Silicon Valley hace negocios gracias a Irak. Pero no tantos

Silicon Valley hace negocios gracias a Irak. Pero no tantos

28 marzo, 2003

Silicon Valley hace negocios gracias a Irak. Pero no tantos
Si bien el lapso normal para producir y entregar a medida no baja de tres meses y medio, la empresa dedicó todos sus recursos, suspendió el procesamiento de seis órdenes especiales previas –aguantándose las quejas de los clientes- y puso gente a trabajar horas extras. En dos días tuvo listo un prototipo y, a las dos semanas, estaba entregando.

Pero el problema es más complejo. “Los militares nos bombardean con tantas órdenes urgentes de aparatos a medida que hemos tenido que modificar nuestro programa. Las prioridades han sido alteradas por la guerra”, explicaba Michael Erbe, director de productos especiales. Nadie se queja en Plantronics ni en otras empresas que viven un “miniauge bélico”.

Muy pocas, por ejemplo Palm Inc., trabajan hoy sólo en proyectos militares, aun a costa de productos de consumo directo que forman su negocio básico. Otras compañías tecnológicas han añadido horas y turnos en planta o han contratado personal. Ambas políticas contradicen la tendencia, bastante reciente, a recortar costos y operaciones.

Sin duda, el Pentágono y otras reparticiones se han convertido en fuentes de ingresos para firmas de vanguardia. Sólo en tecnología informática, el gasto federal anual pasaba de US$ 60.000 millones antes de los US$ 165.000 millones en partidas extras solicitados al Congreso para la guerra, buena parte de los cuales irán a Silicon Valley. Pero esta cornucopia es demasiado selectiva como para generar una reactivación sectorial: pocas firmas –con excelentes relaciones y contactos en Washington- se beneficia y, a menudo, las ventas adicionales (como en Plantronic) no representan más de 2% de los ingresos totales.

Silicon Valley hace negocios gracias a Irak. Pero no tantos
Si bien el lapso normal para producir y entregar a medida no baja de tres meses y medio, la empresa dedicó todos sus recursos, suspendió el procesamiento de seis órdenes especiales previas –aguantándose las quejas de los clientes- y puso gente a trabajar horas extras. En dos días tuvo listo un prototipo y, a las dos semanas, estaba entregando.

Pero el problema es más complejo. “Los militares nos bombardean con tantas órdenes urgentes de aparatos a medida que hemos tenido que modificar nuestro programa. Las prioridades han sido alteradas por la guerra”, explicaba Michael Erbe, director de productos especiales. Nadie se queja en Plantronics ni en otras empresas que viven un “miniauge bélico”.

Muy pocas, por ejemplo Palm Inc., trabajan hoy sólo en proyectos militares, aun a costa de productos de consumo directo que forman su negocio básico. Otras compañías tecnológicas han añadido horas y turnos en planta o han contratado personal. Ambas políticas contradicen la tendencia, bastante reciente, a recortar costos y operaciones.

Sin duda, el Pentágono y otras reparticiones se han convertido en fuentes de ingresos para firmas de vanguardia. Sólo en tecnología informática, el gasto federal anual pasaba de US$ 60.000 millones antes de los US$ 165.000 millones en partidas extras solicitados al Congreso para la guerra, buena parte de los cuales irán a Silicon Valley. Pero esta cornucopia es demasiado selectiva como para generar una reactivación sectorial: pocas firmas –con excelentes relaciones y contactos en Washington- se beneficia y, a menudo, las ventas adicionales (como en Plantronic) no representan más de 2% de los ingresos totales.

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