<p>Si bien en inglés es claro –“computación en nubes”-, su versión castellana remite no a nubes, sino a enjambres de servidores. A primera vista, ello supone que la computación, al ascender al éter, pierde peso y se separa del mundo real, tangible. Pero es al revés: los enjambres de sistemas exigen centros físicos de datos cada vez mayores en la superficie.</p>
<p>Existen ya vastos galpones repletos de ferretería y software. Los más grandes albergan ya hasta 80.000 servidores, ávidos de malgastar energía, generalmente termoeléctrica en Estados Unidos. Son, al fin, “<em>unquenchable clo</em>uds”, nubes o enjambres insaciables. Sólo en ese país, señala la agencia federal de protección ambiental (AFPA), los centros de datos representaban en 2007 casi 1,5% del consumo eléctrico total.</p>
<p>Eso crece. En escala mundial, los centros de datos ya descargan en la atmósfera más dióxido de carbono que Argentina u Holanda, según la consultora McKinsey, que hizo un trabajo junto con UpTime Institute, un centro de investigaciones. Si la tendencia se mantiene, esas emisiones se habrán cuadruplicado hacia 2020 y alcanzarán 670 millones de toneladas anuales. Por ende, superarán a las de la aviación comercial.</p>
<p>Sin embargo, los fabricantes de computadoras no cesan de poner en evidencia ese estado de cosas. Mientras las aerolíneas –fieles a sus hábitos- disimulan el problema esperando alguna panacea, los productores de hardware lo subrayan. ¿Por qué? Porque va permitiéndoles vender las diversas soluciones que desarrollan para mitigar sus efectos.</p>
<p>En cambios las firmas que operan centros de datos son reticentes. Un programa establecido por la AFPA para definir prácticas adecuadas para ese negocio reclutó apenas 54 voluntarias. En otras palabras, el propio segmento se resiste a admitir sus ineficiencias.</p>
<p>En promedio, descubrieron McKinsey/UpTime Institute, un tercio de los servidores en enjambre suele estar ocioso, pero prendido. En la mayoría de centros, los administradores ni siquiera sabían qué programas corrían en cuáles servidores. Esto hace temer que, tarde o temprano, se imponga desde el gobierno el ahorro de energía… para felicidad de quienes ofrezcan las tecnologías necesarias.</p>
<p>Su gama disponible incluye microprocesadores de núcleo múltiple, fuentes energéticas más rendidoras, sistemas refrigerantes inteligentes o software para asignar recursos racionalmente. Por todo eso, los fabricantes de computadoras ya no hablan de desempeño sino de rinde por vatio. “Reduzca hasta 45% el consumo de energía”, proclama un aviso de Dell. “Virtualice servidores –continúa- para optimizar rendimiento”. Este lenguaje ha desplazado al de gigahertsios y terabytes.</p>
<p> </p>
<p> </p>
Gracias a enormes centros de datos, las nubes informáticas podrían contaminar más que los aviones
En informática, los neologismos suelen ser redundantes o torpes. Pero el último, cloud computing, define una realidad: servicios cubiertos desde el ciberespacio por redes en enjambre. Pero es una tecnología con serios problemas.