Récord en robo de datos personales: más de 100 millones en EE.UU.

El 15 de diciembre, Kevin Poulsen (“Wired news”) notó que se ha superado la máxima de hace dos años, cuando estalló el caso ChoicePoint. Sólo en una inversidad y la aseguradora Aetna, suman 930.000 registros.

22 diciembre, 2006

Poco después, Boeing admitió que una computadora portátil, robada a un empleado, contenía nombres, números del seguro social (NSS) y otros datos crìticos de 382.000 de dependientes actuales o pasados. Este descubrimiento llevó el total de robos denunciados a casi 100.153.000 en el país al 20 de diciembre.

En el caso de la universidad de California (Los Ángeles). Los responsables y sus intencionees eran claros: un hacker (pirata informático) o varios habìan estado inghresando –durante más de un año- a una base de datos protegida (¿?), que abarca informaciòn personal de estudiantes y profesores. Según Poulsen (el inglés de cuyo “blog” es estrambótico), “es terrible. Estas entidades no sólo son descuidadas o negligentes sino que, además, forman un eslabon muy débil en la cadena de seguridad nacional”.

Por cierto, el congreso ha estado dejando que las empresas usen NSS de maneras no previstas ni rigurosas. “Ahora, se paga el precio. Añádase a eso –apunta el experto- una sociedad adicta al endeudamiento personal y se llega a la presente realidad: uno queda amerced de quienes hayan obtenido su NSS”.

En este estado de cosas, las instituciones educativas se hallan particularmente expuestas a las filtraciones deshonestas. Una trabajo del Public policy institute, hecho en julio empleando datos compilador por el Identity theft resource center, saca conclusiones alarmantes. Por ejemplo, 43% de los 90 millones de robos (enero de 2005 a mayo de 2006) courrieron en el sistema de enseñanza terciaria.

“Esas bases de datos son ideales para el ciberdelito y gente inescrupulosa dentro de las instituciones mismas”, afirma Ronald ben Natan, director técnico de Guardium, una compañia especializada en detección de ciberrobos. “Se acumulan enormes volúmenes de datos valiosos sobre estudiantes, ex alumnos, pades y docentes. Inclusive asistencia financiera y tarjetas de crédito, necesarias para cualquier entidad abierta. Después, eso va a la venta ilícita de identidades”.

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Al margen de que, terminando 2006, las interferencias sumen 105, 120 o 130 millones ¿el fenómeno tiene realmente visos tan graves?. “No, el robo de identidades suele exagerarse”, afirma Frederick Cate, director de un centro de investigaciones sobre ciberseguridad en la universidad de Indiana. “Eso se debe a que mucha gente cae en una trampa muy común: confundir robo de datos con robo de identidad”.

De una forma u otra, empero, lo primero representa un alto riesgo de convertirse en lo segundo y, por otra parte, sus efectos casi nunca terminan de agotarse. Pero, en verdad, es un juego azaroso. Si bien lo que un delincnente puede hacer con algunos miles de NSS tiene límites, una vez que estos están en circulación ¿cómo pararlos? Los datos personales o los NSS no cambian. Tampoco se agota la posibilidad de aprovecharlos para comprar un coche o una casa, explotar tarjetas o inventar identidades para otros fines (que pueden llegar a ser políticos o demenciales).

Poco después, Boeing admitió que una computadora portátil, robada a un empleado, contenía nombres, números del seguro social (NSS) y otros datos crìticos de 382.000 de dependientes actuales o pasados. Este descubrimiento llevó el total de robos denunciados a casi 100.153.000 en el país al 20 de diciembre.

En el caso de la universidad de California (Los Ángeles). Los responsables y sus intencionees eran claros: un hacker (pirata informático) o varios habìan estado inghresando –durante más de un año- a una base de datos protegida (¿?), que abarca informaciòn personal de estudiantes y profesores. Según Poulsen (el inglés de cuyo “blog” es estrambótico), “es terrible. Estas entidades no sólo son descuidadas o negligentes sino que, además, forman un eslabon muy débil en la cadena de seguridad nacional”.

Por cierto, el congreso ha estado dejando que las empresas usen NSS de maneras no previstas ni rigurosas. “Ahora, se paga el precio. Añádase a eso –apunta el experto- una sociedad adicta al endeudamiento personal y se llega a la presente realidad: uno queda amerced de quienes hayan obtenido su NSS”.

En este estado de cosas, las instituciones educativas se hallan particularmente expuestas a las filtraciones deshonestas. Una trabajo del Public policy institute, hecho en julio empleando datos compilador por el Identity theft resource center, saca conclusiones alarmantes. Por ejemplo, 43% de los 90 millones de robos (enero de 2005 a mayo de 2006) courrieron en el sistema de enseñanza terciaria.

“Esas bases de datos son ideales para el ciberdelito y gente inescrupulosa dentro de las instituciones mismas”, afirma Ronald ben Natan, director técnico de Guardium, una compañia especializada en detección de ciberrobos. “Se acumulan enormes volúmenes de datos valiosos sobre estudiantes, ex alumnos, pades y docentes. Inclusive asistencia financiera y tarjetas de crédito, necesarias para cualquier entidad abierta. Después, eso va a la venta ilícita de identidades”.

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Al margen de que, terminando 2006, las interferencias sumen 105, 120 o 130 millones ¿el fenómeno tiene realmente visos tan graves?. “No, el robo de identidades suele exagerarse”, afirma Frederick Cate, director de un centro de investigaciones sobre ciberseguridad en la universidad de Indiana. “Eso se debe a que mucha gente cae en una trampa muy común: confundir robo de datos con robo de identidad”.

De una forma u otra, empero, lo primero representa un alto riesgo de convertirse en lo segundo y, por otra parte, sus efectos casi nunca terminan de agotarse. Pero, en verdad, es un juego azaroso. Si bien lo que un delincnente puede hacer con algunos miles de NSS tiene límites, una vez que estos están en circulación ¿cómo pararlos? Los datos personales o los NSS no cambian. Tampoco se agota la posibilidad de aprovecharlos para comprar un coche o una casa, explotar tarjetas o inventar identidades para otros fines (que pueden llegar a ser políticos o demenciales).

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