El capitalismo, entre reformas a largo plazo o control estatal

Se han exacerbado los roces entre la empresa privada y la sociedad. Ante problemas tan persistentes como la creciente inequidad de ingresos, se afronta una justa ira por el alto desempleo, los déficit en aumento y otras cuestiones relevantes. Por ende, los Gobiernos se ven presionados para interferir con la actividad privada y controlarla para prevenir desastres.

3 noviembre, 2011

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<p>Los hombres de negocios occidentales afrontan &ldquo;una alternativa: cambiar el sistema o dejar que lo hagan los Gobiernos aumentando su control sobre decisiones del sector privado&rdquo;. As&iacute; sostiene Dominic Barton, director gerente de McKinsey &amp; Co.<br />
La semilicuaci&oacute;n del sistema financiero en las econom&iacute;as centrales, la subsiguiente recesi&oacute;n y la crisis de endeudamiento en la Eurozona son problemas para la actual generaci&oacute;n de ejecutivos. A juicio del experto, &ldquo;lo peor ha pasado ya. Esto genera suspiros de alivio y la tentaci&oacute;n de volver a una c&oacute;moda normalidad. Pero esa actitud es inviable. Desde 2007 se ha visto una dr&aacute;stica aceleraci&oacute;n en el equilibrio de poder entre un Occidente envejecido y un Oriente que emerge&rdquo;.</p>
<p><strong>Pautas geopol&iacute;ticas</strong><br />
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Sin embargo, lo que realmente desvela a Barton es &ldquo;el avance de pol&iacute;ticas populistas y presiones sociales en una cantidad de pa&iacute;ses, todo lo cual afecta los sistemas de gobernabilidad. Mientras las consecuencias de la crisis persistan, surgir&aacute;n rivalidades geopol&iacute;ticas, problemas de seguridad internacional y tensiones relativas a comercio, migraciones, competencia por recursos no renovables, etc. Para quienes conducen empresas, la crisis plantea desaf&iacute;os al propio capitalismo&rdquo;.<br />
Ese tipo de desaf&iacute;os no es exclusividad de la recesi&oacute;n de 1933/38 ni de la ocurrida en los 80, cuando la fe en la iniciativa privada tambaleaba. Esta vez, una crisis sist&eacute;mica, la recesi&oacute;n consiguiente y el endeudamiento soberano en la Eurozona exacerbaron los roces entre la empresa privada y la sociedad.<br />
En esta oportunidad, no se trata de ofrecer otra evaluaci&oacute;n de acciones que hayan adoptado o adopten los Gobiernos para tratar de reactivar la econom&iacute;a mundial. Ahora el fin consiste en alcanzar a los hombres de negocios y sus consultores. Despu&eacute;s de todo, mucho de cuanto march&oacute; mal antes o luego de la crisis 2007/09 se originaba en fallas de gobernabilidad, tomas de decisi&oacute;n y liderazgo dentro del sector privado. A este compete solucionarlas.</p>
<p><strong>&iquest;Capitalismo s&iacute; o s&iacute;?</strong><br />
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Como resultado de una iniciativa que lleva m&aacute;s de dos a&ntilde;os, Barton se reuni&oacute; con m&aacute;s de 400 ejecutivos superiores y dirigentes pol&iacute;ticos alrededor del planeta. Esos contactos reforzaron una ya fuerte convicci&oacute;n: &ldquo;pese a determinado grado de frustraci&oacute;n, com&uacute;n a ambos grupos, se compart&iacute;a la idea de que el capitalismo ha sido y seguir&aacute; siendo, de alguna manera o en grandes econom&iacute;as, el m&aacute;ximo promotor de riqueza conocido. <br />
Esto indica que la actividad privada debiera estar al frente, los a&ntilde;os venideros, en cuanto a crear empleo y recursos. Pero, por lo mismo, existe creciente inquietud respecto de temas que, si no se encaran, desembocar&aacute;n en otro colapso del sistema y la quiebra entre el contrato social y la gente, de consecuencias impredecibles&rdquo;. <br />
