Algunos medios más sagaces señalaban, este fin de semana, que políticos, banqueros o artistas pueden pasar los 90 sin que nadie los mande a retiro. Considerado el mayor astrofísico vivo, abandona en enero la cátedra Lucasiana (Cambridge) que ocupa desde los 30. Desde ahí, Isaac Newton revolucionó hace tres siglos la mecánica celeste vía un ensayo en latín: los “Principia matemática”.
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No en vano a Hawking se le dice “maestro del tiempo y el espacio”. Una mente como la suya, confinada en un cuerpo que sufre esclerosis lateral múltiple, ELM, –se comunica mediante un láser que guía con los ojos, una maravilla tecnológica que ridiculiza al celular más avanzado- no puede jubilarse, claro. Seguirá trabajando en el mismo ámbito que la universidad le asigna. </p>
<p>Pero el científico ya puso en el ridículo, hace treinta años, a los médicos que le habían diagnosticado una temprana muerte. No podía aceptar que ese mal le impidiera desarrollar sus teorías ni transmitirlas –como fuese- al mundo. De paso, funcionó como “cobayo” decisivo en el progreso de terapias para ELM. </p>
<p>También sigue generando debates. Semanas atrás puso incómodos a los científicos que operan en Ginebra el superacelerador de partículas en órbita del Consejo europeo para investigaciones nucleares (CEIN). Les manifestó que, en ese laboratorio, no descubrirán la “partícula divina”, o sea la clave de la explosión primigenia. En cuanto a él mismo, su meta es alcanzar una teoría unificadora, y simple, de las cuatro fuerzas cósmicas básicas. </p>
Acaba de jubilarse Stephen Hawking, con apenas 67 años
El inventor de los agujeros negros -dijo tiempo atrás un periódico dominical, o sea amarillo, de su país, Gran Bretaña- cedió ante la burocracia. Como en Argentina, ni siquiera un genio a la altura de Newton o Einstein sirve si está viejo.