Pierden en Gran Bretaña datos privados de 25 millones

Londres trataba infructuosamente de explicar el extravío de discos de computación con 25 millones de perfiles personales. Eso incluye una cantidad desconocida de claves bancarias. Parece la peor quiebra de privacidad en la era informática.

22 noviembre, 2007

El gobierno intentaba en vano defender la decisión no haber mantenido el secreto una semana, hasta el día 21. Altos funcionarios revelaron que los bancos habían pedido reserva hasta reconfigurar sistemas. No fue una actitud sensata: los bancos son sólo parte de la sociedad, no toda, aun en el mercantilista Reino Unido.

Los datos desaparecieron en octubre, luego de que dos discos que contenían información sobre familias que cobran subsidios por hijos fueron remitidos de una agencia tributaria, por correo ordinario, vía un servicio privado de reparto. Es el tercer episodio de igual naturaleza, este año, confesó Alistair Darling, secretario de hacienda.

En volumen absoluto, esta papelón fue inferior al de varios sucedidos en Estador Unidos. En 2006, por ejemplo, se robaron una computadora con datos personales y número de seguridad social de 26.500.000 militares, veteranos o en actividad. La máquina fue recobrada sin daños aparentes. En 2003, un ex ingeniero de America OnLine substrajo y vendió 92 millones de identidades y número de e-mail. Eso generó hasta 7.000 millones de “spams”.

Pero los discos británicos contenían datos sobre 40% de la población insular. Aparte de cuentas bancarias, había nombres, direcciones, números de seguridad social y perfiles sobre menores de 16 años. Entonces, en términos porcentuales, esto empequeñece los antecedentes norteamericanos.

Paul Gray, jefe de la oficina de impuestos a aduanas (la AFIP britanica), fue despedido, mientras el primer ministro Gordon Brown afrontaba un parlamento y una opinión pública irritados. David Cameron, cabeza de la oposición conservadora, sostuvo que “este gobierno ha fracasado en una misión esencial, proteger la intimidad de la gente”.

Los discos estaban protegidos por una clave de acceso, pero no estaban encriptados. Los enviaba la oficina tributaria a la auditoría nacional. Darling admitió que el material fue empaquetado y expedido por un empleado común. Para peor, la agencia informó sobre el extravío recién tres semanas después de haber mandado los discos.

El gobierno intentaba en vano defender la decisión no haber mantenido el secreto una semana, hasta el día 21. Altos funcionarios revelaron que los bancos habían pedido reserva hasta reconfigurar sistemas. No fue una actitud sensata: los bancos son sólo parte de la sociedad, no toda, aun en el mercantilista Reino Unido.

Los datos desaparecieron en octubre, luego de que dos discos que contenían información sobre familias que cobran subsidios por hijos fueron remitidos de una agencia tributaria, por correo ordinario, vía un servicio privado de reparto. Es el tercer episodio de igual naturaleza, este año, confesó Alistair Darling, secretario de hacienda.

En volumen absoluto, esta papelón fue inferior al de varios sucedidos en Estador Unidos. En 2006, por ejemplo, se robaron una computadora con datos personales y número de seguridad social de 26.500.000 militares, veteranos o en actividad. La máquina fue recobrada sin daños aparentes. En 2003, un ex ingeniero de America OnLine substrajo y vendió 92 millones de identidades y número de e-mail. Eso generó hasta 7.000 millones de “spams”.

Pero los discos británicos contenían datos sobre 40% de la población insular. Aparte de cuentas bancarias, había nombres, direcciones, números de seguridad social y perfiles sobre menores de 16 años. Entonces, en términos porcentuales, esto empequeñece los antecedentes norteamericanos.

Paul Gray, jefe de la oficina de impuestos a aduanas (la AFIP britanica), fue despedido, mientras el primer ministro Gordon Brown afrontaba un parlamento y una opinión pública irritados. David Cameron, cabeza de la oposición conservadora, sostuvo que “este gobierno ha fracasado en una misión esencial, proteger la intimidad de la gente”.

Los discos estaban protegidos por una clave de acceso, pero no estaban encriptados. Los enviaba la oficina tributaria a la auditoría nacional. Darling admitió que el material fue empaquetado y expedido por un empleado común. Para peor, la agencia informó sobre el extravío recién tres semanas después de haber mandado los discos.

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