Lo relevante de esos di&aacute;logos es haber puesto en claro la naturaleza de las profundas reformas que el mundo empresario debiera encabezar. Constituyen, ni m&aacute;s ni menos, un cambio entre el capitalismo cortoplacista &ndash;cifrado en lo trimestral&ndash; y un capitalismo de largo aliento, estructural. Para tener una idea del contexto cronol&oacute;gico, baste se&ntilde;alar que, seg&uacute;n estudios de McKinsey, desarrollar un negocio desde su inicio hasta que rinde ganancias exige no menos de cinco a siete a&ntilde;os. El cambio implica desplazarse psicol&oacute;gicamente y actuar en t&eacute;rminos de la nueva generaci&oacute;n. Adem&aacute;s, requiere redise&ntilde;ar la red de gobierno empresario y modificar la idea de un negocio, su valor y su papel en la sociedad.</p>
<p><strong>Tres factores</strong><br />
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Esa reconversi&oacute;n implica tres elementos esenciales. Primero, la organizaci&oacute;n debe echar por la borda sus orientaciones cortoplacistas y el consiguiente sistema de incentivos. El fin consiste en centrarse en el largo plazo. <br />
Segundo, los ejecutivos han de infundir a sus empresas la necesidad de atender a los principales grupos de inter&eacute;s (empleados, proveedores, clientes acreedores y comunidades), sin comprometer la maximizaci&oacute;n de utilidades para los accionistas. Tercero, pues, las firmas cotizantes en bolsa deben remediar los males derivados del control disperso, mejorando la aptitud de las juntas para gobernar como si fuesen propietarias. <br />
Ninguna de estas ideas o propuestas son novedad, pero s&iacute; lo es la urgencia del desaf&iacute;o. A criterio de Barton, &ldquo;hoy los l&iacute;deres empresarios afrontan un dilema: reformar ellos el modelo capitalista o dejar que otros lo hagan v&iacute;a medidas de gobierno y presiones de una opini&oacute;n p&uacute;blica hostil. Por otra parte, en las econom&iacute;as mayores, las eventuales reformas pueden elevar la fe en el sistema y facilitar las innovaciones necesarias para adaptarse a un marco capaz de abrir paso a una era de prosperidad en com&uacute;n.<br />
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<strong>Cortoplacismo, ese tirano</strong><br />
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A criterio de este consultor, &ldquo;existe una clara diferencia mental entre este y oeste: el patr&oacute;n para adoptar decisiones. En Asia oriental y sudoriental, se piensa a 10, 15 &oacute; m&aacute;s a&ntilde;os. Por ejemplo, al ser elegido en 2008 el presidente surcoreano Li Myung-bak, le solicit&oacute; a McKinsey un an&aacute;lisis de perspectivas a 20 a&ntilde;os que luego ampli&oacute; a 60. Este marco temporal es una ventaja competitiva innegable en materia de econom&iacute;a y negocios&rdquo;. <br />
Por el contrario, la miop&iacute;a castiga a Occidente en casi todos los sectores. En el caso de los negocios, la man&iacute;a de presentar en bolsa informes trimestrales a gusto de los analistas insume cantidades extraordinarias de tiempo y trabajo a ejecutivos, contadores, etc. As&iacute;, la duraci&oacute;n de un director ejecutivo en el cargo ha bajado de 10 a&ntilde;os (1995) a seis (2009), mientras la complejidad y escala de las firmas sub&iacute;a. En pol&iacute;tica, las democracias atraviesan elecci&oacute;n tras elecci&oacute;n con candidatos vendiendo panaceas de corto aliento, dejando a un lado problemas de largo plazo tan vastos como d&eacute;ficit, ambiente, salud o educaci&oacute;n. <br />
