Muse Capital sigue en pos de energía eólica y otras opciones

Desde hace mucho tiempo, Michael Greenberg se especializa en Asia oriental y sectores no convencionales. En Londres, donde maneja Muse Capital –una cartera de US$ 57.000 millones, fundada en 2003-, el experto señala que en 2006 ganó más de 35%.

10 agosto, 2007

En buena medida, porque se dedica a áreas no bien explotadas. Una es creciente puja por biocombustibles y fuentes energéticas alternativas. En particular, compatibles con aire más diáfano, agua más limpia y un planeta con menor efecto invernadero. El tema vuelve a primera plana con incendios forestales, catastróficas inundaciones y otros efectos del cambio climático provocado por gases contaminantes.

Eso lleva a pensar en recursos renovables. Por ejemplo, energía solar o eólica y biomasa. No obstante, la falta de perfiles claros explica que aún no se centren más esfuerzos y fondos en biocombustibles.

La helioenergía es interesante como colocación, pues existen posibilidades de hacer diferencia en corto plazo en áreas como polisilicones –hay escasez- y otros elementos. Sin embargo, apunta el manager, “existen complicaciones tecnológicas, en términos de eficiencia, porque se trata de un sector poco desarrollado, con altos costos para generar electricidad. Por el contrario, las fuentes eólicas son más atractivas, porque compiten mejor con otras opciones: hoy ya es factible obtener energía a cinco centavos el kilovatio”. Pero el factor decisivo es “el potencia de tecnologías rupturistas, que desaten una ola de cambios en las economías de escala y tornen la energía eólica en una inversión mucho más interesante”.

Ahora bien, la electricidad es difícil de almacenar. Puede acumularse en pilas o baterías, pero las de gran escala son en extremo ineficientes. En cuanto al viento, si sopla de nueve de la mañana a cinco de la tarde, muy bien, porque casi todos pueden aprovecharlo. Pero, cuando lo hace de noche pierde utilidad. Por ende, si fuese factible almacenarlo, habría una revolución en las economías del sector.

A criterio de Greenberg, eso es posible y ya hay empresas que trabajan en el tema. Verbigracia, una de ellas ha logrado transformar electricidad en hidrógeno y reconvertirla cuando es preciso, empleando una tecnología muy eficiente en costos.

Esto ocurre justamente mientras General Motors o Toyota buscan cómo ingresar a una “economía del hidrógeno”. Pero el problema es cómo generar hidrógeno en escala doméstica, para usarlo en el coche, pues nadie querría ver enormes ductos recorriendo el país de punta a punta: sería tan caro como peligroso.

¿Existe una solución capaz de generar energía mediante una pequeña turbina eólica en el techo de la casa o lugares parecidos, para luego convertirla en hidrógeno vía un electrolizador? Por supuesto, ello implicaría un auto a hidrógeno o, como alternativa, alimentar la casa mediante una célula electrógena. En verdad, algo así se hace ya en Gran Bretaña.

La compañía ITM Power desarrolló una membrana para instalar electrolizador, hecha de polímero permeable al combustible y similar a una lente de contacto. Resulta mucho más barata que las membranas corrientes en los dispositivos a celulas electrógenas e ITM la ha sometido a siete mil horas de ensayo. Este detalle importa, pues es clave para los costos de capital, que se amortizan durante la vida útil del electrolizador: cuanto más larga, más barata resulta la energía generada.

“Por el momento –advierte Greenberg-, ITM no gana mucho y, además, cotiza en bolsa recién desde 2004. Pero han probado su tecnología en electrolizadores y, ahora (noviembre), lo hacen en células electrógenas. Un ex presidente de Ford Britain se sumó al directorio en abril y la firma tiene una capitalización bursátil de US$ 300 millones”.

En verdad, “el electrolizador ya funciona, pero la empresa necesita tiempo para seguir ensayando membranas hasta fines 2007 y, luego, ajustar el costo por kilovatio/hora a menos de US$ 200. La última proyección que conocemos es 700 para diciembre”. ITM tiene varias metas para el año entrante. Una de ellas es reducir el platino en las células. Greenberg es optimitas, sin olvidar que –años atrás- varias compañías dedicadas a esas células fracasaron e hicieron un papelón bursátil.

Otro aspecto de ITM Power y otras firmas ligadas a la energía eólica -como sector, prevén crecimiento de 40 a 50%- es que sus tecnologías no necesitan subsidios oficiales. Pero sí precisan infraestructura para llevar la electricidad de zonas remotas y desérticas a áreas pobladas, especialmente en geografías como las de Rusia, Estados Unidos, Canadá, China, India o Brasil.

