Esfuerzos para controlar archivos digitales

La creación de la Iniciativa Música Digital Segura no fue suficiente para detener la piratería, y ahora la tarea parece recaer sobre las compañías individuales, especialmente IBM y Microsoft.

5 febrero, 2001

(EFE).- Dos de los pesos pesados del sector informático mundial, IBM y Microsoft, están trabajando a marchas forzadas para ofrecer sistemas fiables que pongan fin a la incontrolada distribución gratuita de música digital, lo que para muchos es una misión imposible.

Desde el advenimiento de Napster, la red que permite compartir archivos musicales mp3 directamente entre usuarios, la industria discográfica en particular y del entretenimiento en general están buscando la forma de hacer valer sus derechos de propiedad en Internet.

La creación en 1999 de la Iniciativa Música Digital Segura (SDMI por sus siglas en inglés) –un grupo que reúne a 200 de las principales empresas del sector discográfico y del mundo informático– no ha sido suficiente para detener la piratería.

Lo que es más preocupante para muchos es que la última reunión del grupo, celebrada a finales de enero en la ciudad de Los Angeles, no ha mostrado señales de que el sector esté preparado para poner en vigor ninguna de las tecnologías existentes o para iniciar el anunciado nuevo plan de protección.

Así que ante la carencia de acuerdos para poner en el mercado un estándar que elimine la piratería, parece que el peso de la tarea recae en los esfuerzos de compañías individuales, especialmente IBM y Microsoft.

La tecnología desarrollada por IBM, aunque no detendrá la transferencia de archivos musicales a través de sistemas como Napster, Gnutella o Freenet, si pretende poner trabas a la facilidad con que actualmente se puede escuchar música de forma gratuita en los ordenadores personales.

Y no sólo música, sino cualquier tipo de archivo digital, ya sean vídeos o libros electrónicos, una creciente forma de publicación de obras literarias.

Por ejemplo, los propietarios de los derechos de autor podrán determinar límites al uso del archivo transferido, es decir si puede ser utilizado sólo una, dos o tres veces desde el momento que se ha realizado la primera copia.

Las compañías también podrán incluir distintos tipos de protección dependiendo de zonas geográficas –como en los actuales discos de DVD– o añadir formas directas de pago en el momento en que se quiera utilizar el archivo.

Si la tecnología de IBM se extiende, el próximo archivo de mp3 que llegue al ordenador de un usuario de Napster podría estar programado para ser escuchado sin límites por el primer propietario pero para los siguientes que lo reciban la canción podría durar sólo unos pocos segundos.

De momento, quien parece estar ganando la batalla del control de archivos digitales es Microsoft con su tecnología de Gestión de Derechos Digitales o DRM, un seguro con funcionamiento similar al de IBM pero que está incorporado en las últimas encarnaciones de su sistema operativo.

Esta es una de las principales ventajas de DRM y de otros sistemas de la compañía, como el Secure Audio Path que codifica la señal que procede de la tarjeta de audio del ordenador haciéndola inaudible de la misma forma que se codifican los canales de televisión de pago.

La posición de Microsoft como productor del sistema operativo más extendido en ordenadores personales y su creciente orientación como empresa dedicada a la distribución de entretenimiento digital –ya sea música, vídeos, libros o juegos–, parece darle una ventaja definitiva entre las compañías del sector.

Pero para algunos analistas, todos los esfuerzos en controlar la difusión de archivos digitales a través de Internet son poco menos que vanos.

Incluso las propias empresas reconocen que cualquier protección que se ponga en marcha puede ser rota por la miríada de crackers que pueblan el mundo informático hoy en día.

Ahí están los casos de la protección de los DVD, en su momento clasificada como invencible y que fue rota en un abrir de ojos por un adolescente danés.

O la última novela del popular autor estadounidense Stephen King, distribuida a través de Internet y cuyo sistema de protección, que obligaba al pago de una pequeña cantidad por cada entrega, fue demolido a los pocos días de su presentación.

(EFE).- Dos de los pesos pesados del sector informático mundial, IBM y Microsoft, están trabajando a marchas forzadas para ofrecer sistemas fiables que pongan fin a la incontrolada distribución gratuita de música digital, lo que para muchos es una misión imposible.

Desde el advenimiento de Napster, la red que permite compartir archivos musicales mp3 directamente entre usuarios, la industria discográfica en particular y del entretenimiento en general están buscando la forma de hacer valer sus derechos de propiedad en Internet.

La creación en 1999 de la Iniciativa Música Digital Segura (SDMI por sus siglas en inglés) –un grupo que reúne a 200 de las principales empresas del sector discográfico y del mundo informático– no ha sido suficiente para detener la piratería.

Lo que es más preocupante para muchos es que la última reunión del grupo, celebrada a finales de enero en la ciudad de Los Angeles, no ha mostrado señales de que el sector esté preparado para poner en vigor ninguna de las tecnologías existentes o para iniciar el anunciado nuevo plan de protección.

Así que ante la carencia de acuerdos para poner en el mercado un estándar que elimine la piratería, parece que el peso de la tarea recae en los esfuerzos de compañías individuales, especialmente IBM y Microsoft.

La tecnología desarrollada por IBM, aunque no detendrá la transferencia de archivos musicales a través de sistemas como Napster, Gnutella o Freenet, si pretende poner trabas a la facilidad con que actualmente se puede escuchar música de forma gratuita en los ordenadores personales.

Y no sólo música, sino cualquier tipo de archivo digital, ya sean vídeos o libros electrónicos, una creciente forma de publicación de obras literarias.

Por ejemplo, los propietarios de los derechos de autor podrán determinar límites al uso del archivo transferido, es decir si puede ser utilizado sólo una, dos o tres veces desde el momento que se ha realizado la primera copia.

Las compañías también podrán incluir distintos tipos de protección dependiendo de zonas geográficas –como en los actuales discos de DVD– o añadir formas directas de pago en el momento en que se quiera utilizar el archivo.

Si la tecnología de IBM se extiende, el próximo archivo de mp3 que llegue al ordenador de un usuario de Napster podría estar programado para ser escuchado sin límites por el primer propietario pero para los siguientes que lo reciban la canción podría durar sólo unos pocos segundos.

De momento, quien parece estar ganando la batalla del control de archivos digitales es Microsoft con su tecnología de Gestión de Derechos Digitales o DRM, un seguro con funcionamiento similar al de IBM pero que está incorporado en las últimas encarnaciones de su sistema operativo.

Esta es una de las principales ventajas de DRM y de otros sistemas de la compañía, como el Secure Audio Path que codifica la señal que procede de la tarjeta de audio del ordenador haciéndola inaudible de la misma forma que se codifican los canales de televisión de pago.

La posición de Microsoft como productor del sistema operativo más extendido en ordenadores personales y su creciente orientación como empresa dedicada a la distribución de entretenimiento digital –ya sea música, vídeos, libros o juegos–, parece darle una ventaja definitiva entre las compañías del sector.

Pero para algunos analistas, todos los esfuerzos en controlar la difusión de archivos digitales a través de Internet son poco menos que vanos.

Incluso las propias empresas reconocen que cualquier protección que se ponga en marcha puede ser rota por la miríada de crackers que pueblan el mundo informático hoy en día.

Ahí están los casos de la protección de los DVD, en su momento clasificada como invencible y que fue rota en un abrir de ojos por un adolescente danés.

O la última novela del popular autor estadounidense Stephen King, distribuida a través de Internet y cuyo sistema de protección, que obligaba al pago de una pequeña cantidad por cada entrega, fue demolido a los pocos días de su presentación.

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