En materia burs&aacute;til, el panorama no es mejor. &ldquo;Durante los a&ntilde;os 70, el promedio de retenci&oacute;n de acciones en Estados Unidos era de siete a&ntilde;os calendarios. Seg&uacute;n un reciente trabajo de Andrew Haldane (Banco de Inglaterra), la cifra baj&oacute; a siete meses.</p>
<p><strong>Volatilidad</strong><br />
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Las crisis intermedias tornaron el mercado en muy vol&aacute;til, generando enormes brechas entre capitalizaci&oacute;n y valor real. Entre tanto, proliferaban operadores a alta velocidad &ndash;algunos retienen un papel por segundos&ndash;, que hoy representan 70% de las acciones negociadas en Wall Street. Ante semejantes tendencias, los profesionales deben filtrar datos y dar peso a la opini&oacute;n de inversores orientados a plazos m&aacute;s largos de compraventa&rdquo;. <br />
Si no lo hicieran, el capital corto multiplicar&iacute;a operadores de iguales rasgos, v&iacute;a una cadena l&oacute;gica de incentivos e influencia, condicionados a directores ejecutivos sujetos a objetivos de utilidades trimestrales que acabar&aacute;n por hacerse despedir al no poder cumplirlos. Eso resulta en equipos superiores trabajando horas extras. &iquest;Resultado? &ldquo;Estos <em>managers</em> controlan apenas una porci&oacute;n del valor de sus empresas. Cuando expertos financieros de McKinsey deconstruyeron el valor de expectativas en relaci&oacute;n de precios, advirtieron que 70 a 90% del valor de una compa&ntilde;&iacute;a depend&iacute;a de flujos de efectivo estimados para tres o cuatro a&ntilde;os despu&eacute;s. Pero los operadores se preocupan por los resultados a tres meses. Por ende, el capitalismo tiene un serio problema&rdquo;.</p>
<p><img alt="" src="../../../../mercado/ro/imagenes/foto_nota_1117_3_2.jpg" /></p>
<p><strong>Tiran&iacute;a cortoplacista</strong><br />
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Para romper con la tiran&iacute;a cortoplacista, &ldquo;debemos empezar con quienes proveen capital. En conjunto, fondos jubilatorios y mutuales, aseguradoras y fondos soberanos acumulan US$ 65 billones (millones de millones), vale decir 35% de los activos mundiales. Si estas carteras dirigen demasiada atenci&oacute;n al corto plazo, el capitalismo las imitar&aacute;&rdquo;.<br />
En teor&iacute;a, no debieran hacerlo, pues sus beneficiarios tienen obvio inter&eacute;s en generar utilidades a largo plazo. Si bien las pr&aacute;cticas normales derivan del deseo de mantener esquemas defendibles y mensurables en cuanto a manejo de carteras, en realidad se acaba alentando la miop&iacute;a cortoplacista. Los fideicomisos, a menudo asesorados por consultores financieros, eval&uacute;an el desempe&ntilde;o de los gerentes en relaci&oacute;n con &iacute;ndices referenciales y ofrecen solo contratos cortos. Las remuneraciones de esos consultores se vinculan al monto de activos gerenciados que, t&iacute;picamente, crece cuando el desempe&ntilde;o corto es fuerte. No sorprende, entonces, que los <em>managers</em> monetarios se centren en tal desempe&ntilde;o y contagien a las firmas donde invierten&rdquo;. <br />
Seg&uacute;n el experto Simon Wong, &ldquo;en el actual sistema, los fondos jubilatorios suponen que un gerente de activos que ofrezca 10% de retorno anual se considera un fracaso; el &iacute;ndice referencial relevante sube a 12%. &iquest;Ser&iacute;a impensable para los inversores institucionales vivir con ganancias absolutas en un saludable nivel de 10%, m&aacute;xime si les gusta el m&eacute;todo aplicado para obtener esas utilidades? &iquest;Podr&iacute;an estos megafondos definir cotas para cierto n&uacute;mero de <em>holdings</em> y rindes, al menos dentro de las porciones &ldquo;fundamentalmente inversoras&rdquo; de sus carteras y, ergo, supervisar mejor sus objetivos? <br />