En buena medida, porque se dedica a áreas no bien explotadas. Una es creciente puja por biocombustibles y fuentes energéticas alternativas. En particular, compatibles con aire más diáfano, agua más limpia y un planeta con menor efecto invernadero. El tema vuelve a primera plana con incendios forestales, catastróficas inundaciones y otros efectos del cambio climático provocado por gases contaminantes.

Eso lleva a pensar en recursos renovables. Por ejemplo, energía solar o eólica y biomasa. No obstante, la falta de perfiles claros explica que aún no se centren más esfuerzos y fondos en biocombustibles.

La helioenergía es interesante como colocación, pues existen posibilidades de hacer diferencia en corto plazo en áreas como polisilicones –hay escasez- y otros elementos. Sin embargo, apunta el manager, “existen complicaciones tecnológicas, en términos de eficiencia, porque se trata de un sector poco desarrollado, con altos costos para generar electricidad. Por el contrario, las fuentes eólicas son más atractivas, porque compiten mejor con otras opciones: hoy ya es factible obtener energía a cinco centavos el kilovatio”. Pero el factor decisivo es “el potencia de tecnologías rupturistas, que desaten una ola de cambios en las economías de escala y tornen la energía eólica en una inversión mucho más interesante”.

Ahora bien, la electricidad es difícil de almacenar. Puede acumularse en pilas o baterías, pero las de gran escala son en extremo ineficientes. En cuanto al viento, si sopla de nueve de la mañana a cinco de la tarde, muy bien, porque casi todos pueden aprovecharlo. Pero, cuando lo hace de noche pierde utilidad. Por ende, si fuese factible almacenarlo, habría una revolución en las economías del sector.

A criterio de Greenberg, eso es posible y ya hay empresas que trabajan en el tema. Verbigracia, una de ellas ha logrado transformar electricidad en hidrógeno y reconvertirla cuando es preciso, empleando una tecnología muy eficiente en costos.

Esto ocurre justamente mientras General Motors o Toyota buscan cómo ingresar a una “economía del hidrógeno”. Pero el problema es cómo generar hidrógeno en escala doméstica, para usarlo en el coche, pues nadie querría ver enormes ductos recorriendo el país de punta a punta: sería tan caro como peligroso.

¿Existe una solución capaz de generar energía mediante una pequeña turbina eólica en el techo de la casa o lugares parecidos, para luego convertirla en hidrógeno vía un electrolizador? Por supuesto, ello implicaría un auto a hidrógeno o, como alternativa, alimentar la casa mediante una célula electrógena. En verdad, algo así se hace ya en Gran Bretaña.

La compañía ITM Power desarrolló una membrana para instalar electrolizador, hecha de polímero permeable al combustible y similar a una lente de contacto. Resulta mucho más barata que las membranas corrientes en los dispositivos a celulas electrógenas e ITM la ha sometido a siete mil horas de ensayo. Este detalle importa, pues es clave para los costos de capital, que se amortizan durante la vida útil del electrolizador: cuanto más larga, más barata resulta la energía generada.

“Por el momento –advierte Greenberg-, ITM no gana mucho y, además, cotiza en bolsa recién desde 2004. Pero han probado su tecnología en electrolizadores y, ahora (noviembre), lo hacen en células electrógenas. Un ex presidente de Ford Britain se sumó al directorio en abril y la firma tiene una capitalización bursátil de US$ 300 millones”.

En verdad, “el electrolizador ya funciona, pero la empresa necesita tiempo para seguir ensayando membranas hasta fines 2007 y, luego, ajustar el costo por kilovatio/hora a menos de US$ 200. La última proyección que conocemos es 700 para diciembre”. ITM tiene varias metas para el año entrante. Una de ellas es reducir el platino en las células. Greenberg es optimitas, sin olvidar que –años atrás- varias compañías dedicadas a esas células fracasaron e hicieron un papelón bursátil.

Otro aspecto de ITM Power y otras firmas ligadas a la energía eólica -como sector, prevén crecimiento de 40 a 50%- es que sus tecnologías no necesitan subsidios oficiales. Pero sí precisan infraestructura para llevar la electricidad de zonas remotas y desérticas a áreas pobladas, especialmente en geografías como las de Rusia, Estados Unidos, Canadá, China, India o Brasil.

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