda en Estados Unidos y parte del mundo desde el auge de la actriz Kate Winslet y sus “weight watchers” (1963).
Cultora del bife y los huevos, al cabo de quince años la Atkins ha seguido el camino de sus antecesoras, sólo que también arrastra a la empresa que la promovía. No era, como sostiene la prensa europea, antitaliana, pues promovía también el jamón crudo, el salame y la longaniza. Por otra parte, ha sido la dieta en su momento más rentable y así lo cofirma el monto de la convocatoria (US$ 300 millones).
Atkins vendía su fórmula combinando el viejo estilo de Dale Carnegie con una cartilla casi evangélica, muy efectiva para seducir gente de pueblo chico o baja clase media urbana. Inclusive desplegaba “diez mandamientos”.Eran éstos: compartir la dieta con parientes y amigos, ornar la mesa en casa, no oír radio ni mirar TV mientras se come, cada noche definir el menú del día siguiente evitando “platos sin alegría”, dividir la jornada en tres comidas principales y dos refrigerios, jamás comer fuera de esos cinco momentos, levantar la mesa tras cada comida para prevenir la gula, llevar un registro de menúes diarios, pesarse cada mañana y, finalmente, evitar golosinas comiendo frutas frescas para no tentarse.
La reducció de porciones o calorías y las comidas en grupo son comunes a estas recetas mágicas. Asì ocurría con los “cuidapeso”, la primera dieta Atkins (1975), la dieta de Judy Mazel, 1981 (los primeros diez días sólo frutas frescas), los “menúes bíblicos” de George Malkmus (pastor bautista, 1992) o la dieta de la belleza (Nicholas Perricone, dermatólogo, 2002).
A veces, estas magias terminan en los tribunales, pero no por razones contables. Días atrás, un gurú llamado Felix Sinnapan fue denunciado por una mujer. Al parecer, su tratamiento de masajes y pociones secretas resultaba nocivo para la salud. Este tipo de charlatanes pertenece a otra categorìa, que florece alrededor de Los Ángeles, y suele reclutar personajes del espectáculo para atraer inegnuos. El “babu” Felix cuenta entren sus clientes de Beverly Hills artistas famosos pero poco sagaces. En este caso, el actor Robert Downet o el cantante Gordon Matthew Sumner (Sting, claro). Similar perfil muestran santones tipo Sai Baba o Maharishi y extremistas como L.Ron Hubbard o Ayn Rand (fundadores de la cientología, en su origen un culto a extraterrestrese).
Acérrima enemiga de los hidratos de carbono y la comida mediterránea –especialmnente pizza y pastas-, la dieta Atkins era más un rito o una forma de magia que un esquema cientìfico. En ese plano, no difería de las tantas que estuvieron de moda en Estados Unidos y parte del mundo desde el auge de la actriz Kate Winslet y sus “weight watchers” (1963).
Cultora del bife y los huevos, al cabo de quince años la Atkins ha seguido el camino de sus antecesoras, sólo que también arrastra a la empresa que la promovía. No era, como sostiene la prensa europea, antitaliana, pues promovía también el jamón crudo, el salame y la longaniza. Por otra parte, ha sido la dieta en su momento más rentable y así lo cofirma el monto de la convocatoria (US$ 300 millones).
Atkins vendía su fórmula combinando el viejo estilo de Dale Carnegie con una cartilla casi evangélica, muy efectiva para seducir gente de pueblo chico o baja clase media urbana. Inclusive desplegaba “diez mandamientos”.Eran éstos: compartir la dieta con parientes y amigos, ornar la mesa en casa, no oír radio ni mirar TV mientras se come, cada noche definir el menú del día siguiente evitando “platos sin alegría”, dividir la jornada en tres comidas principales y dos refrigerios, jamás comer fuera de esos cinco momentos, levantar la mesa tras cada comida para prevenir la gula, llevar un registro de menúes diarios, pesarse cada mañana y, finalmente, evitar golosinas comiendo frutas frescas para no tentarse.
La reducció de porciones o calorías y las comidas en grupo son comunes a estas recetas mágicas. Asì ocurría con los “cuidapeso”, la primera dieta Atkins (1975), la dieta de Judy Mazel, 1981 (los primeros diez días sólo frutas frescas), los “menúes bíblicos” de George Malkmus (pastor bautista, 1992) o la dieta de la belleza (Nicholas Perricone, dermatólogo, 2002).
A veces, estas magias terminan en los tribunales, pero no por razones contables. Días atrás, un gurú llamado Felix Sinnapan fue denunciado por una mujer. Al parecer, su tratamiento de masajes y pociones secretas resultaba nocivo para la salud. Este tipo de charlatanes pertenece a otra categorìa, que florece alrededor de Los Ángeles, y suele reclutar personajes del espectáculo para atraer inegnuos. El “babu” Felix cuenta entren sus clientes de Beverly Hills artistas famosos pero poco sagaces. En este caso, el actor Robert Downet o el cantante Gordon Matthew Sumner (Sting, claro). Similar perfil muestran santones tipo Sai Baba o Maharishi y extremistas como L.Ron Hubbard o Ayn Rand (fundadores de la cientología, en su origen un culto a extraterrestrese).