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<strong>Atender grupos de inter&eacute;s, enriquecer accionistas</strong><br />
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Otro imperativo para renovar el capitalismo, en beneficio de los accionistas, es &ldquo;difundir la idea &ndash;asegura Barton&ndash; de que servir a los grupos de inter&eacute;s maximiza el valor de una empresa. Muy a menudo, ambas finalidades se presentan enfrentadas, en tensi&oacute;n. Se es adalid del accionista o se es fiel a los grupos de inter&eacute;s. El dilema es falso&rdquo;.<br />
La idea de maximizar el valor para los accionistas, surgida en los 70 y 80, era razonable: sin flexibilizar un poco los objetivos financieros que gu&iacute;an y eval&uacute;an el de&shy;sem&shy;pe&ntilde;o de una firma, tem&iacute;an varios analistas, la alta gerencia podr&iacute;a desviar recursos de los clientes a favor de sus propios intereses. De hecho, en ausencia de metas concretas, la gerencia bien pudiera ser un ejercicio pol&iacute;tico y el compromiso de los grupos de inter&eacute;s una excusa para la ineficiencia.<br />
Esta filosof&iacute;a fue velozmente caricaturizada como la doctrina de &ldquo;la codicia es buena&rdquo; y qued&oacute; manchada por las pr&aacute;cticas abusivas de algunas firmas. No obstante, nunca hubo contradicciones entre crear valor al accionista y atender los intereses de empleados, proveedores, clientes, acreedores y comunidades. Por cierto, muchos abogados defensores de maximizar ese valor siempre han insistido en que el concepto ata&ntilde;e al largo plazo.</p>
<p><strong>&iquest;Qui&eacute;n tiene raz&oacute;n? </strong><br />
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Sin embargo, generar valor directo en un negocio no es el &uacute;nico ni m&aacute;s fuerte argumento a favor de una perspectiva societaria. El capitalismo, para McKinsey &amp; Co., &ldquo;depende de la fe p&uacute;blica en su legitimidad y sobrevivencia&rdquo;. Seg&uacute;n la firma de comunicaci&oacute;n Edelman y su bar&oacute;metro 2011 de confianza en el sector privado estadounidense, la crisis de 2007/09 limita en alrededor de 45% ese indicador. La cifra contrasta con las de pa&iacute;ses emergentes como China (61%), India (70%) o Brasil (81%), que no sufrieron la crisis sist&eacute;mica. &ldquo;El cuadro es asimismo negativo en empresas del mundo anglosaj&oacute;n&rdquo;, indica Richard Edelman, due&ntilde;o de la consultora. &ldquo;En Occidente, los niveles de confianza en realidad cayeron en 2010 y quedaron cerca de 2008&rdquo;. <br />
&iquest;C&oacute;mo pueden los equipos l&iacute;deres recobrar la fe del p&uacute;blico? &ldquo;Muchos ejecutivos occidentales &ndash;subraya Barton&ndash; descubren que no hay nada en sus carreras que los haya preparado para un Armaged&oacute;n que dura ya m&aacute;s de cuatro a&ntilde;os. A partir de esta coyuntura, los directores ejecutivos deben ser campeones en un tria&shy;tl&oacute;n, capaces de afrontar los negocios, el Gobierno y el sector social. Pero una persistente matriz mental los mantiene en el cortoplacismo, que les impide admitir que, por ejemplo, las iniciativas sociales pueden crean valor en el corto plazo&rdquo;.<br />
Puesto de otro modo, una mayor&iacute;a de ejecutivos piensa que medidas o esfuerzos orientados al largo plazo com&uacute;nmente son efectivos, y no aceptan que igual sucede en el corto plazo. A partir de esa convicci&oacute;n, no hacen nada que &ndash;suponen&ndash; irrite los mercados especulativos o, peor, a los analistas de sus informes trimestrales. Al cabo, no atienden bien ni a tirios ni a troyanos.</p>

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